Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 26 de abril de 2024


Escritorio

90%


Sábado 29 de diciembre 2012 18:19 hrs.


Compartir en

Un 90%  sería un indicador maravilloso si fuera, por ejemplo, el del número de chilenos que entienden a cabalidad lo que leen o si fuera el índice de personas que ganan sobre un millón de pesos o, por último, si fuera la cobertura gratuita en educación y salud, pero no, es la cifra de honorables que se quieren repetir y repetir y repetir y……. el plato, apernándose casi a perpetuidad en los mullidos y muy bien remunerados sillones del Congreso, donde el control por parte ciudadana es lo más cercano al cero y donde los cargos, verbigracia el binominal, son repartidos como dádivas divinas entre unos pocos elegidos, sin contar con la puerta chica que, amorosa y cariñosamente se dejaron los parlamentarios, la cual permite la aberrante institución de los designados o de los denominados como les gusta que les digan, para que no suene tan anti democrática su enfermiza y enfermante estadía en Valparaíso.

Lo curioso de este indicador es que se esconde detrás de las caras llenas de solemnidad republicana de los representantes impopulares cuando hablan, al estilo de los tribunos de antaño, con voz altisonante, contándonos que ellos y las pocas ellas, están por la democracia y el desarrollo, por la renovación y el Chile del futuro, en un estilacho tan estudiado y profundo que más de un ingenuo se lo traga completito y vuelve, feliz como una perdiz a votar por ellos, cuando lo que correspondería sería botarlos y no votarlos.

El otro problema que encierra esta mañosa cifra es que no hay para donde girar la vista, ya que  las caras nuevas no son más que malas copias de las caras viejas, metidas en las mismas estructuras partidarias, repitiendo las mismas monsergas sin sentido sobre la importancia del sueño reparador de las ranas en el centro de China, salpicadas de algunas cosillas con olor a progresismo , pocas eso sí para que sus partidos no les den la patada en las posaderas, del tipo: habría tal vez que, de alguna manera, en la medida que nuestras fuerzas se alinearan o que las condiciones políticas lo permitieran, reflexionar sobre los temas que hoy por hoy aquejan de manera tan agobiante a nuestra sufrida ciudadanía para que una vez instalados en el (gobierno, cámara de diputados, senado, alcaldías, centro de padres, etc.) logremos llegar a un consenso sobre estos problemas y sus probables soluciones. O sea, la nada misma envuelta en papel de regalo de hartos colores reflotando los collares con piedras brillantes para engatusar a los nativos. Si lo anterior le suena “la medida de lo posible”, no es casualidad, es de adrede.

La única y gran gracia, probablemente, de este noventa por ciento, es que es ecuánime, parejito, no distingue por credo, partido o ideología, no discrimina a nadie, abarca desde la UDI al PC, por lo que debe de ser el único acto de integración real en un país altamente desintegrado y guetificado, llevando a la cada vez más desacreditada clase política a su acto más sublime de democracia perfecta, al escenario donde todos son amigos y hermanos, a la consumación del modelo que les permite generar esta anomalía, curiosamente repudiada por el 90% del país, pero tan aplaudida por ellos mismos, ya que permite lo impensado, hacer del congreso en Valparaíso la mejor carrera de vida que se conozca por estos lares, buena paga y poca fiscalización, prebendas por montones y menos fiscalización, sueldo garantizado mensualmente por nuestros impuestos y paupérrima fiscalización, o sea, el sueño del pibe en colores y en tres dimensiones, lo que me lleva a concluir que nadie debería perder el tiempo en estudiar en las universidades, sino que todos deberíamos ser políticos y reelegirnos por los siglos de los siglos, AMÉN.