Durante los últimos días se han sucedido los análisis de coyuntura que permiten proyectar las perspectivas del movimiento social por la educación. En ellas es posible observar dos tendencias claras: en primer lugar, aquellas que tienden a centrar la coyuntura desde la perspectiva de los estudiantes universitarios[i]; en segundo lugar, aquellas que tienden a enfatizar la acumulación en la estrategia del aparato de poder (son las más comunes, se encuentran desde la Concertación hasta el Partido Igualdad). Sin duda que existen otras que tienden a enfatizar en la construcción de una estrategia objetiva del campo popular, pero ellas tienden a ser excluidas o invisibilizadas de la construcción mediática porque tienden a ser señaladas como extremistas e irrealizables. Este texto se instala en contraposición a las dos primeras interpretaciones. Esto, pues, si bien puede parecer muy importante lo que se genere desde el actor estudiantil, es claramente insuficiente, por lo que no me interesa analizar el proceso político parceladamente. Respecto a la segunda línea interpretativa, sencillamente señalo mi oposición a ella, como espero que quede claro en este texto.
Hasta el momento la lucha del movimiento social por la educación ha podido avanzar gracias a la combinación de tres eventos: 1) la acumulación histórica de sentido común[ii]; 2) la materialidad ingrata de quienes habitan el sistema educativo (estudiantes, profesores, apoderados, comunas, trabajadores del “servicio educacional”, etc.); 3) una estrategia político comunicativa muy eficaz en su masividad, pero poco eficiente en su acumulación política[iii]. Obviamente esto admite matices, pues mientras en el tercer punto el movimiento secundario crece muchísimo más[iv] que el universitario o los profesores, sus reivindicaciones tienen un mayor nivel de naturalización neoliberal que las universitarias o docentes, por lo que no logran ser más eficaces comunicacionalmente, que las primeras.
Como lo ha señalado Gabriel Salazar la tozudez del aparato estatal en ceder a las demandas de sentido común instaladas el año 2011 se debe a que la educación representa la viga maestra del sistema económico creado por la Dictadura-Concertación[v]. Los intereses entrelazados de las élites asociadas a estos proyectos políticos impiden la posibilidad de una transformación estructural, que es la que está solicitando el movimiento. En este sentido no puede sorprender la reacción oportunista de algún historiador de la aristocracia o los análisis “políticos” de un comentarista de cine en relación a la obviedad de la crisis actual y sus respuestas (ambas en un diario perteneciente a COPESA, ligada a la UDI y el Opus Dei). Sólo hasta ayer hacían piruetas para apoyar a Lagos, pero hoy pretenden dar recetas a quienes los desprecian.
Sin embargo, frente al oportunismo, el hamletismo (en alusión a la célebre tragedia de Shakespeare), el progresismo y otras formas de ideologismo, la estrategia orgánica del campo popular aparece atravesada por cinco grandes interrogantes o crisis que necesita resolver.
La primera y central, en mi opinión, tiene que ver con su relación con lo político-institucional. Para cualquiera es obvio que la tremenda potencia desplegada por los jóvenes en las calles implicaría un gran aporte a un decadente y alicaído sistema electoral binominal. El hecho de que el movimiento haya logrado copar las calles un año antes de las elecciones edilicias es el fermento ideal para proponerse la construcción de acuerdos territoriales que permitan superar definitivamente, el año 2013, en la elección presidencial, el status quo generado por la constitución pinochetista[vi]. Creo que esta tendencia a interpretar el conflicto actual en términos electorales es el mayor peligro y la principal causa de una crisis situada en el campo antagónico, pero que puede terminar reventando en el propio movimiento social. Resolver esta tensión garantizando dos principios me parece fundamental: en primer lugar, el respeto al trabajo territorial y los objetivos prácticos que las organizaciones se encuentran realizando; en segundo lugar, llevando las discusiones del punto anterior a la confluencia entre objetivos estratégicos del campo popular y fórmulas tácticas radicalmente autónomas y autogestivas. Sin embargo, dejaré el desarrollo de estos aspectos para cuando hable de la quinta crisis.
