Los ardientes días del Calbuco


Miércoles 29 de abril 2015 16:51 hrs.


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Quienes hemos vivido la erupción del volcán Calbuco en la Provincia de Llanquihue, tendremos que desarrollar resistencia a la incertidumbre. Explican los geólogos que se parece en su fuerza a la acaecida en el siglo XIX, que tuvo varias fases agudas y duró tres años. Un geólogo francés, de cuyo nombre no quiero acordarme, advierte que puede ser como en Pompeya. Quiero también olvidarme de lo que dijo. Lo logro la mayor parte de mis horas. Algunos de nosotros, sentimos estar viviendo transformaciones internas, al experimentar nuestra pequeñez en la Tierra y nuestra vulnerabilidad. Como al sentir la relación entre nosotros y todos los seres humanos, animales, plantas y ecosistemas, expuestos a la inmensidad de esta fuerza telúrica en Chile y Argentina y otros países vecinos.

Los ardientes días del Calbuco nos llevan muy lejos de los tiempos de la historia humana, nos hablan de mucho antes de las fronteras nacidas de las guerras de Independencia, entre las repúblicas de América del Sur, y de la Pacificación de la Araucanía. Sin embargo, sus efectos sobre la población nos dan cuenta de la historia reciente del país, de los enormes cambios en la X Región desde la década de 1980, cuando la Dictadura destruyó gran parte del sistema agrario, productor, para instalar el sistema de las grandes industrias de exportación de materias primas, que los gobiernos de la Concertación continuaron.

A una semana de la erupción del Calbuco, las ciudades de la Provincia de Llanquihue: Puerto Montt, Puerto Varas, Llanquihue y Frutillar no han sufrido daños directos serios, aunque el cambio de viento el lunes 27 de abril, hizo caer una leve ceniza que contiene entre otros, vidrio molido, dañina al sistema respiratorio. La Provincia con sus nueve comunas, según el Censo del 2002 es de 341.634 personas con una proyección poblacional al 2010 de 395.086. Se teme que las lluvias pronosticadas para esta semana puedan producir otros daños, ya que la ceniza se puede convertir en cemento.

Las comunidades que han experimentado efectos catastróficos son comunidades rurales de baja densidad de población, ubicadas en la llamada zona de exclusión que tiene un radio de 20 kilómetros del cono del volcán, como Ensenada, Corrientoso, Lago Chapo y los lugares aledaños al Rio Blanco y otros tres ríos que han perdido su cauce normal y se han unido o divido con el peso del material depositado por los lahares.

De esos y otros lugares, el Intendente de la Región de los Lagos, Nofal Abud, y las autoridades militares, luego de los primeros días de Estado de Excepción Constitucional en la provincia de Llanquihue y en la comuna de Puerto Octay (provincia de Osorno), han evacuado alrededor de cuatro mil personas, que viven de la pequeña producción agropecuaria, del turismo y de la artesanía. Equipos de rescate trasladan ovejas y caballos desde sus lugares de pastoreo, hoy anegados con 10 a 40 centímetros de pluma volcánica (ceniza, ripio, arenilla, piedras). De estos predios son escasos los que están cubiertos con menos de 10 centímetros, los únicos que podrán sustentar vida vegetal después que las lluvias invernales ayuden a limpiarlos. No volverán pastos, sino arbustillos. Estos pequeños ganaderos deberán reubicar a sus animales en otros predios para mantenerlos. Los artesanos, ligados al turismo de la zona deben reconstruir sus viviendas, sus lugares de comercialización, o reinvertir en sus medios de producción.

Por lo que de modo drástico han cambiado las condiciones para la economía tradicional que sustenta a los habitantes del área. Economía que corresponde a corrientes tanto ideológicamente conservadoras como de alternativa, personas que se entienden a sí mismas como sobrevivientes y cultivadores de un modo de vida que apenas puede existir paralelo al gran capital que mueven las salmoneras y anteriormente las exportadoras de celulosa en la región. Y en paralelo, la industria inmobiliaria.

Alerce la ciudad satélite de Puerto Montt y Puerto Varas, en las faldas del Calbuco, tiene 70 mil habitantes, una mayoría de ellos llevados a la Provincia de Llanquihue en un plan diseñado por los Gobiernos de la Concertación, como mano de obra no calificada cuando se instalaron las salmoneras en la X Región. Aliviaban además la falta de trabajo en Santiago y otras ciudades del centro y norte del país y aseguraban clientelismo político. Hoy Alerce padece de un alto grado de cesantía. Aunque no han reportado daños severos, la ciudad está sujeta a alto riesgo. Fueron sus habitantes los que insistieron a las autoridades que oían ruidos subterráneos en las noches, hasta que les dieron atención. En una reunión el día anterior de la erupción, Sernageomin les aseguró que era imposible que el Calbuco diera problemas.

Detrás del desmedido crecimiento de Alerce, como de las ciudades y pueblos de toda la provincia, que se ha hecho alevosamente en contra de todo concepto racional, armónico urbano y de protección del medio ambiente y la necesidad humana de gozar de la belleza de la naturaleza y de ciudades funcionales, con conectividad social y amables, se devela el modo de pensar de los mandarines del nuevo país neoliberal con su mediocridad, descuido, abuso, y propaganda de consumo y éxito. La Provincia de Llanquihue es una de las que más pronto y más intensamente manifiesta la transformación de Chile en gran exportador, creándose una severa segregación social que ha acompañado la inequidad del modelo: ciudades inhóspitas y llenas de construcciones adefesios, invadidas por las constructoras y por el mercado automotriz y la identidad consumista sin racionalización ninguna.

La dicotomía entre las comunidades de Ensenada y Alerce a la vez que nos centran en lo urgente de los primeros días y en las fuerzas discutibles de la historia, nos revelan que la incertidumbre telúrica y la producida en millones de chilenos desde el Golpe de 1973, tienen insospechados puntos de encuentro.

Citlali, en los ardientes días del Calbuco

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