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Divinas veleidades

Columna de opinión por Wilson Tapia
Viernes 7 de octubre 2011 14:05 hrs.


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“Mirando el supremo bien de Chile”.  ¿Les suena conocida la frase? Es la que se utiliza, con matices, en cuanta declaración política aparece por estos barrios. Ni siquiera se hacen esfuerzos de originalidad. Los componentes son simples: el bien, como elemento supremo; la patria, como beneficiaria, y el desinterés, el adorno que da vigor a la voz del proponente. Es un ejercicio publicitario impecable. Sobre todo en estos días de virtualidad desenfrenada, de mensajes grandilocuentes y equívocos, en que el afán de ganar poder lo domina todo. Esta vez la responsable del mensaje fue la ampliada grey de cristianos que existe en Chile. Elaboraron el documento “Carta acerca de los valores fundamentales sobre la vida, el matrimonio y la familia”. Todos estuvieron “mirando el supremo bien de Chile”.  Bueno, no todos. Algunos debieron restarse porque mantienen discrepancias con fieles de su misma camada, que han llegado a la Justicia.

Este grupo, que dice representar al 85% de los chilenos que profesaría convicciones cristianas, está integrado por la Iglesia Católica,  la Mesa Ampliada de Organizaciones Evangélicas, Cristianos Ortodoxos, Iglesia Metodista Pentecostal, Iglesia Pentecostal Apostólica e Iglesia Anglicana. Resumiendo, la posición de este conglomerado de pastores defiende la solidez de la familia.  Y en su base, obviamente, ésta tiene que estar conformada por un hombre y una mujer.  Cualquier cambio que se pretenda introducir en la materia, atenta contra el orden natural y las “profundas convicciones arraigadas en nuestro pueblo”. También les parece improcedente que se intente “introducir en nuestra patria el aborto”. Por cierto, el matrimonio o uniones de hecho entre personas del mismo sexo es anatema. Igualmente molesta a los cristianos que se utilice el término “orientación sexual”, porque “su ambigüedad ha derivado, en otras naciones, en una distorsión de la sexualidad y de las bases de la familia”. Y todas estas consideraciones concluyen en un recordatorio: “la ley es una ordenanza social, moral y ética para todos y no puede imponerse contrariando la naturaleza de las cosas y vulnerando, creemos, el sentir mayoritario del país”.

No sé a ustedes, pero a mí, en esta realidad virtual y tan líquidamente baumiana que estamos viviendo, esto me suena a manifiesto político.  Conservador, por cierto, pero político.  Y, finalmente, está bien.  Pero me produce un poco de escozor que el conservadurismo siga escondiéndose en los pliegues de los ornamentos religiosos. El mundo ha cambiado y cuando ocurren este tipo de manifestaciones -que son lícitas, insisto- me da la sensación que se rebaja el nivel donde debe estar la religiosidad. Porque al entrar en la arena política, especialmente si se hace por el lado de los valores, me parece que existe la obligación de mostrar consecuencia.  Sobre todo si se trata de guías espirituales. De otra manera, no es más que un burdo ejercicio de escamoteo de poder, utilizando esa aspiración tan respetable y humana de aspirar a la trascendencia.

En estos días de cambios paradigmáticos, es muy peligroso asumir representaciones que no corresponden o esgrimir viejos fantasmas superados por el desarrollo de la humanidad.  Está muy bien que los pastores recurran a las encuestas.  Es una demostración de modernidad.  Pero no está tan bien que las utilicen sesgadamente y sólo para beneficio de su grupo.  Eso de que la ley no puede ir en contra de la naturaleza y del sentir mayoritario del país, lo suscribo plenamente.  Sin embargo, qué pasó con estos adalides de la democracia y de los sentimientos populares cuando los chilenos querían ley de divorcio y ellos se mantenían condenándolo con penas apocalípticas que alcanzaban incluso a los legisladores que aprobaran tan abominable disposición. Perdieron la batalla y dieron vuelta la página.  Pero ahora insisten en su representatividad, usando las encuestas en forma mañosa.

Y, más recientemente ¿qué opina la Iglesia Católica respecto al lucro en la educación? Es el mayor empresario en este rubro.  ¿Le importa que cerca del 85% de los chilenos estén por la gratuidad en materia de enseñanza?

Me parece que estos son temas relevantes en los que los líderes espirituales deben opinar.  Pero deben hacerlo desde una cierta altura.  No bajar al ruedo y utilizar las mismas banderillas que usan los políticos en la arena en que ellos se embisten. Cuando los seres humanos buscan respuestas en lo inconmensurable del altísimo, esperan aportes esenciales. Sobre todo, guiados por ese líder incontestable que es el amor. No se justifican esos juegos pirotécnicos que sólo pretenden mantener un statu quo claramente sobrepasado por la realidad social de este mundo globalizado.

Es cierto que no puede pedírseles otra cosa a los conservadores. Pero también es cierto que cada vez que pretendan camuflar sus demandas, hay que denunciarlos. El mundo está como está -y parece que está bastante mal- por estas posturas que “miran el supremo bien” de la humanidad.  Y, la verdad, sólo pretenden mantener una situación que beneficia a quienes manejan el poder.  Entre otros, los grupos religiosos. Si no fuera así, el “capitalismo salvaje” habría sido combatido realmente por Juan Pablo II.  No sólo denunciado, a la vez que su Iglesia profitaba de los beneficios del neoliberalismo a través de sus inversiones y de grupos económicamente tan poderosos como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei.

Mirando el supremo bien de Chile, aquí termino.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.