Los mitos de la “invasión” y la “fusión”

  • 14-08-2014

Como ya se resaltó en un artículo anterior, la idea de una “invasión” desarmada desde Haití a República Dominicana tiene fecha de nacimiento, tal vez en 1931 cuando el entonces Ministro Plenipotenciario dominicano Francisco Henríquez y Carvajal presentaba un informe oficial sobre la cuestión migratoria:

“Lo que precipitó sobre nuestro país la gran masa de inmigrantes haitianos fue la realización parcial del postulado financiero que sirvió de base económica a la ocupación del territorio de la República Dominicana por las fuerzas navales norteamericanas. Ese postulado, no publicado, pero sí perfectamente conocido, fue: “tierras baratas en Santo Domingo, mano de obra barata en Haití”.

Y dice más adelante en su informe:

“…el pensamiento primordial de nuestras leyes de inmigración parece ser el de evitar un aumento excesivo de la raza negra (…) elementos de la misma raza venidos del exterior; y el secundario, el de contener la invasión de una población sin cultura, sin preparación y sin recursos, que vendría a aumentar la población inválida o de escaso valer que en todos los países son una carga onerosa para la parte de la población que ocupa el más alto rango (…)”.

Como se puede observar, combinando racismo y clasismo, el término “invasión” es de larga data y se enraizó en la cultura nacional durante la tiranía trujillista, apelando sistemáticamente a la existencia de un “enemigo externo”. Resulta llamativo que aún hoy se utilice como novedad o hallazgo científico de reciente publicación -sofisticado en el concepto de “invasión pacífica”- lo que en realidad ha sido el uso retórico y propagandístico de un mito: la posibilidad de que una masa pobre, en su mayoría privada de los derechos humanos y sociales más elementales, proveniente de un país sin ejército y que penetran por una frontera a vista de todos, protagonice la primera “invasión” hecha por inmigrantes en toda la historia humana.

Pero si una invasión de inmigrantes pobres y desarmados, víctimas de una “trata de personas” por todos conocida, no resiste análisis, es necesario también someter al escrutinio de la lógica el mito de la “fusión”, es decir el supuesto empeño de potencias extranjeras en unir Haití y República Dominicana. Veamos cómo los intereses hegemónicos se contradicen con algo así:

1. Las potencias nunca se han dedicado a “fusionar” colonias o ex colonias, sino todo lo contrario. La fragmentación y atomización de las regiones ocupadas por las metrópolis ha sido una de las más fabulosas aplicaciones del principio “divide y vencerás”. En cuanto a Haití, su existencia como Estado independiente pero con soberanía minimizada, le garantiza a varios países dominantes (Francia, Estados Unidos, Canadá, etcétera) mantener una cuota de poder en una región donde –al parecer se olvida- sigue vigente el coloniaje (holandés, inglés, estadounidense).

2. La pobreza de Haití (como la de todos los países más empobrecidos, aislados y saqueados) sigue siendo una formidable plaza para la mega-industria de la “cooperación” internacional, incluyendo la privada.

3. La existencia de una población en un estado tan calamitoso de miseria garantiza la disponibilidad de una fuerza de trabajo tratada como mercancía a precio vil, lo cual es válido para explicar la existencia de tanta inmigración en territorio dominicano.

4. En la era en que los más delicados secretos de Estado de las naciones más poderosas se filtran al mundo entero en pocos segundos, a través de internet, no hay ningún creyente en el “fusionismo” que haya podido presentar un sólo documento o una prueba contundente de que algo así exista. Especulación y especulación.

Como decíamos más arriba, hay que volver a los documentos, hay que comprender históricamente las causas de los procesos y las fuerzas en choque, y hay que someter todo discurso al examen de la lógica y la objetividad, distinguiendo entre realidad, propaganda y miedo. El informe de Henríquez y Carvajal y el conocimiento de cómo funciona hoy el orden mundial, permiten ver que tanto “invasión” como “fusión” son mitos; que en realidad el contacto entre “tierra barata” y “mano de obra barata” es un gran negocio y que, como advertía el poeta nacional Pedro Mir, el verdadero problema puede estar en otro lado:

“Las luchas contra Haití representaron un doble papel: al mismo tiempo que frustraban o entorpecían las tentativas anexionistas, servían a la acción anexionista dominicana como bandera para reclamar ardientemente la injerencia extranjera, en base a una supuesta incapacidad del pueblo dominicano para sostener su soberanía, a pesar de las reiteradas y concluyentes victorias militares contra las huestes haitianas”.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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