La ruptura

  • 17-11-2012

Dentro del 60 por ciento de ciudadanos que se abstuvo de sufragar en las últimas elecciones municipales no sólo están los que siempre se muestran desinteresados por la política. Es evidente que esta vez un buen número de chilenos quiso manifestar ruptura con el orden político y económico actual, su repudio al comportamiento general de la clase política, como su opción por un orden nuevo que surja, como es debido, de una carta fundamental refrendada libremente por el pueblo.

Incluso entre los que concurrieron a sufragar se expresó con nitidez el alto respaldo a los candidatos independientes o a quienes se atrevieron a desafiar a los alcaldes y concejales perpetuados y corrompidos en sus cargos. De esta forma es que se pudo celebrar el triunfo de una Josefa Errázuriz, en la comuna de Providencia, victoria que ella misma atribuyó a “una nueva forma de hacer política”, como textualmente se lo representara a la expresidenta Bachelet. Por más que los partidos sacaran “cuentas alegres” al momento de los escrutinios, lo cierto es que la militancia de los candidatos se tomó muy poco en cuenta a la hora de sufragar, toda vez que la propaganda desplegada soslayara deliberadamente algo que debiera estar explícito en un proceso serio y transparente, como la opción política de quienes dicen representarnos.

No es casual que el partido más populoso del país,  la UDI, prefiera apoyar la postulación presidencial de un independiente en vez de un hombre de sus filas. Parece realmente increíble que al interior de la Democracia Cristiana, partido que tuvo fuerte carácter ideológico, haya quienes prefieren postular a una candidata de otro partido en vez de esos dos camaradas deseosos de medirse en una elección primaria con ella. En estos y otros casos está visto que estos referentes políticos lo que quieren es asegurar su mantención, retorno o acceso a La Moneda por sobre cualquier ideario programático. En el reconocimiento, por supuesto, de que el país viene practicando una ruptura con el pasado y las expresiones más recurrentes de la cupularidad partidista.

Los más intensos operativos actuales se concentran en la búsqueda de abanderados mágicos que puedan capturar apoyo sin mayor consideración de los partidos que los respalden, por lo que han sido su propios despropósitos o de los equipos que inevitablemente los rodearán en su eventual ejercicio en la Presidencia de la República.

Resulta extraño que en el cuadro de desencanto general con los actores y referentes de la política, en la convicción de tantos votantes y no votantes de que ya es hora que se rompa con el pasado y se opte por nuevos rostros y desafíos políticos, no emerja estrategia y liderazgos que se propongan sin equívocos el cambio, renuncien a todo intento de obtener migajas electorales del sistema electoral binominal y con valentía demanden el apoyo del pueblo para ejercer una franca ruptura con el orden establecido y sacralizado por lo que se identifica como el duopolio político representado por las dos grandes alianzas electorales y los partidos que los integran como titulares y comparsas. Expresiones que en los “votos válidamente emitidos” todavía marcan porcentaje, pero que en el universo electoral quedaría todos muy por debajo de los dos dígitos,

Un camino de ruptura que aspire a llegar a la Moneda con votos pero, sobre todo, con el respaldo popular necesario para cercar la política autoritaria y excluyente que se erige como la gran camisa de fuerza de los cambios que Chile espera. Institucionalidad dentro de la cual parece completamente ingenuo esperar equidad social, educación y salud para todos, como una democracia participativa. Cuando los integrantes del Ejecutivo y del Poder Legislativo son, justamente, grandes beneficiarios de las leyes que se perpetúan o dictan.

En el enorme desprestigio de la clase dirigente, hasta sectores del empresariado nacional han decidido apostar por nuevos derroteros políticos, otorgándole millonario apoyo a una opción como la del ex ministro de Hacienda Andrés Velasco (independiente también), en un ingrato esfuerzo por desalojar ahora de La Moneda a los actuales y anteriores moradores que tanto colaboraron a la más escandalosa concentración de la riqueza e nuestra historia. En su propia ruptura con el duopolio político, la clase patronal demuestra su agudo olfato por los buenos negocios y busca un servidor que sea todavía más dócil a sus intereses. Antes que la ruptura popular con el orden establecido, convierta las actuales movilizaciones sociales en inevitables convulsiones. Y una nueva crisis institucional.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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