“Hay que hacer un distingo entre equivocarse y declararse sorprendidos cuando fallan nuestros pronósticos sobre el futuro”.
En la última década se ha observado que la TPM ha tenido 3 procesos de baja y 4 procesos de subida. En cada uno se han producido cambios en los meses siguientes en el IPC acumulado, en el Imacec mensual y acumulado anual, en la tasa de interés real (neta: descontada la inflación), en el empleo y en otras variables, todas las cuales tienen como efectos enormes traspasos de riqueza entre diferentes sectores de la economía y entre las personas, empresas y el Estado.
Una determinada decisión produce diferentes efectos -algunos deseados y otros no deseados- una vez puesta en acción. Pero como esa reacción o resultado se produce en el futuro y como el futuro es incierto, lo prudente, lo sabio, lo aconsejable ante esa supuesta realidad futura -desconocida- es ser muy humildes para describirla, como por ejemplo, alejarse de la tentación de dar por seguro que ocurrirá sólo un determinado número o un número dentro de un rango seguro o de trabajar con solo un escenario del futuro. Lo que llama la atención de la revisión de la última década es la distinta dirección que tienen los cambios en estas variables en diferentes momentos que van en caminos opuestos, lo cual es bastante lógico por la multiplicidad de otras variables que están influenciando los procesos económicos de corto y mediano plazo.
Por eso, no es sorprendente lo siguiente: ¿Por qué en el mes de enero pasado se tuvo un Imacec muy bajo del 1,4% y acumulado a doce meses de sólo 3,6%, el más bajo desde julio de 2010 y además un IPC acumulado en doce meses -a fines de febrero- de un 3,2%, el más alto desde mayo del 2012, cuando la baja de la TPM se inició hace dos años en febrero de 2012 con la intención de anticiparse y prevenir estos resultados?
Entonces cabe preguntarse: ¿En qué falló el modelo de pronóstico? ¿Cuál debió ser la acción correctiva para no llegar a esto? ¿O era inevitable? ¿Dónde estuvo la equivocación, si la hubo o en el método elegido, o panel de expertos, o analistas que aconsejaron a los consejeros? Y… ¿Qué se puede esperar para el resto del año?
Es válido querer saber cuál es la magnitud del impacto de la suba o baja -en sectores económicos, empresas y personas- de cada décima de la Tasa de Política Monetaria. Si pudiéramos volver atrás, ¿Qué decisión hubiese debido tomar un hipotético Banco Central 3.0?
El clásico proceso administrativo contempla la: planificación, organización, ejecución y el control. Al parecer el control es el eslabón perdido en las complejas tareas de anticipación del futuro económico que realizan los encargados de las proyecciones económicas que alimentan la toma de decisiones de los responsables de la TPM. El control considera: comparar resultados con respecto a los objetivos y metas establecidos; evaluar los resultados obtenidos; revisar los métodos para medir las operaciones que se ejecutan (en este caso la de pronosticar el futuro); comunicar los parámetros de medición; transferir datos detallados que muestren las comparaciones y desvíos entre lo real y lo estimado, la evaluación objetiva de los responsables y finalmente determinar las acciones correctivas de la gestión y o de la institucionalidad para los fines encomendados cuando sean necesarias; las que tienen mayor relevancia en un Banco Central que pertenece a todos los chilenos.
Los profesionales en distintos ámbitos -político, económico, social, cultural, científico, deportivo, artístico y otros- debemos tener un trato muy amable y cuidadoso con el futuro cuando hacemos vaticinios, ya que siempre habrá equívocos. Es una verdad conocida que si supiéramos lo que va a acontecer, no se haría esfuerzos de planificación para anticiparnos al futuro y mejorar las metodologías al respecto. De ahí nuestra insistencia en una Agencia -especializada- de Estudios del Futuro (ADEF).
Hace 3 décadas a un joven profesional defendía con vehemencia sus errados pronósticos argumentando: “Mi proyección está correcta, ¡Yo no me equivoqué, la realidad fue la que cambió!”. Por eso tengamos cuidado que nadie está exento del “mal de la pitonisa” de creer saber lo que depara el futuro. Sugerimos -con respeto- revisar los métodos y reconocer con mente abierta que siempre nos equivocaremos cuando intentemos “proyectar como cierta” la economía de un futuro.
Omar Villanueva Olmedo
Director OLIBAR Consultores
Lic. Ciencias Económicas y Adm. (FEN)
Universidad de Chile