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Cifras y calidad de vida en la ciudad

Columna de opinión por Julio Hurtado
Miércoles 26 de junio 2013 9:53 hrs.


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Los lamentables sucesos ocurridos en el Instituto Nacional de Estadística, INE, con respecto al Censo y al cálculo del Índice de Precios al Consumidor, resultan particularmente preocupantes y es una situación grotesca. Preocupante, ya que el desarrollo de un país necesita cifras, e instituciones encargadas, confiables, y, grotesco, porque las autoridades, hiperventiladamente, anunciaron el mejor censo de la historia del país, y se terminó con un director renunciado e imputado.

El problema del Censo afecta a la ciudad, ya que son necesarias cifras confiables para saber cuantos somos, donde vivimos, como lo hacemos, cual es la densidad de ocupación de las viviendas, con que servicios se cuenta, etc. Esta información es imprescindible para poder planificar el desarrollo de nuestras ciudades. Sin embargo, faltan 800 mil personas por censar (la mitad en Santiago), lo que genera insuficientes y deficientes insumos para las políticas urbanas del sector público, incluso del sector privado, que lamentablemente tiene una mayor preponderancia que el sector publico en el desarrollo urbano.

Tradicionalmente Chile producía cifras de gran confiabilidad y periodicidad, lo que lo hacía un país prestigioso y respetado en ese campo. Sus instituciones y metodologías eran consideradas de primer nivel en el concierto internacional. Sin embargo, en los últimos años, se ha intentado una utilización política para obtener beneficios cortoplacistas, afectando a esas instituciones de gran estabilidad, eficiencia y respeto. Lamentablemente no ha sido solo el INE, sino además la CASEN, instrumento con el que se mide la pobreza, y también hubo serios problemas con las cifras de seguridad ciudadana.

Es en ese contexto tan oscuro que resulta interesante el trabajo periódico que realiza la Universidad Católica con la Cámara Chilena de la Construcción para medir la calidad de vida de las comunas chilenas.

Mas allá de los aspectos metodológicos, que siempre son discutibles, esta encuesta nos entrega resultados interesantes, ya que entre las 10 comunas con mejor calidad de vida (Vitacura, Las Condes, Providencia, Barnechea, La Reina, Ñuñoa, Con Con, Machalí, Iquique y Calama), seis corresponden a la región metropolitana, lo que nos muestra una concentración de los beneficios urbanos, en detrimento de las regiones. Pero, también vemos que entre las 10 comunas con peor calidad de vida del país (La Pintana, Cerro Navia, Puente Alto, El Bosque, Pedro Aguirre Cerda, San Ramón, Alto Hospicio, Padre las Casas, Coihayque y Osorno), seis corresponden a la región metropolitana. Es decir, Santiago concentra lo mejor y lo peor. He ahí una explicación a la insostenible segregación que vive nuestra ciudad capital.

Algo similar ocurre en varias de nuestras ciudades. Cabe destacar la relación entre la comuna de Iquique que está entre las diez mejores con respecto a su vecina (en realidad son parte de la misma ciudad) Alto Hospicio, que está entre las diez peores. Es decir alta segregación en poca distancia, característica predominante en las ciudades chilenas.

Una pregunta final:

¿Por qué una universidad tradicional, de gran calidad y prestigio realiza un trabajo de medición de la calidad de vida de las comunas del país en sociedad con una organización que es incumbente en haber empeorado la calidad de vida urbana a muchos chilenos?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.