Fuertes diferencias en nuestro modelo de alimentación detectó Hugo Amigo, académico del departamento de Nutrición de la Universidad de Chile y director de la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario 2010-2011, que se realizó a cerca de 5 mil personas en nuestro país.
Y si bien los medios de comunicación destacaron principalmente el cambio de hábito de los chilenos, que han ido reemplazando la cena por la once-comida, el especialista indicó en el programa Semáforo de nuestra emisora que este no es en absoluto el dato más relevante del estudio, sino las fuertes diferencias en la alimentación de los chilenos, marcadas principalmente por el nivel socioeconómico.
“Hay claramente diferente tipo de comida dependiendo del nivel socio económico del hogar, por ejemplo, los de clase alta -que son bastante difícil de entrevistar porque no te abren las puertas en cambio los pobres son muy colaboradores- Los primeros tiene un mayor consumo de lácteos, de frutas, de carne, de pescado, mientras que el nivel bajo tiene un menor consumo. No hay ninguna duda”, explicó el académico.
Sin embargo, el pobre consume más de otros alimentos, como el pan y las legumbres, elementos básicos en su dieta y más económicos.
Hay también diferencias en el consumo de alcohol. Si bien las personas de la clase alta reconocen beber con una mayor frecuencia, en la clase baja son mayores las cantidades.
Además, hay diferencias geográficas: Las regiones del sur presentan mayores niveles de obesidad que el resto del país, ya que consumen muchos más lípidos o grasas y menos frutas y verduras.
A todo esto se suma la abundante oferta y el mercado que nos bombardea con productos alimenticios, haciendo muy difícil educar a la población.
“Creo que en las políticas de nutrición y alimentación el Estado tiene que asumir un rol como el que estamos discutiendo en la Educación, en la Salud, esto es de responsabilidad del Estado no eludir su papel de supervisión, su papel de controlador, de dirigir campañas”, señaló el nutricionista, Hugo Amigo.
Vale destacar que la última vez que se realizó esta encuesta en nuestro país fue en 1974, por lo que el académico afirmó que el Estado debe comprometerse más con el problema de la alimentación realizando este esfuerzo al menos una vez al año, pues entrega valiosos datos para la elaboración de políticas públicas.
En 20 días más se publicarán los resultados globales de este censo nutricional, donde se detallarán datos sobre las tendencias y los vicios en la alimentación de los chilenos.
Fuertes diferencias en nuestro modelo de alimentación detectó Hugo Amigo, académico del departamento de Nutrición de la Universidad de Chile y director de la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario 2010-2011, que se realizó a cerca de 5 mil personas en nuestro país.
Y si bien los medios de comunicación destacaron principalmente el cambio de hábito de los chilenos, que han ido reemplazando la cena por la once-comida, el especialista indicó en el programa Semáforo de nuestra emisora que este no es en absoluto el dato más relevante del estudio, sino las fuertes diferencias en la alimentación de los chilenos, marcadas principalmente por el nivel socioeconómico.
“Hay claramente diferente tipo de comida dependiendo del nivel socio económico del hogar, por ejemplo, los de clase alta -que son bastante difícil de entrevistar porque no te abren las puertas en cambio los pobres son muy colaboradores- Los primeros tiene un mayor consumo de lácteos, de frutas, de carne, de pescado, mientras que el nivel bajo tiene un menor consumo. No hay ninguna duda”, explicó el académico.
Sin embargo, el pobre consume más de otros alimentos, como el pan y las legumbres, elementos básicos en su dieta y más económicos.
Hay también diferencias en el consumo de alcohol. Si bien las personas de la clase alta reconocen beber con una mayor frecuencia, en la clase baja son mayores las cantidades.
Además, hay diferencias geográficas: Las regiones del sur presentan mayores niveles de obesidad que el resto del país, ya que consumen muchos más lípidos o grasas y menos frutas y verduras.
A todo esto se suma la abundante oferta y el mercado que nos bombardea con productos alimenticios, haciendo muy difícil educar a la población.
“Creo que en las políticas de nutrición y alimentación el Estado tiene que asumir un rol como el que estamos discutiendo en la Educación, en la Salud, esto es de responsabilidad del Estado no eludir su papel de supervisión, su papel de controlador, de dirigir campañas”, señaló el nutricionista, Hugo Amigo.
Vale destacar que la última vez que se realizó esta encuesta en nuestro país fue en 1974, por lo que el académico afirmó que el Estado debe comprometerse más con el problema de la alimentación realizando este esfuerzo al menos una vez al año, pues entrega valiosos datos para la elaboración de políticas públicas.
En 20 días más se publicarán los resultados globales de este censo nutricional, donde se detallarán datos sobre las tendencias y los vicios en la alimentación de los chilenos.
Fuertes diferencias en nuestro modelo de alimentación detectó Hugo Amigo, académico del departamento de Nutrición de la Universidad de Chile y director de la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario 2010-2011, que se realizó a cerca de 5 mil personas en nuestro país.
Y si bien los medios de comunicación destacaron principalmente el cambio de hábito de los chilenos, que han ido reemplazando la cena por la once-comida, el especialista indicó en el programa Semáforo de nuestra emisora que este no es en absoluto el dato más relevante del estudio, sino las fuertes diferencias en la alimentación de los chilenos, marcadas principalmente por el nivel socioeconómico.
“Hay claramente diferente tipo de comida dependiendo del nivel socio económico del hogar, por ejemplo, los de clase alta -que son bastante difícil de entrevistar porque no te abren las puertas en cambio los pobres son muy colaboradores- Los primeros tiene un mayor consumo de lácteos, de frutas, de carne, de pescado, mientras que el nivel bajo tiene un menor consumo. No hay ninguna duda”, explicó el académico.
Sin embargo, el pobre consume más de otros alimentos, como el pan y las legumbres, elementos básicos en su dieta y más económicos.
Hay también diferencias en el consumo de alcohol. Si bien las personas de la clase alta reconocen beber con una mayor frecuencia, en la clase baja son mayores las cantidades.
Además, hay diferencias geográficas: Las regiones del sur presentan mayores niveles de obesidad que el resto del país, ya que consumen muchos más lípidos o grasas y menos frutas y verduras.
A todo esto se suma la abundante oferta y el mercado que nos bombardea con productos alimenticios, haciendo muy difícil educar a la población.
“Creo que en las políticas de nutrición y alimentación el Estado tiene que asumir un rol como el que estamos discutiendo en la Educación, en la Salud, esto es de responsabilidad del Estado no eludir su papel de supervisión, su papel de controlador, de dirigir campañas”, señaló el nutricionista, Hugo Amigo.
Vale destacar que la última vez que se realizó esta encuesta en nuestro país fue en 1974, por lo que el académico afirmó que el Estado debe comprometerse más con el problema de la alimentación realizando este esfuerzo al menos una vez al año, pues entrega valiosos datos para la elaboración de políticas públicas.
En 20 días más se publicarán los resultados globales de este censo nutricional, donde se detallarán datos sobre las tendencias y los vicios en la alimentación de los chilenos.
