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Que Arturo Martínez no impida ver el bosque

Columna de opinión por Patricio López
Jueves 22 de marzo 2012 7:39 hrs.


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Es lo más fácil –y seguramente justo- concentrar en la persona de Arturo Martínez los males del sindicalismo chileno actual. Su decisión mezquina de continuar perpetuándose en la CUT y las sospechas que genera su pacto con la CPC contribuyen a esta percepción. La perspectiva de largo plazo de su añoso liderazgo es lapidaria: bajo su mandato la Central se ha jibarizado y desprestigiado, arrastrando con ello a los trabajadores a famélicas negociaciones en temas tan sensibles como el sueldo mínimo y la mesa del sector público.

Sin embargo, esta suma de evidencias no debe llevar a creer que su salida de la Central resolvería el problema. Martínez es la encarnación de problemas más profundos y podría ser perfectamente posible que con otro dirigente que lo reemplazara las cosas siguieran igual. Por ello, su eventual salida de la CUT sólo sería fértil si va de la mano con una reforma política e institucional de la organización.

El líder de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Cristián Cuevas, ha sido claro en afirmar que Arturo Martínez ha ganado las elecciones “gracias a la corrupción”. Cuando usa estos términos, no alude a conductas puntuales sino a un “orden” que ha permitido eternizar al presidente sin control de las bases. En este modelo, el principal problema es la inexistencia de la elección mediante sufragio universal y su reemplazo por delegados que “acreditan” una determinada cantidad de votos ¿Cómo se hace? Con dinero que equivale a las cuotas de los supuestos afiliados y sin padrón. Gracias a ello, han proliferado en la CUT sindicatos fantasmas, inexistentes en la vida real y manipulados por agentes funcionales al actual mandamás.

Este fenómeno ha convertido al proceso electoral de la CUT en una mascarada donde siempre pasa lo mismo. En los Congresos, el voto que una minoría levanta para cambiar el mecanismo de elección por sufragio universal es aplastado y luego, cuando llega la elección, Arturo Martínez invoca cifras inverosímiles. Como lo hizo en la última elección, cuando afirmó que la Central la integran 782 mil trabajadores y que él había recibido 137 mil votos. Imposible de acreditar: ningún trabajador votó por él, ni contra él.

Mientras la CUT se desangra en esta decadencia, hay otros que ganan a costa de los intereses de los trabajadores. En temas relevantes como la discusión del sueldo mínimo, organismos calificados como la Fundación Sol han advertido que la Central concurre a negociar con total amateurismo, sin ningún estudio que considere cuestiones básicas como la inflación, la evolución del costo de la canasta familiar y otros. En los últimos años, el modus operandi ha sido que Martínez anuncia una cifra totalmente arbitraria, induce al Parlamento a actuar con un techo de negociación y termina llegando a acuerdo, por lo general en torno a una cifra que ni siquiera alcanza a suplir el aumento en el costo de la vida.

Surge aquí otra necesidad: la CUT debe tener un departamento técnico o de estudios, con profesionales especializados tal como lo tiene, por ejemplo, el Colegio de Profesores.

También ha sido evidente, en los últimos dos años, el modo en que el presidente de la CUT ha boicoteado la negociación de la ANEF respecto al reajuste del Sector Público, confundiendo al Parlamento y a la Opinión Pública sobre quién es el interlocutor válido. Si la Central no quiere sufragio universal, entonces debe aceptar una realidad: las negociaciones deben hacerla los dirigentes que tienen votos reales y capacidad de movilización, no los que tienen votos imaginados y no tienen convocatoria.

Por último, la que en principio es una deseable relación entre las organizaciones políticas y sociales deja de ser tal cuando éstas últimas carecen de bases reales, puesto que entonces los partidos pasan a tomar el control total. Se sabe, en el caso de la CUT, que la larguísima presidencia de Arturo Martínez ha sido fruto de un pacto de no agresión entre los partidos Socialista y Comunista, lo que en la práctica es el verdadero sostén del actual presidente.

La CUT no puede hoy liderar la lucha por la democratización del país, porque no es democrática. No puede ser eficiente en aumentar la sindicalización, puesto que en su seno no promueve la participación de los trabajadores. Y no puede sumarse con credibilidad a movilizaciones como las de Aysén o Calama, porque sus actuales liderazgos obedecen al mundo de las cúpulas y poco tienen que ver con las bases.

Estos temas de fondo deben ser discutidos más allá de la persona de Arturo Martínez, quien es el síntoma y no la enfermedad. En caso contrario, los trabajadores chilenos seguirán estando indefensos ante un poder económico que crece, coopta al Estado y avasalla a la débil estructura sindical.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.