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Voto voluntario como instrumento de cambio

Columna de opinión por Hugo Mery
Miércoles 31 de octubre 2012 10:52 hrs.


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Si algo empezó a cambiar en Chile, por la debacle suscitada por el voto voluntario, es el comienzo del fin de las oligarquías partidarias, lo que debería agradecerse al 61 por ciento de los ciudadanos que no concurrió a votar.

No importa que la tan alta e histórica abstención tenga variopintas razones. Porque si bien muchos no quisieron sufragar en protesta por el sistema político y otros por simple desafección, lo importante es que una clase política venida a menos no fue capaz de convencer a unos y otros.

A unos por ceguera, envejecimiento e incapacidad para generar un proyecto de sociedad acorde con los nuevos tiempos, a otros por falta de liderazgo para sacarlos de la apatía y lo que un twitero llamó “agnosticismo político”. Entre éstos últimos se cuentan los que  tuvieron  falta de motivación por descreimiento que su voto iba a influir en algo, no valiendo la pena molestarse, y los que no saben para qué sirve votar, esto por una falta de educación cívica acentuada por un sistema binominal en que sale uno y uno por lado.

Por supuesto que no saben que la elección de alcaldes es uninominal y la de concejales proporcional, y que si antes Carolina Tohá, por ejemplo, salió diputada junto a al derechista Alberto Cardemil, ahora era sólo ella o el alcalde Zalaquett quien ganaba. Lo que prima en la conciencia colectiva es la forma empatada de elegir parlamentarios.

Pero Tohá ya era parte de la élite, en cambio Josefa Errazuriz es una recién llegada que, al igual que Michelle Bachelet en Las Condes, no logró ser electa concejal por Providencia cuando postularon.

El caso es que María Josefa, hija de Errazuriz Letelier y de Guilisasti Tagle, surgió de la actividad vecinal en su comuna de siempre. Esto confundió al despectivo  coronel Labbé, que la tomó como simple dueña de casa, olvidando que como socióloga de la Universidad de Chile trabajó 33 años en el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas.

En su condición de independiente, se allanó a participar en las primarias organizadas en la comuna por la oposición. A pesar de la escasa convocatoria, el acto tuvo la consecuencia de dejar en el camino a un brillante liberal de derecha como Cristóbal Belllolio, pero sobre todo a Javier Insulza, que joven y todo representa la élite socialista en su condición de hijo y heredero del ex ministro y actual secretario general de la OEA.

No es muy aventurado decir que si Insulza hubiese sido el candidato, más difícil resultaba desalojar al alcalde Labbé, pese a los errores de éste que desnudaron su arrogante personalidad.

Téngase el juicio que se quiera tener de Josefa Errazuriz, no puede negarse que su actividad desplegada en “Povidencia Participa” trae un aire nuevo a la política y que la futura candidata presidencial estará inspirada en su ejemplo para impulsar un “Chile Participa”. Aunque la nueva alcaldesa prefiera guardarse su bacheletismo, es una buena estrategia la suya de reservarse para el programa que se ofrezca a nivel a presidencial.

Para proyectar bien las enseñanzas que dejan las elecciones municipales de anteayer domingo, la abanderada in pectore a la reelección deberá también atender al surgimiento de una Maya Fernández en Ñuñoa y un dirigente estudiantil como Camilo Ballesteros en Estación Central: tendrá que llamar a colaborar consigo y a representarla en el Parlamento a figuras nuevas, jóvenes y menos jóvenes. Los Pancho Vidal, Alejandro Foxley y Andrés Velasco y los incumbentes en general tendrán que irse de embajadores en reconocimiento de los servicios prestados en el pasado, pero la cancha local debe llenarse ahora con la generación de recambio y renovación.

Lo que ha pasado en Chile es que los movimientos sociales empezaron a movilizarse sin vuelta, gatillados por los estudiantes, pero expandiéndose a diversos sectores.

Los nuevos liderazgos quedaron a la vista: Iván Fuentes en Aysén y Giorgio Jackson y otros varios en el movimiento de los alumnos.

La audacia de quien llegue a La Moneda en un año y medio más debe carecer de complejos. Así como el Presidente Allende nombró al obrero Américo Zorrilla como ministro de Hacienda, la que eventualmente se repita el plato podría nombrar –con todo el escepticismo que se suscite- a una Camila Vallejo como ministra de Educación.

A su vez, los desafiantes de hoy tienen que evitar que los instrumentalicen las costras dirigentes actuales, a las que costará comprender las carencias de la democracia instituida, un sistema que si bien no computaba  los casi dos tercios de abstinencia, en la práctica el universo electoral era sub representativo, al no inscribirse para votar diez millones que podían hacerlo.

La voluntariedad del voto dejó ahora al descubierto una realidad que la clase política no quería ver, tanto que no previó una participación tan escasa para los parámetros chilenos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.