Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 26 de abril de 2024


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Misión de la universidad pública


Lunes 24 de junio 2013 9:30 hrs.


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¿Qué puede esperar un país de sus universidades públicas? Sin dudas, reflexión profunda, creación de conocimiento y cultura, soluciones a los problemas del desarrollo, generación de más democracia, formación de líderes y muchas otras loables acciones. Pero todo esto genera también desconfianza e inquietud en quienes no creen en el acto público, en quienes prevén que detrás de la ciencia, el arte y la cultura anida el germen de la rebelión, del desorden, donde se cultiva el caos juvenil, caos sin duda, pero reflexivo y liberador. Entonces nace la tensión entre la universidad y el sistema de orden, cualquiera que este sea. Y esta tensión crece en la medida en que la reflexión genera certezas y las certezas generan peticiones y estas últimas chocan contra el sistema. Y en los viejos sistemas políticos donde izquierdas y derechas bailan al mismo son, el choque de la universidad contra el sistema causa ruido, molestia e incomodidad. El paso que viene de inmediato es la represión del caos que afecta el orden.

Y, ¿qué espera una universidad pública de su país, de su gobierno, del estado en general? Sin duda, tranquilidad para reflexionar, libertad para crear cultura y conocimiento, seguridad para lograr el mejor desarrollo de los líderes del mañana y por supuesto un financiamiento razonable que asegure al pueblo que sus hijos tendrán una educación superior de futuro, de calidad y universal. Nadie puede poner en duda lo razonable de estos planteamientos. Sin embargo en los países en desarrollo existen muchas necesidades que los gobiernos necesitan cubrir para mantener sus cuotas de poder. Entonces se posterga el tema de la educación y se estimula la actividad privada para que solucione el problema y surgen soluciones parciales, sesgadas, incompletas y sujetas a los vaivenes de grupos de las más diversas índoles. En ese ambiente restringido por posturas políticas, por ideas religiosas, por intereses económicos, la juventud universitaria no puede estar tranquila: va contra toda la lógica de la ebullición hormonal.
Entonces sobreviene la inquietud, la molestia, la incomodidad y toda la energía que pudo canalizarse en pos de la creación, de la reflexión, del conocimiento, deriva por el cauce natural de la rebelión. Sobreviene el grito y la protesta: se genera el paro y la marcha y como no hay repuesta aparece la toma como el símbolo central del movimiento. Se ha generado la ruptura y comienza el largo camino para volver al estado estable que pueda garantizar los diálogos y los entendimientos.

Una toma de un recinto es evidentemente un acto de violencia y por regla general suele atraer más violencia, de los más diversos tipos: la ingenua, propia del niño que lo ve todo como una aventura, la delincuencial que ve la toma como una oportunidad, la rabiosa propia del desesperado, y la sistémica que sólo quiere ver restablecido el arbitrario orden supuestamente razonable y ciudadano.

En este marco, nuestra comunidad universitaria ha sido sorprendida una vez más. Un grupo de estudiante se toma la Casa Central y genera una perturbación del sistema a nivel de estudiantes. La FECH en pleno, toma la responsabilidad del asunto y se generan las normas de toma. Los otros estamentos sólo observan. Algunos a favor y otros en contra.

Y entonces la fuerza policial nos sorprende y con el argumento de proceder en contra de un delito flagrante ingresa el jueves 13 a la Casa Central provocando una situación condenable y repudiable, puesto que se usaron gases represivos al interior de las dependencias y se utilizó la luma con sin par entusiasmo y energía.

Los hechos son conocidos y no queremos abundar en ellos. Este Senado Universitario ha propuesto este acto como condena, en primer lugar, a la invasión violenta, destructiva e ineficaz de nuestra Casa Central por parte de la fuerza pública. Pero no se puede dejar de mencionar que existió un hecho que ya es una triste tradición en nuestros recintos: esto es, la presencia de encapuchados haciendo uso de bombas molotov. Seamos francos y directos: al interior de nuestra comunidad estos hechos han generado una trizadura que afecta a la convivencia, donde los estamentos empiezan a mostrar divisiones sin darnos cuenta que es el sistema, ajeno a la universidad, que nos impone una violencia destinada precisamente a generar tal trizadura. Digamos basta. Que nadie nos imponga lo que debemos hacer o lo que debemos pensar.

