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El derecho a rebelión de los estudiantes

Columna de opinión por Hugo Mery
Jueves 30 de agosto 2012 9:16 hrs.


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Con el movimiento estudiantil reactivado el 28 de agosto, los alumnos universitarios y de la enseñanza  media respondieron con hechos contundentes al oficialismo y numerosos analistas que hablaron de  “protestas en el final del túnel”.

Atrás quedaron proposiciones tan absurdas como las del alcalde de Santiago, quien con una supuesta magnanimidad pidió a quienes se tomaban los colegios confinarse en un espacio para ellos y reservar otro para sus compañeros que deseasen estudiar.

Es como si una parte de la población se tomara un país por la fuerza y dejara manifestarse con plena libertad a quienes no compartieran tal acción.
Lo que el inefable edil Zalaquett demostró no comprender es que los estudiantes movilizados ejercían el derecho a rebelión contra una situación que les tañe y consideran injusta. Un derecho que,  ejercido a nivel nacional con el debido respeto a la vida y la integridad de las personas, se encuentra legitimado por la justicia, no la de las leyes, sino por un código ético de derechos y obligaciones.

Tanto ejercieron sus deberes los jóvenes líderes chilenos que para los paros y las tomas observaron  originariamente la práctica de democracia interna, al consultar a los miembros de sus comunidades.

La limpieza de las respectivas votaciones – todas  ganadas con alrededor de un 54 por ciento- fueron testimoniadas por rectores como Jorge Toro, del Instituto Nacional (“los alumnos son muy institucionales”) y por estudiantes que no estaban de acuerdo con las propuestas de la mayoría.
Para que el derecho a rebelión pueda tener éxito debe interpretar por los menos a una parte muy significativa de los afectados. Y el movimiento estudiantil chileno tuvo un declarado apoyo de la mayoría de la población, un reconocimiento inicial de las autoridades y una aceptación –en muchos casos a regañadientes- de las clases dirigentes y grupos de poder.

La empatía la manifestaron incluso los perjudicados por las acciones vandálicas de encapuchados marginales que se desataban después de los bailes con disfraces, cantos ingeniosos, besatones y otras manifestaciones creativas de los protagonistas. Los apoyos externos a la justeza de las movilizaciones  no impidieron que los encuestados de la famosa CEP y de La Tercera-Imaginación deploraran la violencia y las tomas de colegios, aunque repudiando igualmente la represión y los desmedidos desalojos de Carabineros, con desnudos forzados de jóvenes en algunos cuarteles.
Las declaraciones favorables resurgieron apenas terminó la protesta del martes, por la alta convocatoria e impronta pacífica, después de un semestre signado por el inmovilismo, la apatía y el desgaste.

Esta última palabra sigue rondando, pese al recobrado éxito, en los análisis de una pléyade de dirigentes que demostró capacidad para rehacerse y  ponerse a la altura de la que encabezó las federaciones el año pasado.

Aunque las movilizaciones puedan no seguir, sus reivindicaciones ya quedaron instaladas en la agenda nacional, y estarán entre los puntos número uno de los debates en la próxima contienda presidencial.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.