Es casi imposible no sucumbir ante la arrolladora avalancha de estudios y vaticinios que casi a diario aparecen en la prensa nacional e internacional realizados por calificados “analistas, académicos o expertos” que, con majadera insistencia, se refieren a la posibilidad cierta y al parecer cada vez más inminente de un ataque militar “preventivo” en contra de Irán o peor aún, anticipan desaprensivamente, sin ningún tipo de valoraciones éticas, el inicio de una guerra abierta y declarada en contra de la nación persa, con fines exclusivamente “preventivos”.
Se trata, ciertamente, de una campaña mediática de “acostumbramiento”, cuidadosamente diseñada y ejecutada a lo largo de meses y años con el fin de que aceptemos como inevitable, necesaria y justa una nueva guerra que afectará la vida de millones de seres humanos, generará la muerte de miles y miles de mujeres, hombres, de niños y ancianos, y todo ello, supuestamente, con la altruista finalidad de evitar que Irán pueda acceder a la tecnología que le permita en el futuro producir armas nucleares.
Desde luego, parece al menos discutible desde el punto de vista ético que Israel y Estados Unidos se autoproclamen las naciones elegidas en este caso para decidir qué países pueden desarrollar tecnología nuclear y, eventualmente, poseer armamento atómico y cuáles no. Es cierto que algunos dirigentes políticos iraníes han sido particularmente críticos con Israel y han calificado a esta nación como un “cáncer” que debe ser extirpado de la faz de la tierra. Tales expresiones desde luego son inaceptables, si bien en sí mismas no suponen un riesgo para la existencia de Israel.
De todas formas, por mucho que se rechace la política belicista del Estado judío y por muy repudiables que sean los abusos y atropellos que a diario comete la nación judía en contra del pueblo palestino, Israel tiene pleno derecho a existir como Estado, con fronteras reconocidas y aceptadas internacionalmente, como así también, tiene pleno derecho a su seguridad e integridad territorial. Eso está fuera de toda discusión.
Así lo ha reconocido en forma prácticamente unánime la comunidad internacional, no obstante, las muchas violaciones que comete a diario Israel en materia de derechos humanos, derecho internacional humanitario, etc., como lo es su política de usurpación de tierras y de establecimiento de asentamientos de colonos judíos en los territorios ocupados militarmente; la repudiable construcción de un muro divisorio segregacionista que se extiende en Cisjordania por más de 750 km.; el bloqueo criminal de Gaza, para no mencionar los “asesinatos selectivos” y las acciones terroristas realizadas por el Mossad, más allá de las fronteras de Israel.
Cabe insistir en que no es justificable que se pretenda poner en duda la existencia misma del Estado de Israel y por lo mismo, las declaraciones incendiarias de los ayatolas en tal sentido –hábilmente destacadas por los medios de comunicación occidentales- son absolutamente repudiables, como insostenible es que Israel se resista a aceptar la existencia de un Estado palestino. Los palestinos no tienen menos derechos que los israelíes a tener su propio Estado, pero la negativa del Estado judío a reconocerles ese derecho no es motivo suficiente que justifique en modo alguno las apocalípticas amenazas iraníes llamando a la destrucción de Israel.
Sin embargo, los retóricos ataques de los ayatolas contra Israel, por condenables que sean, tampoco justifican la reacción belicista de judíos y norteamericanos. Como lo señaló días atrás al diario “El País” de Madrid el ex embajador iraní, Hosein Musavián, quien fue el portavoz del equipo negociador de Teherán con la Unión Europea, entre el 2003 y el 2005, durante las tratativas concernientes al desarrollo nuclear persa, Israel ha estado amenazando a Teherán con un ataque militar desde el año 1988 en adelante, tras el fin de la fallida invasión iraquí a Irán.
Sin embargo, a juicio de quien ahora se desempeña como profesor e investigador de la Universidad de Princeton, (Nueva Jersey), los israelíes no están en una posición de fijar “líneas rojas” al desarrollo nuclear de Irán, porque Irán es miembro del Tratado de No Proliferación (TNP) y no posee armas nucleares. En segundo lugar, Irán ya ha alcanzado la capacidad para desarrollarlas y es capaz de fabricar armas nucleares si decide hacerlo, según expresa el profesor Musavián. En tercero, tener la capacidad de desarrollar armas nucleares no viola el TNP. Otros Estados, también tienen la capacidad de fabricar armas nucleares y no han sido objeto de escrutinio internacional alguno, insiste con razón el ex diplomático iraní. Por último, la OIEA (la Organización Internacional de Energía Atómica) es el organismo responsable de fijar “líneas rojas” en este asunto, no Israel.
Resulta por lo demás inaceptable que Israel pretenda fijar una línea roja a Irán e intente impedir que siga adelante con su programa nuclear, en circunstancias que Israel no es miembro del TNP y más aun, se ha negado sistemáticamente a aceptar cualquier inspección de la OIEA a sus centros de investigación nuclear. Como es igual de inaceptable que Estados Unidos -la única nación en la historia que ha hecho uso de armas nucleares- amenace militarmente a Irán por sus investigaciones nucleares, cuando Washington ha violado en forma flagrante sus compromisos internacionales como Estado miembro del TNP, al firmar un acuerdo de cooperación nuclear con la India, que ha desarrollado armas nucleares y no es miembro del TNP, junto con Pakistán e Israel.
