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¡No entienden nada!

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Lunes 14 de octubre 2013 16:22 hrs.


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Fueron las necesidades culturales y espirituales y no las “básicas”, como alimentación y vivienda, las que determinaron el asentamiento humano hace miles de años atrás. Termina el reinado de la teoría que data de 1923, del arqueólogo australiano Vere Gordon Childe, que señala que el ser humano se asentó con el fin de dedicarse a la agricultura.

Los seres humanos hace más de 14 mil años en Monte Verde (Chile) u 11 mil en Göbleki Tepe (Jordania) dejaron sus huellas para indicarnos que debido a la gran comunidad de peregrinos cazadores-recolectores que asistían a sus prácticas culturales y religiosas, debieron organizarse para alimentarlos. Así, nació la agricultura. Entonces, primero hubo una necesidad de alimentar al espíritu, después al cuerpo.

Así, entendemos mejor lo que quería decir el poeta e investigador Fidel Sepúlveda Llanos al señalar que “la cultura es el avance de un pueblo a la conquista de su sentido”, o cuando agregaba: “En la naturaleza humana viene contemplada su vocación estética. La naturaleza humana no está atendida en su integralidad cuando no da expresión a esta apetencia. Antes y más allá de la creación de obras artísticas, en el hombre se manifiesta la necesidad de dar a su vida armonía, coherencia, orientación y sentido. Sentir la armonía y correspondencia de las partes con el todo”.

De modo que cuando el Proyecto de Ley impulsado por el actual gobierno que busca, a través de un Ministerio de la Cultura y el Patrimonio, dar “acceso a la cultura”, “incentivar el consumo cultural” y el “fortalecimiento de las industrias culturales” es entender nuevamente la historia al revés. Como que las personas necesitaran de un bien cultural que se produce fuera de ellas y que es el Estado con su economía el encargado de distribuirlo.
Entendida la participación cultural de esta manera es quedarnos en una mirada superada por la evidencia histórica sobre el hombre y sus necesidades más básicas que tienen relación con su integración con “lo cósmico, lo divino, lo que puebla el Universo…”, como dice Fidel.

Tampoco hay en el proyecto de Ley que rápidamente quiere despachar el Ejecutivo una comprensión del Patrimonio en su vertiente material e inmaterial, porque no considera a esas expresiones culturales que no tienen materialidad alguna…en un país en que el legado de sus culturas ancestrales es escaso en lo palpable pero riquísimo en lo inasible. Peor aún es que un proyecto que busca ser respetuoso de todos los chilenos, no considere a un país pluriétnico como tampoco a las voces de las regiones, dándole al poder central y otros órganos institucionales la facultad de nombrar a todos los miembros del Consejo Nacional de la Cultura y el Patrimonio, sin dejarle a la comunidad culturalmente organizada la posibilidad de ser representada. No comprende aún nuestro pobre Estado que en sus 200 años de vida republicana, se han construido modos de hacer y también edificios que hay que salvaguardar. Que el Consejo de Monumentos Nacionales debe ser un órgano activo a la hora de proteger ciertos bienes, sean manifestaciones culturales, monumentos o inmuebles, como bien lo entendió el Ministerio de Bienes Nacionales que se hizo del edificio del diario La Nación para ser parte del legado Bicentenario.

Pero nuestro ministro de cultura no está tan preocupado de esto como del IV Seminario Cultura y Economía que se realiza en estos días. Porque lo que importa es resaltar los aspectos económicos de todo el sistema cultural.
De modo que escucharemos que en los últimos cuatro años el aporte del sector privado a esta área se ha incrementado en un 84 por ciento y que se busca duplicar el número de contribuyentes hacia el 2018, gracias a la reforma de la Ley de Donaciones Culturales. Destacadas figuras extranjeras que, ignorantes del despropósito legislativo del actual gobierno, vendrán a dar más recetas para que el sector privado, léase esta vez, grandes empresas pertenecientes a las megafortunas chilenas, sigan aprovechando más y más franquicias para hacer creer a la población que además de explotar el sector minero y bancario, también explotan “yacimientos culturales” con los que irradiarán a la ciudadanía.

Porque nos quieren hacer creer que la cultura son las exposiciones y los eventos masivos y no “ese conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”, como lo establece la declaración Universal de la Unesco sobre la diversidad Cultural. Porque en su pugna por hacerse de los recursos de todos los chilenos, terminarán por asignarse, como en los otrora años 60, señales de TV, esta vez digitales, que explotarán como propias y comercialmente, para venderlas luego…

Porque nos quieren convencer que primero fue la agricultura y después el rito.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.