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Nosotros en medio de la niebla

Columna de opinión por Antonia García C.
Lunes 11 de marzo 2013 9:04 hrs.


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A Nosotros le pegaron un balazo el 11 de septiembre de 1973 pero no murió del todo. Cayó de bruces, pensó “estoy vivo”, se levantó y siguió adelante. Una noche en que Nosotros no dormía, le derribaron la puerta y lo sacaron a patadas. La más pequeña de sus hijas se puso a llorar porque a Nosotros se lo llevaban sin zapatos. Aunque tenía miedo y aunque su madre le pidió que no se moviera, la niña salió corriendo con un zapato en cada mano. Nosotros alcanzó a verla justo antes de que le vendaran los ojos. Por eso, primero, a Nosotros se le partió el corazón. Después fueron los huesitos. Durante largas noches, a Nosotros lo apalearon, lo molieron, lo rompieron, lo aplastaron. Y a pesar de todo, Nosotros no se moría. “Y no solamente no se muere –decía un informe– sino que Nosotros sigue siendo Uno”.

Sorprendidos, enfurecidos por la integridad de Nosotros, Ellos se reunieron con sus asesores. Había que resolver el problema. Había que erradicar a Nosotros. “No es posible que Nosotros siga siendo Uno. Hay que dividirlo, fragmentarlo: que delate lo que más quiere”, dijo un hombre que hablaba en inglés y lo aplaudieron varios vecinos que hablaban castellano. “No será suficiente –dijo un tercero con acento alemán– por cada traidor que levanten habrá un héroe, lo más seguro es provocar no sólo la traición sino también el espanto. Tenemos experiencia. Tenemos Nacht und Nebel”. El asesor francés estuvo de acuerdo. “Hay que desviar la atención –acotó–, que todo gire en torno a la muerte”. Y aunque Ellos se esmeraron en poner en práctica sus dichos, Nosotros, obstinado, siguió viviendo.

Cierto tiempo fue necesario para que Ellos entendieran que Nosotros no se llamaba Salvador, ni Pablo, ni Víctor, ni Miguel sino que llevaba en su cuerpo un poco de cada uno, llamándose también Luis, Mario, Cecilia, Carlos. Entonces, sin dejar de atacar personas, procedieron a ocuparse de su entorno. Intervinieron casas, talleres, oficinas. Afuera o adentro, Nosotros conoció el exilio. Pero no se desanimó del todo porque contaba con el apoyo de terceros. Tanto contó con el apoyo de terceros que al poco andar se incorporaron y ya no hubo diferencias entre Nosotros.

Ante este hecho, Ellos volvieron a reunirse. “La situación es grave, porque según este informe, Nosotros nació en Iquique, en 1907, es cosa de no creer que este viejo tozudo no quiera morirse”. Durante unos minutos hubo un gran silencio. Hasta que se alzó la voz de uno de los asesores que usaba anteojos. “Hay que matar el proyecto no a los hombres”. “¡Pero las ideas no se matan!” saltó otro que había leído y se hacía el gracioso. “No se matan pero se compran –respondió el de anteojos– llegado el caso se amordazan o simplemente se entierran, se remplazan. Necesitamos profundizar el proyecto, nuestro proyecto, asegurarlo a largo plazo”. “Y eso ¿cómo se hace?”. “Eso lo haremos con los Otros”.

Entonces vinieron los Otros. Ellos y los Otros se reunieron muchas veces, hablaron, discutieron, discreparon y, finalmente, se pusieron de acuerdo. El 11 de marzo de 1990 se eligió un presidente sonriente, con la ayuda de Nosotros.