Es más, Israel es directamente responsable del inicio de la carrera desencadenada para desarrollar y producir armas nucleares en el Medio Oriente, por cuanto fue el Estado judío el primero en dotarse de armas atómicas en la región, impulsando así la carrera en la que, supuestamente, estaría involucrado ahora Irán y antes Irak, hasta que Tel Aviv destruyó la central nuclear iraquí de Osirak, en 1981.
Pero volviendo al punto inicial de estos comentarios sobre la justificación que tendría una hipotética “guerra preventiva” en contra de Irán, convendría considerar más detenidamente lo dicho el pasado mes de diciembre por nada menos que el director del Mossad, Tamir Pardo, en el sentido que un Irán con armas nucleares no constituye necesariamente una amenaza para la continuidad de la existencia del Estado de Israel. Ante una audiencia de cerca de cien embajadores israelíes, Pardo, jefe de la inteligencia judía, aseguró que Israel estaba utilizando diversos medios para frustrar el programa nuclear de Irán y que continuará haciéndolo, pero si Irán realmente obtiene armas nucleares, no significaría la destrucción del Estado de Israel.
“¿Cuál es el significado del término amenaza existencial?”, preguntó Pardo. “¿Representa Irán una amenaza para Israel?” Por supuesto, respondió el director del Mossad, pero, el término “amenaza existencial se utiliza con demasiada libertad” –insistió- y a los embajadores asistentes les quedó claro que Pardo “no cree que un Irán nuclear sea una amenaza para la existencia de Israel”, reveló uno de los diplomáticos asistentes.
Las declaraciones de Pardo –que naturalmente no han merecido ni remotamente la difusión que alcanzan las declaraciones altisonantes de los ayatolas en contra de Israel – se agregan a un debate público que se ha abierto en Israel durante los últimos meses sobre un posible ataque a las instalaciones nucleares de Irán. Una de las figuras centrales de este debate ha sido el antecesor de Pardo como jefe del Mossad, Meir Dagan, quien argumentó que Israel sólo debe recurrir a la fuerza militar “cuando el cuchillo está en su garganta y empieza a cortar en la carne”, desestimando así la estrategia alentada por el primer ministro Benjamin Netanyahu y por el ministro de Defensa, Ehud Barak, partidarios declarados de atacar a Irán tan pronto como sea posible.
Es más, el ex director del Mossad, Dagan, acusó a ambos dirigentes de presionar a la opinión pública judía para justificar una agresión a Irán, al tiempo que advirtió que tal ataque podría tener consecuencias desastrosas para Israel. Como era de esperar, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reaccionó furioso ante los comentarios vertidos por Meir Dagan en una reunión informativa , quien –además- admitió ante los periodistas que Irán “no sería capaz de desarrollar una bomba nuclear antes de 2015”.
De manera que si los máximos jefes de la inteligencia israelí, que debemos suponer están bien informados, consideran que Irán no representa necesariamente en el corto o mediano plazo una amenaza real para la existencia del Estado de Israel: ¿Porqué el empeño y la obsesión de ciertos dirigente políticos judíos en atacar cuanto antes a Irán? ¿Qué se esconde verdaderamente tras esta estrategia?
Una hipótesis plausible es que Israel con su “guerra preventiva” en contra de Irán, lo mismo que con su actual intervención en Siria al lado de los “rebeldes” que pretenden derrocar a Asad,(apoyados por Estados Unidos, la Unión Europea, Catar, Arabia Saudita y demás regímenes árabes sunitas de la región), intenta consolidar y perpetuar su ocupación de los territorios palestinos. Para lograr este propósito, sin embargo, Israel requiere debilitar y eliminar en lo posible a los dos únicos adversarios que han discutido en el último tiempo sus afanes de dominación colonialista, vale decir, a Hilzbulá y Hamás, las dos agrupaciones político-militares no estatales que han osado desafiar con cierto éxito la incontrarrestable superioridad del aparato de guerra israelí.
Como se recordará, Siria es un país de mayoría suní, pero la familia del actual gobernante Asad y la élite que dirige la nación pertenecen a la secta alauí, una rama del chiísmo, que ha fortalecido sus relaciones con Hizbulá, organización dominante en El Líbano y una de las fuerzas armadas más combativas de la región. Asimismo, tanto Irán –cuna del islamismo chiita- como Siria se han valido de Hizbulá en El Libano y de Hamás en Gaza, para mantener viva la resistencia en contra de la ocupación israelita, con un muy alto costo militar y político para el Estado judío, como quedó en evidencia en la invasión de El Líbano del 2006, denominada por los estrategas israelíes, Operación Recompensa Justa y posteriormente, en la invasión de la Franja de Gaza de 2008-2009, bautizada como Operación Plomo Fundido.
