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Ceguera santiaguina: La falta de respeto


Miércoles 17 de julio 2013 14:04 hrs.


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Durante todo este tiempo he sido muy enfática respecto de la importancia de la información y de la comunicación en temas que competen directamente al universo de la discapacidad. Muchos se preguntarán por qué ocupo la palabra universo; muy simple, porque somos 3 millones de personas casi, dentro del círculo invisible y cada una de nosotras es un mundo diferente.

Bien es cierto que la parrilla programática de la televisión no goza de cultura, y las personas que estamos deseosas y ansiosas de volver este espacio de la discapacidad lo más visible posible, escalamos un muro sin fin dentro de esta sociedad segregadora.

Es por esa razón que quiero hacer un alto y felicitar a la periodista Catalina Castro por su entrega, su paciencia, su tolerancia y su empatía dentro del programa “21 días”.

El programa fue fiel reflejo de lo que día a día tienen que vivir las personas con discapacidad visual, no solamente por las barreras arquitectónicas con las que tienen que encontrarse cada vez que salen de sus casas, sino que lo más grave desde mi punto de vista es la falta de tolerancia y de respeto de los santiaguinos frente a una realidad, que creen, está lejos de ellos.

Día a día convivimos con lugares, escenas, vehículos, gente, espacios y caminamos dentro de ellos y con ellos como si fueran una Matrix. Caminamos, miramos sin ver, escuchamos sin oír. Eso se llama no estar en conciencia.

A los que tienen la posibilidad de leer esta columna les pregunto, ¿cuán lejos creen ustedes que están de sufrir algún tipo de discapacidad? ¿Cuán lejos están ustedes ocupar un bastón como la extensión de su cuerpo? ¿Cuán lejos están ustedes de sentarse el resto de su vida sobre una silla de ruedas? ¿Cuán lejos están ustedes de que un perro asistencia se conviertan su mejor aliado? ¿Cuán lejos están ustedes de que la lengua de señas sea su herramienta de comunicación?

Catalina Castro, nos demostró no sólo las dificultades, sino que las capacidades y los grandes aciertos que tienen las personas con discapacidad visual. Talentos tremendos, niños con una capacidad de adaptación única, trabajos bellísimos como la masoterapia, y por supuesto, el apoyo emocional y la contención existente detrás de cada uno de ellos.

La semana pasada, subí al metro y por supuesto me acerco al ascensor preferencial para poder subir de un nivel a otro y me encuentro con la sorpresa de que las puertas del ascensor se abren y hay cinco personas de pie. Ya que no existe fiscalización respecto de las leyes que competen a la persona con discapacidad, tampoco voy a esperar que las personas del metro lo hagan, por lo tanto, como en muchas oportunidades me atrevo a tomar las riendas de esa situación y saqué a las personas del ascensor.

Mi pregunta va dirigida a las personas que saben que se suben a los ascensores preferenciales: ¿Qué tipo de discapacidad tienen ustedes? Visual, que no puede leer lo que dice el auto adhesivo que está pegado en la puerta? ¿Cognitiva, que le cuesta entender lo que está escrito en el letrero? ¿Física, que son tan, tan, tan, tan, tan pesados los bultos y la flojera de la escalera mecánica no le sirve?

Señoras, señores, jóvenes, adolescentes, santiaguinos todos: si ustedes están cansados, no es nuestro problema. Si usted es flojo, tampoco es nuestro problema. Si usted tiene sobrepeso, tampoco es nuestro problema. Si usted le quiere dar malos ejemplos a su hijo y motivarlos a subirlos a un ascensor preferencial para personas con discapacidad, tampoco es nuestro problema. Si lleva bultos, tampoco es nuestro problema. Si a usted no le gusta lo que le acabo de decir, tampoco es mi problema.

Me he dado cuenta a través del tiempo que la educación en Chile respecto de la tolerancia, discriminación, falta de empatía, tiene una solución muy simple. Terapia de shock.

Tengo la voz y el carácter para sacar a la gente del ascensor preferencial sin que se me mueva ni un solo pelo. Mi pregunta es: ¿Por qué tengo que llegar a eso?

Si no se han dado cuenta, en el metro de Santiago existe la línea amarilla y en ella hay unos pequeños desniveles redondos que sirven precisamente para que las personas con discapacidad visual no pasen de largo y se caigan al andén. También si miran, se fijan en el suelo hay distintas formas y líneas para que la persona con discapacidad visual puedan con su bastón seguir ese camino y los lleva al ascensor preferencial, también si se preocupan ustedes de escuchar otra cosa que no sean sus smartphones, cada vez que se acerca la llegada de una estación el conductor la anuncia, eso es para que las personas con discapacidad visual sepan dónde están. Y para las personas que han ABUSADO del ascensor preferencial también se darán cuenta que cada vez que presionan el botón uno o dos hay una voz que dice “subiendo, bajando, abriendo puertas, cerrando puertas” para que las personas con discapacidad visual sepan que es lo que tienen que hacer.

Luego de lo descrito en el párrafo anterior ¿me pueden decir por qué motivo ocupan ustedes nuestros derechos?

Si usted le dice a su hijo que fumar es malo, no se lo diga con un cigarro en la boca. Esto es exactamente lo mismo. Todos los días me topo con personajes como ustedes sobre el ascensor, que lo único que logran es entorpecer nuestra movilidad y sentirnos más discapacitados de lo que ya esta sociedad nos hace sentir.

El estado no fiscaliza, nosotros educamos.
El estado no respeta las leyes, nosotros educamos.
El estado discrimina, nosotros educamos.
El estado segrega, nosotros educamos.

Nosotros tenemos derechos, usted no lo conoce. Si no lo conoce, aprenda a respetar.

La persona con discapacidad no elegimos tenerla, usted SÍ elige no respetarnos.

Gracias Catalina Castro, y nuevamente desde mi parte felicitaciones por tu profesionalismo y por vincularte desde la emoción en este tremendo tema en el cual tú fuiste protagonista y también fuiste ”un mundo” por 21 días en este gran universo.