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Dictadura y discapacidad. Una historia sin punto final


Lunes 9 de septiembre 2013 10:18 hrs.


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Chile recuerda, se llena de nostalgia, información por doquier, exposiciones, charlas, en torno a lo ocurrido exactamente hace 40 años.

El inicio de la Dictadura Militar en Chile, 11 de Septiembre de 1973, dividió a un país de manera tangencial, dolorosa, que no discriminó razas, religiones ni edades. La violación a los Derechos Humanos fue la protagonista de este genocidio encabezado por Augusto Pinochet.

Miles y miles de personas recluidas, torturadas, violadas, asesinadas. Muchas de ellas lloran aún y exigen saber que pasó con sus familiares, otras en cambio rasgan desde su muerte intentando salir a gritar desesperadamente para contar que fue lo que pasó con ellos y dilucidar la gran interrogante ‘¿Dónde están?’.

Luego de vivir y nacer en dictadura, leo, visito museos, revistas, informes, hojas y hojas de información que me hacen reflexionar y como siempre, formular mis propios cuestionamientos respecto de este repudiable hecho.

Me pregunto:

¿Qué pasó con las Personas con Discapacidad en la dictadura?

Se calculan que habían más de 1168 lugares ‘públicos’ donde se cometieron maltrato, tortura, procesamientos y aniquilamientos de opositores al gobierno militar. Y lugares ‘privados’ también.

¿Cuántas de las personas torturadas quedaron con algún grado de Discapacidad? Parte de los métodos de tortura según lo escrito en página de Villa Grimaldi eran:

La “parrilla”: forma más habitual de tortura. Consistía en un catre de metal sobre el que se amarraba desnudo al detenido para proceder a aplicarle descargas de corriente eléctrica sobre distintas partes del cuerpo, especialmente aquellas más sensibles como labios o genitales y aun sobre heridas o prótesis metálicas. Una modalidad particularmente cruel de este método consistía en la utilización de un camarote metálico de dos pisos; como modo de presión y debilitamiento psicológico, se colocaba al interrogado en la cama inferior y en la superior se torturaba a un familiar o un amigo.

“Colgamientos”: la víctima era colgada de una barra ya sea por las muñecas o por muñecas y rodillas. En ambos casos, al dolor producido por el peso del cuerpo colgado por largo tiempo se sumaba la aplicación de corriente eléctrica, golpes, heridas cortantes y vejámenes.

“Submarino húmedo”: hundimiento de la cabeza en un recipiente con agua, generalmente sucia o con otro tipo de líquido; la cabeza era mantenida sumergida hasta un punto cercano a la asfixia. Similar efecto se conseguía mediante el llamado

“submarino seco”, que consistía en la colocación de una bolsa plástica en la cabeza de la persona impidiendo la entrada del aire, también hasta un punto cercano a la asfixia.

A los métodos de tortura descritos, se sumaban otras prácticas habituales de tortura y malos tratos: golpes de todo tipo, algunos tan violentos que lograban provocar graves lesiones físicas, o golpes imprevistos dados a una persona con la vista vendada. Las violaciones y vejaciones a mujeres y hombres delante de sus esposos, padres y compañeros era una forma habitual de tortura, ejerciendo incluso la tortura y la violación con perros amaestrados.

Luego de lo escrito, leo, respiro y pregunto:

¿Dónde están las Personas que quedaron con alguna discapacidad a raíz de las torturas provocadas por este régimen? ¿Cuántas de ellas sufrieron amputaciones por golpes, maltratos y disparos dejándolos con una discapacidad física? ¿Cuántos de ellos perdieron sus genitales y vísceras por ser electrocutados cómo método de tortura dejándolos con discapacidad visceral? ¿Cuántos de los violados, torturados y fallecidos sufrieron lesiones en su médula espinal? ¿Cuántas mujeres que quedaron embarazadas producto de las violaciones de sus torturadores no sufren de una discapacidad psíquica?  ¿Quiénes se hicieron cargo de sus discapacidades producidas por esta tortura y abuso de poder sin límite?

Desenterrar nuestra historia duele, pero cerrar los ojos frente a ella es de una falta de humanidad terrible. Somos seres construidos, guiados y desarrollados por nuestras emociones. Ser inherentes a ellas nos convierte en un torturador más.

Me encargaré de buscar respuestas a las preguntas plasmadas anteriormente, estoy trabajando en ello.

Dedico esta columna a todos mis compatriotas, seres humanos víctimas de Violación a los Derechos Humanos, a esa mujer que perdió a su marido, a ese hermano que aún llora la desaparición de su hermana, a esa madre que lucha con un cartel blanco y flameando la fotografía de su hijo preguntando hasta el día de su muerte: ¿‘Dónde están’?

La Historia nunca, jamás será borrada…

Pero tenemos el hoy, para hacer justicia a quienes simplemente les desgarraron la vida por pensar diferente. Con amor, para todos los familiares y las víctimas de la peor masacre ocurrida en nuestro país.