En segundo lugar, una crisis materialista del poder. Cuando observamos los movimientos tácticos[vii] de los dos campos de fuerza en disputa (popular vs. sistémico[viii]) podemos observar dos tendencias en el campo popular: la primera marca un alza en el ciclo de movilizaciones, lo que fractura la capacidad de las viejas prácticas: represión, cooptación, infantilización, invisibilización, etc.; la segunda expresa una falta: la necesidad de coordinación. Derivado de lo anterior existe una creencia en que el proceso de expansión de las micro orgánicas en lucha habría entrado en un punto de retorno y estancamiento acumulativo. Por ello la orgánica de mayor crecimiento en visibilidad (Partido Comunista) ya está sacando cálculos electorales y celebrando el crecimiento de 1% o 2% en sus posibilidades alcaldicias. Obviamente las celebraciones son muy apresuradas si consideramos el segundo aspecto descrito: lo incipiente de las redes de coordinación y la desconfianza histórica acumulada. De la salida de esta crisis depende la superación de la creencia en que ir más lejos es mejor que sostener más frentes conflictivos con fuerzas nuevas. Si bien la guerra de contagio[ix] hasta ahora ha demostrado una eficacia extraordinaria en los enfrentamientos reticulares y subjetivos, podemos visualizar sus límites al contrastarla con la guerra interna que deberá dar el movimiento social por la educación, para definir su salida a la tercera crisis.
En la película La Batalla de Argel de Gillo Pontecorvo, financiada por el Frente de Liberación Nacional (FLN), se traspasan los aprendizajes acumulados por parte de la lucha insurreccional argelina en oposición al imperialismo. Un momento muy importante en ella lo representa la transición entre el focalismo guerrillero y la lucha de masas vinculada a la huelga general. Esta transición que en la película termina con la victoria de los paracaidistas franceses al lograr desarticular la red de células con que cuenta el FLN en la ciudad de Argel es explicada por uno de los líderes en la película a Alí la Pointe (un ex delincuente común que sirve de personaje ancla hasta el final de ella) mediante el siguiente argumento: la lucha frontal contra el enemigo y sus golpes tácticos tienen como objetivo convencer a las masas populares de que unidas pueden derrotarlo. Ante esto, Alí responde con la pregunta acerca del costo del sacrificio para el FLN en términos de vidas y organización. La respuesta final genera inquietud: la liberación nacional llegará sólo cuando las bases hayan perdido el miedo y golpeen coordinadamente. Ante un ejército profesional e invencible, la única victoria es volver inútil la lucha confrontacional directa. Pero, ¿cómo se alcanza tal acumulación de armas morales[x]? La respuesta de la película es muy clara, se necesita la combinación de dos principios: honestidad e identidad[xi]. Gracias al primero es posible derrotar al oportunismo en todas sus formas; en cambio, el segundo hace posible la amalgama estratégica que constituye la fuerza capaz de impactar el sistema y construir uno nuevo. Dos aprehensiones deben marcar la definición de estos principios: el sectarismo y la burocratización. En este aspecto no existen recetas, a pesar de que haya habido experimentos que incluyen rotación y revocabilidad en los cargos, poder asambleario, capacidad de impugnación a las decisiones autoritarias, etc. En esta crisis no hay soluciones a priori, sino aprender haciendo.
La cuarta crisis tiene que ver con la definición de un objetivo de largo plazo. Mientras las discusiones sigan centradas en el ámbito educativo será imposible avanzar en una lucha que traspase la mera simpatía hasta convertirse en poder constituyente. Esto es obvio en la medida que una transformación profunda en el Chile neoliberal pasa por ser capaz de disputar en dos campos estratégicos: el modelo productivo y el tipo de estado nación que lo hace sustentable. Hasta el momento los objetivos propuestos han sido recuperados de la historia y la larga acumulación de luchas: nacionalización del cobre, sindicalización, reforma tributaria, gratuidad educativa, etc. Sin desconocer la importancia que tiene la historia (especialmente cuando es popular), la posibilidad de ir más lejos supone necesariamente (re)inventar los objetivos país adaptándolos a las respuestas objetivas de los movimientos del capital: globalización, desregulación financiera, desarticulación de la protección social en los países ricos, etc. Aunque el Estado Nacional Desarrollista y el Frente Popular le hayan dado momentos gloriosos a las luchas proletarias, intentar retornar a ellos sólo puede parecer razonable en orgánicas controladas por ancianos. Esta crisis es el fundamento basal sobre el que se sustentan los principios y los fines para un movimiento capaz de cambiar la historia.