De manera que el objetivo que perseguiría Israel con la desestabilización del actual gobierno sirio y su tantas veces anunciado ataque “preventivo” en contra de Irán, nada tiene que ver con el desarrollo nuclear persa, sino que mediante esta nueva agresión se pretende reducir o eliminar del todo el respaldo político, financiero y militar que reciben de los aliados chiitas de Teherán, tanto Hizbulá como Hamás. De paso, Israel castigaría con su ataque a los iraníes por la osadía que ha tenido el régimen de los ayatolas al apoyar a las fuerzas militares de Hizbulá y Hamas (1), que son las únicas que se han atrevido a desafiar su poderío militar en el último tiempo.
Corrobora lo anteriormente señalado el anuncio realizado hace pocos días atrás por el Consejo Nacional Sirio (CNS), principal frente opositor al régimen gobernante de Damasco, el que aseguró que una vez en el poder y derrocado Asad, romperá sus vínculos con Irán, Hamas y Hizbulá, al mismo tiempo que pidió una acción internacional más decisiva en contra del régimen de Bahar al-Assad.
En efecto, el presidente del Consejo Nacional Sirio (CNS), Burhan Ghalioun, declaró que si la alianza opositora llega a gobernar Siria, se procederá a “revisar” las relaciones de Damasco con Irán, así como con el movimiento de resistencia palestino Hamás y con la organización libanesa, Hizbulá. Las declaraciones de Burhan Ghalioun, aparecieron publicadas el recién pasado 2 de diciembre en el periódico “The Wall Street Journal”.
De manera que puede sostenerse con fundamento que las amenazas israelíes en contra de Irán, junto a los anuncios de sanciones económicas anunciadas por EE.UU. y la Unión Europea, que han tenido ya nefastas consecuencias sobre los precios del petróleo, castigando a los consumidores del todo el mundo, nada tienen que ver con el programa nuclear iraní, como la invasión de Irak no tuvo relación alguna con la supuesta existencia de armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.
Sin embargo, por evidente que ello parezca, las opiniones de analistas, expertos y académicos, que en forma abrumadora entregan los medios nacionales e internacionales, continuarán insistiendo en la necesidad de un ataque “preventivo” en contra del demonio iraní. No es nada nuevo, se trata de la conocida estrategia de “ganar los corazones y las mentes” mediante una intoxicación masiva de los medios de comunicación, a fin de que obtener el apoyo necesario para una repudiable guerra de dominación.(2).
Nicolás Caritat
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(1) Los cambios provocados por la “Revolución en la Seguridad Israelí” y la entrada del país en la era post-heroica, como la describe Guillem Colom, quedaron en evidencia en la guerra desarrollada en el verano de 2006, denominada Operación Recompensa Justa, que enfrentó al Tzahal (las Fuerzas de Defensa de Israel) con el Hezbulá, un enemigo no-estatal que se había preparado durante años para una incursión terrestre israelí al Líbano. En esa contienda bélica quedó de manifiesto que el ejército hebreo no estaba preparado, equipado, ni entrenado para enfrentar una guerra no convencional en un escenario preferentemente urbano.
Las limitaciones y carencias del Tzahal quedaron confirmadas posteriormente durante la cruenta invasión de la Franja de Gaza de 2008-2009, denominada Operación Plomo Fundido, acción militar de gran envergadura y que había sido preparada con meses de antelación por los altos mandos israelíes. La incursión militar que tenía por objetivo expulsar de la Franja de Gaza a la organización y dirigencia de Hamás resultó un fracaso y en ella murieron 14 soldados israelíes, al tiempo que iniciada la ofensiva militar, los grupos palestinos en la Franja de Gaza respondieron intensificando el lanzamiento de cohetes hacia Israel, de manera que el sur del territorio israelí se vio sometido a una situación de permanente alarma, y los cohetes alcanzaron en repetidas ocasiones las ciudades de Sderot, Ascalón, Asdod y Beerseba, provocando la muerte de un soldado y tres civiles israelíes, así como decenas de heridos.
(2) Ganar los “corazones y las mentes”: La guerra de la desinformación. Mediante un documento desclasificado y difundido por la National Security Archive, el Pentágono presentó tiempo atrás su estrategia para controlar la información. Titulado “Information Operations Roadmap”, el documento, fue rubricado por Donald Rumsfeld con fecha 30 de octubre de 2003, y en él se examinan las diferentes actividades a desarrollar relacionadas con el control de la información. El conjunto de estas actividades va desde la guerra electrónica a la intoxicación masiva de los medios, pasando por la «guerra a Internet», sin contar las operaciones psicológicas (Psyops). Esta estrategia fue puesta en práctica por primera vez inmediatamente después del 11 de septiembre, ocasión en que el Pentágono crea, en el mayor secreto, el Office for the Strategic Influence (OSI), una agencia de propaganda encargada de modelar las opiniones públicas a nivel planetario mediante una intoxicación masiva de los medios de comunicación, a fin de apoyar la guerra contra el terrorismo.
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