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Bueno para la democracia, malo para la política

Columna de opinión por Hugo Mery
Lunes 28 de octubre 2013 11:10 hrs.


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La concurrencia de nueve candidatos presidenciales en las elecciones del 17 de noviembre  sin duda que es bueno para la democracia, pero puede contribuir  al desprestigio de la política. Esto en la medida que varios aspirantes lo hagan por motivos subalternos, más allá de los legítimos testimonios que quieran dar.

Los hay quienes buscan un mero posicionamiento personal o egocéntrico, los que desean sembrar un mensaje demagógico y quienes buscan figuraciones para robustecer sus currículos. Eso estuvo claro cuando se sentaron en la mesa dispuesta  por los radiodifusores de Chile (Archi). Las dos principales  aspirantes lo hicieron  impulsadas por el oligopolio de las  grandes coaliciones en que se divide el país desde 1989, una de ellas impelida, además, por una popularidad que constituye un fenómeno  político-social; una tercera candidata lo hace como  mujer  del pueblo, no representante de él –aclara-, que llama la atención cuando dice que se ha convertido en “magíster de economía” cuando cada mes debe ver cómo le alcanza el bono instaurado por los que mandan y que “los encapuchados  se encuentran en la Moneda y los bancos”.

En fin, hay también un deslavado propulsor de un “centro regionalista” que ha postulado desde hace años  a todos los puestos que ha podido, un ecologista y un humanista doctrinarios, un ex diputado DC  resentido con los dos últimos gobiernos de la Concertación, un ex díscolo que fue la novedad en 1909 y un “profesor independiente” que lo reemplazó y logró posicionarse en los medios como un “gurú”.

Las abanderadas de la Nueva Mayoría y la derecha han desplegado, por su parte, estrategias muy evidentes: una de ellas esquivando los retos de sus contrincantes , no constándoles y procurando no malgastar su ventaja en todos los estudios y análisis de opinión, y la otra guardando su carácter agresivo , mediante una actitud desdeñosa ante quien ha buscado provocarla en las últimas semanas, pero cambiando abruptamente de estrategia  cuando éste empezó a pisarle los talones, eventualmente desplazándola a un tercer lugar, haciendo peligrar su pase a segunda vuelta.

De Franco Parisi hacía un tiempo que se hablaba de sus irregularidades en el arriendo de dos universidades masónicas, pero sólo la semana pasada Evelyn Matthei decidió denunciarlo con toda la fuerza de que es capaz.

Todo dio paso a las típicas  trapisondas de la política, a lo peor de ella y no a la  búsqueda de transparencia.

¿A quién perjudica más  tan sorpresiva jugada? Más allá del daño infligido al paladín de una nueva forma de hacer política, la duda es si se volvió también en contra de la candidata denunciante, cuya biografía, por lo demás, registra un par de turbios episodios (“Piñera gate” y denuncias de drogradicción de colegas), como se lo recordó su nueva víctima.

Estas interrogantes as no pueden dilucidarse sin caer en respuestas especulativas.

Por dos motivos: No se sabe cuántos de los trece millones de votantes habilitados concurrirán a sufragar para Presidente, parlamentarios y consejeros regionales, por lo que las encuestas carecen de valor predictivo. Y dos, los candidatos y sus portavoces se instalan en foros y discusiones, pero se sabe que el l7 de noviembre, o un mes después  o a más tardar el 11 de marzo, comenzarán a gestarse las movilizaciones sociales que exigirán el cumplimiento de las demandas  se han formulado en los últimos cuatro años.

Es entonces cuando las nuevas autoridades y los viejos dirigentes políticos se verán obligados a actuar, al margen de lo dicho en las campañas y cualquiera sea el grado de participación electoral  de la ciudadanía.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.