La reciente decisión del Banco Central Europeo (BCE) de reducir la tasa de interés de política a su mínimo histórico de 0,5% ha influido en el incremento de los valores bursátiles, llevando el Dax alemán y otras bolsas europeas a nuevos récords. Este comportamiento se produce cuando los inversionistas no ven alternativas para colocar su dinero, mientras los pequeños ahorrantes prefieren guardar sus recursos en cuentas a la vista -aun a costa de perder poder adquisitivo- de manera de tenerlos disponibles en cualquier momento.
Desde que estalló la crisis en 2008/2009, muchos pequeños inversionistas han optado por mantener su dinero en cuentas de ahorro, no obstante la caída de las tasas, debido a que arriesgar en mercados de valores es un juego que desconocen. Para los grandes capitales, empero, la inversión en empresas registradas en Bolsa ha sido un buen negocio: durante 2012 el índice de Fráncfort (DAX) creció en 30%. Así y todo, el resto de los alemanes ha seguido cauto, porque estiman que dicho porcentaje bien puede ser un primer indicador de una nueva burbuja bursátil.
Dudas similares se plantean respecto de los bonos estatales, especialmente si la crisis de la zona euro volviera a desatarse. Los economistas explican este tipo de actitud señalando que cuando los inversores deben decidirse por un producto financiero, pero están inseguros por informaciones contradictorias, aplazan la decisión y guardan su dinero donde puedan acceder en cualquier instante. De allí que no sean pocos quienes han optado por dejarlos en cuentas de ahorro, a la vista o a plazos fijos. Alrededor del 41% del patrimonio monetario de los hogares germanos está en ese tipo de cuentas. En 2002, cuando la libreta de ahorro arrojaba un interés aún mayor, el patrimonio privado allí solo llegaba al 36%.
La cuenta mínima esperada era que sus platas rindieran un saldo positivo, una vez descontada la inflación. Sin embargo, el escenario actual es distinto. La política de dinero barato del Central Europeo (BCE) ha facilitado el acceso al crédito. Como contrapartida al dinero económico que entregan los bancos en forma de créditos, el ahorrante de fines de 2012 recibía 0,6% de interés por depósitos a la vista, antes de impuestos. La cifra explica porque éstos ya no obtienen beneficios de su postergación del consumo y que sus ahorros tengan rendimiento negativo, debido a la inflación.
Con los bonos de países con buena calificación de riesgo como EE.UU. o Alemania con tasas muy bajas y el precio del oro en declive, no quedan muchas alternativas y una de ellas son las acciones. Por lo tanto la política del BCE y de la FED de bajar los intereses tiene efecto directo en atraer a los inversores a las bolsas de valores. Por otra parte, no solo el BCE está inundando los mercados financieros con dinero. La FED de EE.UU. y el Central japonés están comprando bonos de sus países por valores altos, con lo cual hacen aún más líquidos los mercados con ese nuevo contante.
El hecho de invertir en las Bolsas parece, pues, una decisión racional y casi sin alternativas para los grandes inversores, como bancos, fondos de inversión y seguros. Sin embargo, hay muchos que predicen que el presente auge bursátil podría culminar en una abrupta caída, pues, como ya se indicara, la economía real no es capaz de seguirle el ritmo a un mercado de valores acelerado con la heroína del dinero barato, un circulante multiplicado que no guarda relación con los precios que la economía real puede producir. Y como los centrales deben finalmente cuidar el valor de su moneda, cuando comiencen a cerrar el grifo, más temprano que tarde, el ajuste llegará.
Mientras tanto, las principales bolsas europeas, de EE.UU y Japón cerraron la semana pasada con alzas que no solo llevaron el DAX de Frankfurt a máximos históricos, sino que también el FSTE 100 de Londres, que registró una variación positiva de 2,54%, el Cac 40 francés, ganó 1,04% en sus últimas cinco sesiones y el FTSE MIB de Milán, que avanzó en la semana 2,14%. Similares comportamientos mostraron Wall Street y Tokio. La guerra de divisas y tipos de cambio no está ajena al fenómeno. La caída del yen frente al dólar, que se intercambiaba el viernes en la banda baja de los 101 yenes, supuso el mínimo de la divisa nipona frente a la estadounidense desde abril de 2009, hecho que, empero, disparó al selectivo Nikkei de Tokio casi 3%.