Por Francisco Michel
El pasado 15 de mayo se cumplieron 66 años de ocurrida la “nabka”, es decir, la “catástrofe” o el “desastre”, como denomina el pueblo palestino a los sucesos acaecidos el año 1948, que tuvieron lugar luego que la Asamblea General de Naciones Unidas, por mayoría simple de votos(1) acordase la Partición de la Palestina histórica, habitada hasta ese momento por una significativa mayoría de palestinos y por una minoría judía (2), asignando una parte importante del territorio a la minoría compuesta por colonos judíos, que habían iniciado un lento, pero gradual y progresivo proceso de asentamientos y de colonización de Palestina a partir de 1880, aproximadamente, proceso que se vio potenciado en forma considerable en los últimos años del Mandato británico, hacia la década 1940.
La nabka, según el profesor, Nur Masalha (3) “supuso el clímax de la colonización sionista y un punto de inflexión en la historia del pueblo palestino, un hito que marcó el inicio de su éxodo y su diáspora. La nabka se ha convertido para la historia palestina y su memoria colectiva en una línea de demarcación entre dos períodos opuestos” y consistió en la terrible serie de intimidaciones, ataques, expulsiones y expropiaciones que sufrieron los palestinos en virtud de la “infame Plan Dalet”, mediante el cual diversas organizaciones judías (4) recurrieron a la utilización “sistemática del terror y la comisión de múltiples atrocidades y masacres de entre las cuales la perpetrada en Deir Yasin, en abril de 1948, fue la más conocida”(5), a fin de llevar a cabo un criminal proceso de “limpieza étnica” que persiste hasta nuestros días.
Para que la nabka fuese posible y la limpieza étnica que se pretendía alcanzar contase con la adhesión y la participación de muchos de los descendientes de las víctimas del holocausto, fue preciso que previamente se impusiese entre los principales dirigentes judíos una ideología “supremasista”, basada en la sobre-valoración del hombre europeo-caucásico proveniente, en su mayoría, de los países del este de Europa y de Rusia, ideología racista en la que predominaba el desprecio al nativo, fuese palestino o árabe. Ello queda en evidencia en los discursos pronunciados, entre otros, por los líderes sionistas, Jaim Weizmann e Israel Zangwill (6) y dieron tempranamente el sustento moral e ideológico para que el criminal proceso de limpieza étnica que culminó con posterioridad en la nabka, pero que no se detuvo allí, tuviese lugar. Como escribió Israel Zangwill, hacia 1920: “Si lord Shaftesbury fue literalmente inexacto al describir Palestina como un país sin un pueblo, en esencia tenía razón, en la medida en que no existe un pueblo árabe que viva en íntima relación con el país, que use sus recursos y que deje en él un sello característico, hay, en el mejor de los casos, un campamento árabe.”(7)
Éstas y otras declaraciones de líderes sionistas, como comenta, el profesor Masalha, representaban la idea que llegará a ser dominante en el sionismo, que sustenta la supremacía del europeo blanco por sobre el palestino nativo, que derivará luego en una ideología racista, postulándose que Palestina era un territorio vacío, no necesariamente de habitantes, sino más bien de una civilización. Así, cuando Weizmann, , quien fue el primer presidente del Estado de Israel, fue interrogado sobre los árabes-palestinos y sobre cómo había logrado sacar adelante la Declaración de Balfour (8), éste respondió: “los británicos nos dijeron que había unos cuantos cientos de miles de negros y que éstos no tenían ningún valor” (9), pensamiento que trasunta un abominable racismo, al que no eran ajeno los líderes sionistas que concibieron, planearon y ejecutaron el proceso de “limpieza étnica” que generó la nabka.
Por cierto, el discurso oficial en Israel ha estado dirigido a negar la existencia de la nabka o al menos, a justificarla. Se la niega recurriendo a eufemismos tales como “transferencia de poblaciones”, “reasentamientos” y “rehabilitación” para referirse a la expulsión de los palestinos de sus hogares, aldeas y pueblos, los cuales han sido –en muchos casos- literalmente borrados del mapa del Israel actual y tras ello se ha aplicado la expropiación de sus propiedades. Otros, como el historiador Benny Morris, ha denominado “huida voluntaria” al éxodo que se produjo entre los comerciantes y sectores más acomodados y pudientes de la sociedad palestina, que presa del pánico buscaron refugio en sus residencias de invierno en Siria, El Líbano o Egipto, ante las incursiones indiscriminadas de comandos judíos armados en contra de los poblados palestinos y que posteriormente se vieron impedidos de regresar a sus hogares ante la ocupación militar israelí.
