La semana pasada, miles de chinos acudieron a retirar sus dineros de dos bancos de la provincia china de Jiangsu, ante rumores de insolvencia, una auténtica corrida que recordó escenas de los años 30, en EE.UU. y que significó que varios volvieran a sus casas sin nada en los bolsillos, luego que las entidades informaran que no había recursos suficientes.
Los chinos más ricos, por su parte, están comenzando a vender sus propiedades de lujo para acceder a liquidez rápida, decisiones que han estimulado a que más depositantes de capas medias busquen retirar sus ahorros de la banca. Estas conductas responden a las menguadas expectativas de los agentes respecto de la evolución de la situación económica de la potencia asiática, tanto financiera como productivamente.
En efecto, el índice HSBC-Markit cayó en marzo por quinto mes consecutivo, el resultado más bajo desde julio del 2012, confirmando que las disminuciones de enero y febrero no fueron datos aislados. Hay una tendencia a la desaceleración, inducida por la caída de la demanda global y el subsecuente ajuste de precios de los activos a la nueva realidad post-crisis.
A los inversionistas les preocupa la acumulación de stocks que hizo China durante los años de crédito barato, lo que afecta a sectores claves como acero, hierro, aluminio, cemento, carbón y construcción naval, entre otros. Se estima que las existencias de acero alcanzan a 300 millones de toneladas, más del doble de toda la producción europea de un año, hecho que ha provocado la caída del precio, arrastrando a otros metales y preanunciando la temida ola deflacionaria. En consonancia, el presidente del Central alemán, Jens Weidmann, apoyó la semana pasada una masiva impresión de euros por parte del Central Europeo, siguiendo las tendencias en igual sentido de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón.
Beijing, en tanto, inquieto por la disminución de su modelo de crecimiento vía exportaciones, el que busca reemplazar impulsando la demanda interna, ha adoptado medidas liberales que han debilitado el yuan (p.ej. aumento de la banda de flotación del yuan). Al cierre de la semana pasada la moneda china estaba en 6,21 por dólar, nivel considerado en el límite para numerosos instrumentos financieros. Los analistas estiman que si la moneda se devalúa, por ejemplo, a 6,40 yuan por dólar, podría provocar pérdidas por hasta 10 mil de millones de dólares a la banca occidental. Como se sabe, inversionistas apostaron durante la euforia a la revaluación creciente del yuan y se endeudaron en dólares para comprar activos en yuanes, pensando en una moneda crecientemente fuerte que les daría ganancias financieras con las que pagar el crédito y tener utilidades. Pero el proceso se ha invertido y el declive del yuan respecto del dólar está produciendo fuertes pérdidas a los jugadores del “carry-trade”, acentuando la crisis de liquidez en el sistema.
Los chinos ricos, enfrentados al ajuste, están vendiendo sus propiedades de lujo en Hong Kong y otros países, asumiendo fuertes pérdidas para obtener liquidez inmediata, hecho que según analistas, podría llevar a un desplome de precios de las viviendas hasta de 30%. Uno de los más importantes promotores inmobiliarios (Zhejiang Xingrun) quebró la semana pasada por deudas de US$ 600 millones. También quebró una de las grandes empresas de energía solar de Shanghai (Shanghai Chaori Solar), al no poder pagar intereses de un bono por US$ 14,6 millones.
El gobierno chino ya no está socorriendo a las compañías. Junto con enfrentar una realidad menos líquida, quiere dar una lección al sistema financiero y, especialmente, a la “banca en la sombra”, a la que estima responsable de préstamos de alto riesgo por más del 60% del PIB de ese país, de unos US$ 9 millones de millones. Los activos de la banca china subieron en los últimos 4 años desde US$ 11,5 millones de millones a US$ 25 millones de millones, lo que representa casi tres veces el PIB de la potencia asiática. Tales números acrecientan los temores de insolvencia de empresas que ya no tienen acceso al crédito.
Según el matutino de Hong Kong, The Standard, la minera Liansheng Resources Group se declaró en bancarrota a raíz de sus enormes deudas, mientras que la acerera Highsee Iron & Steel Group Co., no ha podido pagar a sus trabajadores durante meses y ha paralizado varios de sus hornos, debido al precio del acero en su peor nivel en 8 años.
Como resultante de la situación china, la baja del precio del acero afectó fuertemente a Ucrania, uno de los principales proveedores de ese producto a Europa occidental, arrastrándola a una crisis económica que la UE aprovechó para invitarla a integrarse a su comunidad y que derivó en una crisis política y geopolítica. Pero las decisiones de los líderes frente a un problema cuyo origen está en China, apuntaron en otra dirección. Presumiendo del apoyo de Moscú al destituido presidente pro ruso de Ucrania, Víktor Yanukóvich, la intención de anexarse nuevamente la ex república soviética, EE.UU. y UE aplicaron sanciones a Rusia por la toma de Crimea, república autónoma bajo dependencia de Ucrania desde 1954, congelando cuentas y bienes de ciudadanos rusos y suspendiéndola del G-8.
Tales sanciones son, empero, un arma de doble filo que podría afectar a Europa y, particularmente a Alemania. Der Spiegel recuerda que durante 2013 el comercio entre ambos países llegó a los 77 mil millones de euros. Rusia envía petróleo y gas natural a Alemania, mientras que ésta exporta a Rusia ingeniería mecánica, medicinas, trenes y automóviles. Más de 6 mil empresas germanas que dan sobre 300 mil empleos y han invertido más de 20 mil millones de euros en nuevos negocios, están registradas en Rusia.
Mientras tanto, luego del acuerdo de libre comercio UE-EE.UU. suscrito la semana pasada, Washington se ha comprometido a suplir a Europa de un eventual corte de gas ruso, con su gas de esquisto, aunque más caro que el último, debido a los costos de transporte. Rusia, a su turno, ha insistido en que no tiene intereses en Ucrania, sino sólo Crimea, y ha retirado sus tropas de esa frontera. De allí que, una encuesta de la consultora Forsa mostró que el 70% de los alemanes rechaza las sanciones contra Rusia en relación con la crisis crimea.
Y si este disenso se profundizara y Moscú aceptara el pago por su petróleo y gas en monedas distintas del dólar (euro, yuan, yen u oro) podría perturbar el corazón del modelo de los “petrodólares”. Hasta ahora los países negocian el crudo en dólares, acelerando la demanda por la moneda norteamericana que se beneficia con cada alza petrolera, pues los aumentos elevan la demanda por el billete verde. Un cambio de moneda comercial por parte de Rusia provocaría una devaluación que no sólo afectaría a EE.UU., sino a China, cuyas reservas en dólares superan los 2 millones de millones, amenazando con una guerra de divisas.
En consecuencia, aunque los optimistas creen que Beijing se decidirá por lanzar mayores estímulos para manejar su desaceleración y asegurar así la tasa de crecimiento de entre el 7% y el 7,5% propuesta, aquello aumentaría su deuda -de US$15 millones de millones- y debilitaría aún más el yuan, afectando su demanda interna y volviendo a hinchar su burbuja crediticia, incrementando la eventualidad de problemas político-sociales internos. Todo parece indicar, pues, que viene un lapso de ajuste y contracción global, el que sólo podría revertirse con una recuperación más dinámica de EE.UU. El punto es si Washington está en condiciones de volver a ser la locomotora del mundo con su deuda de sobre US$16 millones de millones.