Soledad de los Reyes

  • 08-05-2014

Las malas noticias golpean desde atrás, como la traición, y uno se entera -conmocionado- cuando ya es tarde: el micrófono nacional está de duelo, se nos ha ido una de las voces más hermosas de la Radio en nuestro país, Soledad de los Reyes, “la Tana” querida.

Es posible que solo aquellos que ya peinamos canas y que, además, hemos girado en torno a la radiodifusión, mantengamos fresca su imagen. Victoria Eugenia Reyes -Soledad de los Reyes- fue una gran locutora, actriz de radioteatro, cantante y declamadora. De notable voz impregnada por bellos tintes musicales e inflexiones cristalinas, con profusas inflexiones melodiosas y graves por momentos, “la Sole”, como nos permitía decirle a quienes podíamos ser sus hijos en el gremio de los locutores, era una bella señora en el comienzo de su madurez cuando la conocí, a principios de los años ’70.

Apasionada por todo lo que hacía, especialmente por su actividad ante el micrófono, Soledad descendía de peninsulares e iba dando testimonio por la vida, de la sangre que llevaba por las venas. La simpatía de Soledad de los Reyes resultaba arrebatadora, tanto como fuerte era su carácter, a lo que sumaba esa mirada suya de ojos cercanos al verde que nos resultaba inteligentemente retadora e inquisitiva. Aquellos que tuvimos el privilegio de conocer a “la Tana”, como también solíamos llamarla con cariño, pudimos cultivar con ella -de alguna manera especial- una amistad que fue más que nada admiración. Tal vez también porque admirábamos en ella sus cualidades de mujer trabajadora de las comunicaciones, comprometida y consecuente con su tiempo y con nuestras luchas a través del Sindicato de Locutores de Chile, maestra de ceremonia que presentó a Salvador Allende en sus campañas, alguien que no tenía empacho en reconocerse orgullosamente de izquierda y que desafió, sin ambages y abiertamente, la temible represión que le significó el golpe de Estado y aquella dictadura militar que la puso en la lista negra de los interdictos, sin que jamás pudiese volver a trabajar como locutora profesional. Veto que, retornada la democracia, los radiodifusores privados por lo visto mantuvieron.

Su desempeño profesional dejó una huella indeleble, especialmente en Radio Minería, donde por años, a la par con la gran Mireya Latorre, fueron consideradas las dos grandes voces del momento; luego, también cumplió brillantes jornadas en Canal 9 de TV (entonces el canal de la Universidad de Chile). En Minería fue pionera leyendo noticias (algo vedado hasta entonces para las mujeres), incluso el famoso “Repórter Esso”, lo que repetiría en las pantallas de C-9. ¡Y vaya que mostraba seguridad, soltura y una dicción culta y envidiable en ese cometido nada fácil. Con los años, y al no poder volver a trabajar como locutora radial por las razones anotadas, diversificó su aporte, esta vez hacia el doblaje de películas. No sería extraño hoy que, a través de muchas películas dobladas en los estudios DINT en las décadas de los 80 y 90, su hermosa voz se siga escuchando aún en muchos hogares.

Conservo indeleble en la memoria nuestro último encuentro. Después de mucho tiempo sin saber de ella, la reencontré dos años y medio atrás en la cena que anualmente organiza el gremio de los radiocontroladores. Me causó una honda impresión, pues sus bellos ojos casi verdes carecían ahora de luz: estaba ciega. Conmovido, me acerqué entre varios colegas que deseaban saludarla. Cuando logré hacerlo, le pregunté quién era yo. Y para mi asombro y emoción, Soledad de los Reyes sonrió, extendió sus brazos y me estrechó con afecto pronunciando mi nombre.

No la volvería a ver. Pero deseo compartir aquí el respeto dulce que toda una generación de profesionales de la Radio guardamos por nuestra querida “Tana”, para siempre Soledad de los Reyes, gran locutora nacional y mujer de excepción.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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