Uno desearía sinceramente que la bofetada que acaba de recibir nuestra clase política con las elecciones del domingo pudiese provocar en ella una reacción sana y lúcida. Esto es abrirse a un cambio de comportamiento y crear rápidamente las condiciones de una nueva institucionalidad. Sin embargo, lo más probable es que nada de ello se produzca pues así como no se pueden esperar peras del olmo nada bueno puede venir de las altas esferas donde reinan el desbarajuste y la incompetencia.
La enorme abstención del domingo 28 no ha hecho, por lo demás, más que revelar un mal que corroe a nuestra sociedad desde hace ya varios decenios. En efecto, los electores que no se presentaron a las urnas son por una parte quienes no habiendo votado nunca fueron inscritos automáticamente y por otra parte aquellos que habiendo votado anteriormente lo hacían a menudo por obligación, y muchas veces no por obligación cívica sino por evitar la sanción. La no participación en el proceso electoral se ha convertido así en una constante de nuestra vida social sin que esta conducta pueda ser interpretada siempre como una verdadera reacción política.
Una parte de nuestra ciudadanía, muy probablemente minoritaria, no ha querido votar por las razones legítimas que todos conocemos. Sin embargo, es muy posible que para una parte muy importante de los abstencionistas y numéricamente más significativa, la vida política y nuestros intereses como país no representan nada o por lo menos nada importante. Entre estos últimos se encuentra , a no dudarlo, esa parte de nuestra nación que sin la educación política que antes brindaban sindicatos, partidos y asociaciones, se ha sumergido en el marasmo abyecto y envilecedor fabricado por los medios de comunicación que son los pilares del neoliberalismo, y para los cuales no hay nada fuera del dinero y del consumo.
Así, la tarea se anuncia compleja y de largo aliento, ya que no se trata únicamente para nosotros de remplazar instituciones y clase política sino de forjar lo que hoy día no existe: una sociedad de hombres y mujeres libres y conscientes de sus intereses como miembros de un Estado.
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