Nosotros estaba confundido. Se sentía enfermo. Le parecía que no lograba coordinar pensamientos ni movimientos. Intentaba informarse, leía los periódicos. Había cada vez menos diarios, o quizás era al revés, había más pero no podía reconocerse en ellos. Escuchaba la radio, el noticiero. Caminaba por las calles. Veía los carteles. Era como un coro que a cada paso le decía: tu coraje no interesa, tu experiencia no nos sirve, tus ideas no valen nada. Quiso hablar con sus compañeros pero no encontraba el momento. Se veían, sobre todo, en los entierros. Hubo varios entierros ese año. Tantos, que por las noches, Nosotros se preguntaba si el dolor era lo único que todavía podía compartir con sus compañeros.

Así pensaba Nosotros, mientras trabajaba para pagar un préstamo que, a pesar suyo, había hecho: la casa estaba en peligro y la niña estaba por graduarse. Nosotros –o quizás ya era Yo– quería comprarle un par de zapatos nuevos, también quería que fuera a la universidad pero en eso pensaría mañana porque ahora se sentía muy cansado. Durmió. Fue un sueño eterno. Soñó que abría los ojos y se encontraba en un museo. Alrededor había fotos, algunos objetos. Se dirigió rápidamente hacia dos guardias que estaban cerca de una puerta. Uno de ellos se puso a reír y le dijo al otro: “Dice que se llama Nosotros y que está vivo. ¡Es un loco! Discúlpeme, señor, ¿sabe leer? Mire esa placa. ‘A Nosotros le pegaron un balazo el 11 de septiembre de 1973. Murió en el acto’. Hágame el favor, quédese quieto”.

Ante esas palabras, Nosotros sintió que le estallaba el corazón y que una niebla espesa lo iba envolviendo todo. Así fue como Nosotros, que había sobrevivido durante años a una siniestra dictadura, desapareció como por arte de magia en democracia.

***

Este año se cumplen 40 años del golpe de Estado. Este año habrá  elecciones en Chile. Lo que cuenta es el hilo. El vínculo que logremos establecer entre los hechos. Decir que se cumplen 40 años del golpe de Estado quiere decir, entre otras cosas, que se cumplen 40 años del bombardeo, la persecución y el asesinato de un proyecto político.

Ese proyecto –según lo que NO nos dijeron los libros de historia– era un programa de independencia económica y de emancipación política. De lo que se trata es de repensar lo que ésas y otras palabras –justicia, igualdad, solidaridad– podrían llegar a significar en el Chile de hoy. Es decir en un país donde la única libertad que se tiene es la de elegir quienes van a explotarte mejor, a mentirte mejor, a desinformarte mejor, a reprimirte mejor, a traicionarte mejor.

El camino hacia la independencia y a la emancipación no existe en Chile sin una nueva Constitución política. Eso es lo que diversos grupos, asociaciones, movimientos están planteando cada vez con más fuerza. Pero, precisamente, se trata de diversos sectores y nosotros, chilenos, estamos viviendo una profunda crisis de confianza. Una crisis que nos remite a la sistemática falta de ética con la que se ha gobernado este país en los últimos 40 años. ¿En quién se puede confiar? Esa sería la pregunta. Y la respuesta podría ser: en nosotros. ¿O acaso nosotros no sabemos quiénes somos nosotros?

Ahora bien, la unión a partir de la cual se podría pensar una transformación de envergadura todavía está por hacerse. Sin esa unión no habrá Asamblea Constituyente y sin Asamblea Constituyente, otro Chile no es posible. Por eso resulta importante ser capaz de definir el orden de las cosas. La cronología. El tiempo para unificar exigencias y el tiempo para presentar diferencias. Si las elecciones, hoy por hoy, son un engaño, ¿tiene sentido discrepar previo a la formación de una Asamblea Constituyente? Personalmente lo dudo y vuelvo al cuento.

Es cierto que Nosotros desapareció en medio de la niebla. Pero Nosotros es también el único desaparecido de esta larga tiranía que estamos, los ciudadanos chilenos, en condiciones de reencontrar con vida. Sería más que un homenaje poder hacerlo a los 40 años del golpe y en pos de otro país… que se parezca a Nosotros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.