Desde luego, las incursiones armadas a caseríos y pueblos palestinos, sembrando el pánico, destrucción y muertes se justificaron en su momento con el argumento de que se trataba de “represalias” ante los ataques de que eran víctimas los colonos judíos, agresiones que en muchos casos tuvieron lugar, aunque jamás alcanzaron la magnitud ni la gravedad de los crímenes perpetrados por quienes desde sus inicios se declararon partidarios de aplicar deliberadamente una proceso de limpieza étnica en contra del pueblo palestino. Como lo demuestran recientes investigaciones históricas realizadas por académicos judíos, entre los que se destaca Ilan Pappé (10), en algún momento, probablemente hacia el año 1948, se abandonó por parte de los dirigentes sionistas la política de represalias selectivas en contra de aquellos miembros de la población palestina que se resistían a la colonización judía y se adoptó en cambio una estrategia abiertamente agresiva e indiscriminada, dirigida a expulsar masivamente, mediante la violencia y la intimidación, a los palestinos de sus tierras y hogares.
Con motivo de un nuevo aniversario de la nabka, que se conmemoró hace una semana, vayan estas breves reflexiones como un homenaje a las miles de víctimas palestinas inocentes y en la mayoría de los casos anónimas, para que sus padecimientos y muertes no queden en el olvido. Como señala el profesor Ilan Pappé, cuyo valor e integridad moral son admirables, debemos preservar en nuestra memoria colectiva “la sencilla pero horrible historia de la limpieza étnica de Palestina, un crimen contra la humanidad que Israel ha querido negar y hacer olvidar al mundo. Recuperarla del olvido es una tarea de la que somos responsables, no sólo porque una labor de reconstrucción histórica tanto tiempo aplazada es un deber profesional, sino porque, en mi opinión, hacerlo implica una decisión moral: es el primer paso que debemos dar si queremos que la reconciliación tenga una oportunidad y la paz eche raíces en las desgarradas tierras de Palestina e Israel.”(11)
Notas:
1.- El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la Resolución 181, mediante la cual se acordó la partición de la Palestina histórica, que se encontraba en esos momentos bajo administración británica y que contaba con una población mayoritariamente palestina, la que sumaba 1.300.000 habitantes, frente a 600.000 colonos judíos, que a partir de 1882, aproximadamente, habían empezado a asentarse en territorio palestino, durante los primeros decenios en forma muy gradual y reducida. El plan de la ONU resolvió, sin considerar ni consultar a la mayoría de la población mayoritariamente palestina, la división de la parte occidental del territorio bajo Mandato británico en dos Estados, uno judío y otro árabe, con un área, que incluía Jerusalén y Belén, bajo control internacional. Votaron a favor del plan de Partición solo 33 países (58%) mientras que 13 Estados miembros de Naciones Unidas (23%) votaron en contra de la Resolución 181. Chile, junto a otras 9 naciones se abstuvo de pronunciarse a favor o en contra de la Partición de Palestina.
2.- Los palestinos constituían entre el 80% y el 90% de la población en Palestina, en la década de 1920. Ilan Pape, “La Limpieza Étnica Palestina”, Ed. Crítica, España).
3.- Nur Masalha (1957, Galilea, Palestina) es director del Centro de Religión e Historia del Proyecto de Investigación sobre Tierra Santa del St. Mary`s University College de la Universidad de Surrey, Reino Unido. Es, además, editor de la revista “Holy Land Studiez” y autor de numerosas obras sobre el conflicto israelo-palestino.
4.- Se pueden mencionar al efecto diversas organizaciones armadas judías que operaban con tácticas y medios extremistas, entre las que se destacaron la denominada “banda Stern” (el Lebi); el Irgún, que se había separado en 1931 de la Haganá, otra agrupación militarizada violentista, que en la década de 1940 estuvo dirigida por Menachen Begin.”El grupo había desarrollado sus propias políticas agresivas dirigidas por igual contra la presencia británica y la población nativa”(palestina), según señala el profesor e investigador Ilan Pappé. También cabe mencionar, siguiendo al profesor Pappé, al Palmaj, que estaba constituido por unidades de comandos especiales, que actuaron sobre todo en áreas rurales en contra de la población palestina.
5.- Nur Masalha, “El problema de los refugiados palestinos sesenta años después de la Nabka”, Documento de Trabajo núm. 8, febrero de 2011.
6.- Jaim Weizmann (1874-1952) Dirigente sionista y primer presidente de Israel, nació en Motol, Bielorrusia, emigró a Alemania y Suiza. En este último país participó en la creación del movimiento sionista, partidario de crear un Estado nacional judío en Palestina según las ideas de Theodor Herzl (Congreso de Basilea, 1897). Dentro del movimiento sionista encabezó la corriente que pretendía dar mayor protagonismo en este proceso a todos los judíos. Asimismo, fue partidario de complementar los esfuerzos diplomáticos de alto nivel con la emigración progresiva de colonos judíos a Palestina, estrategia que él mismo denominó sionismo sintético. Emigró luego a Inglaterra donde se convirtió en el líder de la comunidad judía británica, y consiguió de Lloyd George la promesa de que el Reino Unido promovería la creación de un «hogar nacional» judío en Palestina, que había pasado a ser un protectorado bajo Mandato británico.