Finalmente, la quinta crisis tiene que ver con los vínculos entre estrategia y tácticas. Ya he señalado que en el contexto actual de descomposición electoral institucional cualquier aire fresco representa un buen salvavidas. Esto incluso ha sido reconocido por Libertad y Desarrollo[1]. Debido a ello quizá ésta sea la crisis más difícil de sortear. La ambición de querer obtener réditos rápidamente contrasta con las condiciones de fuerza actuales. El hecho de que el aparato estatal chileno sea una innovación absoluta en las construcciones institucionales globales existentes hasta hoy es la mejor muestra de esto. Chile cuenta con él mayor nivel de privatización educativo, con un sistema electoral capaz de inhibir la participación popular, con una desarticulación de las organizaciones de trabajadores y la precarización del trabajo en forma transversal, entre varias anomalías más. Es por ello que si bien el objetivo estratégico es claro (socialismo en sus más variados ámbitos: económico, político, cultural, subjetivo, inter relacional, etc.), no sucede lo mismo con las tácticas desarrolladas para alcanzarlo. Deshacer este nudo gordiano no es tarea fácil, pero al igual que en la época de Alejandro Magno, creo que las respuestas pasan por unir tres factores: innovación, sorpresa y concentración de fuerzas en un punto a la vez. Esto no implica abandonar la multiplicidad de espacios político-económicos en que el sistema abre flancos, sino en concentrar cada vez la fuerza en uno de ellos hasta constituir retaguardias territoriales capaces de coordinarse y replegarse tácticamente. En esto nuevamente el movimiento social por la educación ha sido capaz de anticiparse, evidenciando los errores más frecuentes, las victorias más relevantes y una batería de métodos de lucha que han puesto contra las cuerdas al aparato político institucional.
El próximo conflicto sectorial que emerja permitirá evaluar los avances en la resolución de estos cinco aspectos críticos en la coyuntura actual. La capacidad del movimiento social de romper la construcción mediada por pantallas y avanzar en acciones comunes definidas por colectivos territoriales amalgamados detrás de un objetivo estratégico que lea la globalidad de las relaciones de poder será la garantía para derrotar la actual confluencia de intereses y actores en el ámbito educativo. Sólo cuando la situación de enfrentamiento conflictivo haya dado paso a una situación de tranquilidad podremos evaluar si la agitación implica acumulación. Mientras ese momento llega el movimiento tiene la opción de elegir sus siguientes pasos.
* Doctorando en Filosofía Universidad de Chile Investigador. Coordinación de Publicaciones del OPECH
[1] Véase: http://ciperchile.cl/2011/09/12/oxigeno-democratico/
[i] Quizá el mejor análisis en esta línea sea el desarrollado por Sebastián Osorio. Para leerlo: http://www.lachispa.cl/2011/09/14/negociar-con-el-diablo-acerca-de-la-%E2%80%9Cconversacion%E2%80%9D-con-el-enemigo-y-la-movilizacion/
[ii] Con 3 hitos centrales: mochilazo, rebelión pingüina, actuales movilizaciones.
[iii] La capacidad de acumulación de la alegría carnavalesca desprovista de nexos estructurales en lo político-económico.
[iv] Viene acumulando fuerza desde hace más de 1 década, cuando se desvinculó de las estrategias partidistas.
[v] Para su análisis, léase la entrevista aparecida en El Ciudadano n° 110.
[vi] Analicé esta perspectiva en un texto anterior. Para leerlo: http://www.elciudadano.cl/2011/08/23/ni-ahi-con-el-plebiscito/
[vii] Aunque incompleto y centrado en la Universidad central en la siguiente página es posible observar la mayoría de las acciones realizadas por el movimiento estudiantil y el gobierno, quienes no son los únicos participantes del conflicto. http://www.dipity.com/Cecso/Movimiento-Estudiantil-2011/
[viii] Prefiero hablar de sistémico para incluir la alianza entre intereses políticos, económicos, culturales, sociales, simbólicos, religiosos, espaciales y otros, que si bien tienen un fundamento económico, pueden sacrificar los intereses inmediatos en este ámbito, a cambio de la consolidación de la estabilidad natural del orden social existente. El ejemplo ejemplar de esto se encuentra en Longueira, pero atraviesa a la UDI y probablemente la DC.
[ix] Entiendo por ella la estrategia en el campo popular que permite ir aunando formas de vida, cuerpos, conciencia moral (J.C. Marín) y nuevas relaciones sociales. La guerra de contagio tiene como objetivo subvertir el orden simbólico para desde ahí levantar articulaciones políticas horizontales, que permiten el real ejercicio del poder y su encantamiento con el rol de la deliberación común y sus resultados (positivos y negativos).
[x] Uso el término en el sentido descrito por el profesor Juan Carlos Marín en el libro Conversaciones Sobre el Poder. Especialmente el capítulo Armas Morales. Véase:
http://www.archivochile.com/Portada/6_estudios_ideas/5_est.pdf
[xi] Justamente es Alí quien debe deshacerse de un ex compañero que vive de la explotación sexual y la venta de droga, para limpiar la Casbah, el barrio árabe.