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La temeraria derecha chilena


Lunes 22 de julio 2013 7:12 hrs.


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Las vicisitudes que ha debido sortear lo que va quedando de la llamada derecha chilena han dado pábulo para que algunos ya sentencien que dicho sector sólo puede alcanzar el poder, por la vía democrática, cada 50 años y por una sola vez. Cuando menos, es lo que irredargüiblemente se verifica en este medio siglo de historiado quehacer político nacional. Por curioso sarcasmo, la actual administración gubernamental, de la corriente aludida, exhibe hoy a sus huestes de apoyo – contrariando lo que debiera haber sido bajo una lógica robustez – tal si éstas se desplazaran “en vilo”; como las ánimas en el “Thriller” de Michael Jackson, vale decir, a tasta-billones, parecidos a los alcoholizados salientes de juerga, a la rastra y apoyados de algún hombro generoso de mejor sustento que los guie por algún sendero hacia alguna parte… De modo que, si la competencia de primarias deja a la UDI y a RN muy a mal traer, la dada de baja de don Pablo, simplemente, los muestra grogui. Traigo como recuerdo lo que ya es un dicho conocido: la derecha es campeona para tropezar siempre con la misma piedra( lo hizo también en la víspera del plebiscito del “Si” y del “No”). Y así, en este orden, casi por arte de magia, encontramos similitudes notables entre el gobierno de “don Choche” y el de “Tatán”.

Veamos: En 1958, Alessandri, apoyado en su adusta personalidad, moldeada además por su condición de ingeniero, manifiesta una cierta desconfianza de la “grey política” y su instalación la practica al margen de ella, dando lugar a lo que se llamó “el gobierno de los gerentes”. Piñera, en 2010, no menos sobresaliente que el otro en materia de cartones y éxitos empresarios, sobre la base de “un gobierno de excelencia”, se instala con una pléyade de jóvenes tecnócratas, todos muy bien inspirados y de muchos pergaminos y campanillas… Al no mucho andar, el Paleta debió trocar la gestión gerencial de su gabinete por la vieja y conocida andanza radical convocando entre otros a Martínez Sotomayor, a Escobar Cerda, etc, dando lugar a una alianza con un sector que en aquel entonces configuraba una tradicional centro izquierda. Nuestro contemporáneo Sebastián, no fue menos. También en breve tiempo, para afianzar la estabilidad de su régimen, sustituye sus técnicos desvistiendo el Congreso Nacional con varios de los parlamentarios que allí integraban la alianza oficialista y de esta forma, en ambos casos, dando a los respectivos gobiernos una conducción más política que técnica.

Digno es de reconocer, por otra parte y no menos curioso, que ambos gobiernos debieron enfrentar los durísimos avatares derivados de los devastadores terremotos y tsunamis de 1960 y 2010 respectivamente y es justo destacar que ambas administraciones entregaron sus mejores y mayores esfuerzos en aras de la reconstrucción de las vastas zonas afectadas, no sin referir que las circunstancias que le tocó encarar a Jorge Alessandri fueron aún más complejas por la precaria conectividad de la época y la hacienda pública no disponía de los recursos de hoy.

Empero, las semejanzas no terminan ahí. Nuestra inicial descripción acerca del mal estado de salud de la Alianza, tiene su gemela realidad ocurrida también durante el régimen de Alessandri. En aquel entonces los partidos gobernantes fueron el Liberal y el Conservador. Al término del período presidencial de don Jorge, producto de pequeñas rencillas, liderazgos mal conducidos y el sempieterno desencuentro entre “pipiolos y pelucones”, no sólo no hubo sucesión; es más, ni siquiera un candidato que los representara tampoco en la presidencial siguiente (el oficialismo de la época apoyó una rareza denominada Frente Democrático, encabezada por el senador radical Julio Duran, respaldo que fue abortado al poco andar por el ofrendado a Eduardo Frei Montalva, al cabo del recordado “Naranjáso de Curicó”) sino que, para mal de los peores, liberales y conservadores, en la elección parlamentaria del año 1965, esto es, al año siguiente de la presidencial, se extinguieron, sin exequia alguna y al igual como se evapora un riachuelo expuesto al intenso calor solar. Lo que vino después es también parte de la historia y no es precisamente un período y proceso muy halagüeño para los intereses de la derecha, en todo orden de consideraciones.

A la saga de tan traumática experiencia, es insólito testimoniar hoy el nivel de descalificaciones al interior de esa expresión política contemporánea. Pareciera cierto aquello, que el mejor trato que se le prodiga al que manifiesta una doctrina diferente contrasta con el que recibe quien cohabita bajo el mismo techo político. El primero, es simplemente un adversario. El otro, un declarado enemigo. Y, este mal ya contagia masivamente los colectivos integrantes de la inefable “ alianza por Chile” la cual, con increíble desdén no ha sabido asumir la enorme responsabilidad que la acucia de aquí a Noviembre del año en curso.

Un parecer simplón podría llevarnos a declarar “nada nuevo bajo el sol”. No obstante, la crisis que cruza a la derecha chilena – a mi juicio – es relevante. Las consecuencias son sabidas y es por ello que, sin arrogarme una mayor cultural invocando a Talleyrand, el famoso estadista francés del siglo 18, prefiero recordar a Radomiro Tomic quien, ajustando una frase de su autoría, sentenció alguna vez: “ la derecha en Chile no ha olvidado nada…, ni tampoco ha aprendido nada”.