Israel Zangwill (1864-1926) nació en Londres en una familia de judíos rusos. A principios de la década de 1890 Zangwill se unió a la agrupación denominada “Los Amantes de Sión” y en 1897 participó en la ” peregrinación ” de judíos ingleses a Palestina. Participó junto a Theodor Herzl en la fundación de la “Organización Sionista Mundial” e intervino en los primeros congresos sionistas. Abogó inicialmente por el plan para el asentamiento de judíos en Uganda. Después de que este proyecto fuese rechazado por el Séptimo Congreso Sionista (1905), junto a Max Mandelstamm fundó la “Organización Territorial judía”, que exploró la posibilidad de establecer una nación judía en Canadá, Argentina, Australia o África. Cuando las perspectivas de los asentamientos judíos en Palestina se convirtieron en una opción real al término de la Primera Guerra Mundial, Zangwill se sumó al esfuerzo sionista y fue parte activa en la Declaración Balfour, que significó el reconocimiento de Inglaterra al derecho de un hogar nacional judío en Palestina.
7.- Anthony Ashley-Cooper (VII conde de Shaftesbury), (1801-1885) a quien se refiere Israel Zangwill en la cita en cuestión, fue un destacado político británico, miembro del Parlamento y militante del llamado “sionismo cristiano”, movimiento religioso surgido en el seno del cristianismo evangélico, que apoyaba la idea de un hogar nacional para los judíos. Las convicciones que sustenta este movimiento son consecuencia del resurgimiento del método de interpretación literal de la Biblia, en contraposición al método de interpretación alegórico. Como consecuencia del mencionado cambio de método, la hermenéutica espiritualista de la Escritura quedó limitada solo a aquellos casos donde ella misma refiere a un simbolismo espiritual, de manera que aquellos pasajes de la Escritura que representaban promesas específicas para la nación de Israel, definida como la descendencia de Abrahám, Isaac y Jacob, dejaron de ser interpretados como aplicables a la Iglesia, entendida ésta simbólicamente como el “Israel espiritual” y comenzaron a ser aplicados nuevamente al pueblo, terrenal y físicamente conocido como Israelita o a lo que fundamentalmente sobrevive del mismo, generalmente identificado como la nación judía. Este movimiento religioso tiene sus raíces en la Reforma Protestante y en Gran Bretaña, donde el sionismo cristiano produjo figuras tan influyentes como Lord Shaftesbury, Lord Arthur Balfour y Lloyd George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectora de los Judíos). No es sorprendente, entonces, Balfour haya trabajado estrechamente con el líder sionista Jaim Weizmann, quien llegaría a ser el primer presidente del Estado de Israel, para producir lo que se conocería como la Declaración Balfour.
8.- Arthur James Balfour, Primer Conde de Balfour, (1848-1930) fue un político conservador británico y durante un período, Primer Ministro del Reino Unido. Tras la derrota de Turquía al término de la Primera Guerra Mundial, Palestina fue asignada a Gran Bretaña por Mandato de la Sociedad de Naciones, período durante el cual Londres favoreció el asentamiento de judíos en Palestina, tanto por intereses estratégicos como por convicciones religiosas. Durante este período Balfour desempeñó un papel decisivo en la generación de lo que derivaría en el conflicto palestino-israelí, puesto que para ganarse el apoyo de la comunidad judía europea, siendo ministro de Asuntos Exteriores británico, se comprometió en 1917, en una carta dirigida al dirigente sionista británico Lord Rothschild, a apoyar la constitución de un Estado judío en Palestina. Aunque la declaración señalaba que el nuevo Estado no debía afectar negativamente los derechos de la población árabe que vivía en el territorio de Palestina. (Ver Nota 7, supra, Balfour y el “sionismo cristiano”)
9.- Yosef Heller, “La lucha del Estado: política sionista”, 1936-1948, Jerusalén, Zalman Shazar.
10.-Ilan Pappé,(Haifa, Israel, 1954), profesor de historia en la Universidad de Exeter, Reino Unido, co-director del Centro Exeter de Estudios Etno-Políticos. Fue también profesor de ciencias políticas en la Universidad de Haifa (1984-2007) y director del Instituto Emil Touma de Estudios Palestinos de Haifa (2000-2008). Es autor de numerosos libros como “La limpieza étnica de Palestina” (2006), “El Oriente Medio Moderno” (2005), “Una historia de la Palestina moderna: una tierra, dos pueblos” (2003) y “Gran Bretaña y el conflicto árabe-israelí”. (1988) Fue también uno de los fundadores de la coalición Hadash y forma parte de los denominados «nuevos historiadores» israelíes quienes, a partir de la desclasificación de documentos en la década de 1980 por parte de los gobiernos del Reino Unido, Estados Unidos e Israel, han realizado una valiente revisión de la historia moderna del Estado de Israel, criticando el sionismo, lo cual ha sido rechazado por gran parte de la sociedad israelí.
11.- Ilan Pappé, (Haifa, Israel, 1954), “La Limpieza Étnica de Palestina”, Ed. Crítica, España.
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