La ley de la República dice que “la Universidad responde a los requerimientos de la Nación constituyéndose como reserva intelectual caracterizada por una conciencia social, crítica y éticamente responsable y reconociendo como parte de su misión la atención de los problemas y necesidades del país… la universidad propende al bien común y a la formación de una ciudadanía inspirada en valores democráticos, procurando el resguardo y enriquecimiento del acervo cultural nacional y universal.” Esto es lo que la Universidad ha realizado desde hace 170 años. Estos son principios, no circunstancias ni manipulaciones. Y dentro de esto no cabe la violencia y el Senado Universitario debe ser enfático en condenar la violencia venga de donde venga, porque genera tensiones absurdas y caos inoperantes: allí donde debiera reinar un caos de ideas creativas, reina un caos de imprecaciones y también de acciones sin sentido.

Entendemos que la violencia es parte de la naturaleza humana y entendemos también que debe expresarse cuando las circunstancias lo ameritan y lo exigen. Pero hoy la situación no tiene ningún sentido. La fuerza policial nos asfixia, los encapuchados nos agobian. Nosotros como Senado Universitario, decimos que nuestra Universidad se debe a la acción republicana, al debate, a la generación de cultura y conocimiento, se debe a la educación libre, al discurso laico, a la calidad, al desarrollo de la educación pública, en fin, se debe a la lucha por mejorar la condición de vida de todos los chilenos. En eso debemos estar. Por eso nuestra unidad es fundamental, por eso hoy tenemos que decir que nos cansamos de la violencia, que estamos indignados y que queremos que todos tomen la responsabilidad que a cada uno le corresponde. No le debemos pleitesía a ningún gobierno, a ningún grupo, a ninguna idea en particular. Pedimos respeto para la más tradicional universidad del país, desde dentro y desde afuera. Pedimos un nuevo trato, un mejor trato, pero la violencia de la fuerza policial y la violencia de la falta de diálogo al interior de nuestros recintos ha resultado en un constante maltrato. Como comunidad Universitaria no podemos permanecer tranquilos: la violencia se ha transformado en el caballo de batalla del sistema. ¿Hasta dónde puede llegar esta fórmula que repugna a cualquier sociedad?

La diversidad de pensamiento es el sustento de la Universidad de Chile y eso se refleja en el Senado Universitario. Y esta diversidad es estamental, partidaria, disciplinar, generacional, filosófica, religiosa…y esta diversidad se respeta y se promueve. Esa misma diversidad hizo de la sesión plenaria de ayer del SU una de las más tensas del último tiempo, donde se reflejaron todos los puntos de vista, todas las opciones, todas las ideas y en mayor o menor medida se construyó Universidad. Y por eso aquí estamos hoy, reforzando el mensaje que “las ideas pueden más que la fuerza”, en todos los aspectos, en la construcción de la Universidad que queremos, de la Educación que queremos, del país que queremos.

Quisiera finalizar esta invitación mencionando que este acto debería ser el hito fundador de un nuevo compromiso de una universidad siempre pensante, de una universidad que rechaza la violencia venga de donde venga, de una universidad que lucha por una educación efectivamente pública y para todos, de una universidad que cree en la transmisión de la ciencia del arte y la cultura a todo el pueblo chileno.

Nuestra Universidad de Chile debe mostrar a la ciudadanía tres elementos esenciales de su espíritu: en primer lugar la unidad en un frente común, con objetivos comunes, con sentimientos comunes: esta comunidad frente al país debe ser distinguida como única, diferente, una Universidad única. Por otra parte, esta Universidad debe ser capaz de exhibir su grandeza, reflejada en el saber de los viejos, en el arrojo de los jóvenes, en su visión de sociedad más justa, en su solidaridad, en su rechazo a la violencia, en su fraternidad. Finalmente esta Universidad debe iluminar al país con su libertad, con su rebeldía, con su pasión por la verdad, con su ausencia total de ataduras, con su laicismo. Para luchar por la educación pública, debemos ser, debemos creer en una Universidad de Chile, única, grande y libre.

Hoy decimos ¡basta a la violencia! Hoy decimos basta a la violencia externa e interna. Por una Universidad única, grande y libre, hoy nosotros y la comunidad de la Universidad decimos basta.

*Vicepresidente Senado Universitario. Discurso pronunciado en Asamblea Triestamental de la Universidad de Chile.