Al mediodía del martes 10 de junio, debiera estar ya todo zanjado. A esa hora, luego de poco más de tres años desde que el 9 de mayo de 2011 se aprobara en Coyhaique HidroAysén, la suerte del complejo de represas más grande y controversial de la historia del país estará echada o, mejor dicho, la del estudio de impacto ambiental que ingresaran a evaluación Endesa y Colbún en agosto de 2008.
Así es entendido por muchos, dentro y fuera del gobierno, dentro y fuera de la institucionalidad. Y este artículo trata de aquello, esencialmente. De la polaridad nacional de vivir constantemente entre todo y nada. Entre la euforia y la amargura.
Lo dijo el ministro de Energía Máximo Pacheco durante su reciente paso por Coyhaique: ese día se va a decidir “si el proyecto se hace o no se hace”. Según la autoridad (aunque, en ocasiones, insondables son los caminos de la política gubernamental), la respuesta no dará espacio a interpretaciones.
Ya se sabe. Algunos confían la aprobación. Otros, el rechazo.
En nuestro caso, los miles que hemos cuestionado la iniciativa desde hace ya nueve años, aspiramos a lo segundo. Y si así ocurre, festejaremos como corresponde a un hito ciudadano importante, gigante, que daría un sentido especial a la frase “sí, podemos”.
Pero aunque sea notable tal evento, no es bueno que perderse. Sería uno más en el proceso de construcción de un Chile más justo y responsable con quienes viven en la periferia de la toma de decisiones y, también, con la herencia natural que tenemos la obligación de legar.
Patagonia sin Represas para muchos es parte de una convicción que trasciende a HidroAysén. Que no puede olvidar la peligrosa represa Cuervo de Energía Austral que se proyecta sobre una falla geológica activa en las cercanías de Puerto Aysén o la amenaza sobre el río Puelo y sus comunidades.
Tampoco las carboneras que campean en el territorio nacional, en los patios de los más vulnerables que son, por razones de causa y efecto, también los menos poderosos, según el concepto tradicional.Más aún, aunque llegue a caer el inviable proyecto HidroAysén, tenemos claro que el interés por utilizar con fines energéticos las caudalosas cuencas del sur de Chile y la Patagonia, no desparecerá. Las señales apuntan a que se está preparando el camino para joint ventures Estado/privados que permitan viabilizar de todas formas grandes iniciativas hidroeléctricas para inyectar electricidad al SIC.
Es la combinación entre una conectividad austral que no llega hasta Puerto Montt y las extremas condiciones climáticas invernales lo que ha mantenido a salvo grandes ecosistemas de esta área de la zona austral. Con excepción, por cierto, de los impactos de las salmoneras y la monumental extinción forestal producto de los incendios de antaño.
Pero el hambre se mantiene. Es la voracidad por sus grandes reservas de agua, glaciares, recursos hidrobiológicos, minerales y bosques, que mantengan funcionando el modelo extractivista y acumulador de un país –como muchos- que día a día consume los ahorros de vida depositados por el sol durante los millones de años previos a nuestra llegada.
Es la discusión que se viene y en la cual nos involucraremos, por cierto, con el modelo Aysén reserva de vida por delante, aportando desde acá a un Chile y un planeta reserva de vida. Compatible con la dimensión productiva, social, cultural, participativa, que permita a todo ciudadano, actual y futuro, tener las herramientas para vivir con dignidad.
Si la respuesta es la aprobación (existe tal probabilidad) será una muy mala señal, eso está claro. Pero como lo dijimos la tarde del 9 de mayo de 2011, el objetivo final de esta causa no es que las represas de HidroAysén y Energía Austral no se aprueben. Pretende que no se construyan. Y la decisión política o administrativa es una parte, importante claro está pero no la única, a considerar en la materialización de tal propósito. Planteamos esto en el contexto de un sistema institucional que limita a las comunidades las posibilidades de incidir en las políticas públicas y que está permeado por intereses ajenos al interés público.
Que se entienda, nadie anda por ahí con la idea de ir levantando o parando proyectos. El horizonte de muchos hoy, gracias a la sabiduría de quienes partieron antes y el esfuerzo de quienes se sumaron después, es tomar conciencia sobre los límites biofísicos de un planeta que lentamente (y a veces no tanto) vamos ahogando. Y con ello asfixiando a los hombres, mujeres y ecosistemas de hoy, y también a los que algún día existirán. Tal es el sentido del combustible título de este artículo.
Por todo esto, algo debemos tener claro. Sea cual sea la definición, la tarea no concluirá el 10 de junio. Ese día se iniciará una más, la que enfrentaremos con más experiencia, más claridad. Porque construir de este, el único planeta que hasta ahora tenemos la posibilidad de habitar, un mejor lugar para la vida nuestra y de los demás, es una responsabilidad que nunca se extinguirá.