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Je suis Grecia


Martes 7 de julio 2015 8:37 hrs.


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El plebiscito griego que este domingo rechazó tajantemente las condiciones de rescate financiero que querían imponer los banqueros y países poderosos de Europa es, probablemente, la derrota política más dura que ha sufrido hasta ahora el turbo-capitalismo del siglo 21.

Ciertamente, Grecia fue económicamente irresponsable en años pasados y una buena parte de su actual estado de deterioro se debe a errores no forzados, como se suele decir en la jerga del tenis. Pero eso no justifica las medidas draconianas e infantilmente neoliberales que el eje Berlín-París quiso imponer sobre ese país mediterráneo.

A diferencia de Estados Unidos, que tras la crisis financiera de 2008 y 2009 aplicó ciertas políticas de expansión fiscal, Europa optó por medidas de austeridad que parecen salir de los libros de textos neoclásicos de Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Es algo curioso, considerando que Europa es la cuna del Estado de Bienestar Social, ese gran pacto político y social que permitió la pacificación de ese continente después de la II Guerra Mundial.

El gran perdedor del plebiscito griego es, sin duda, la Alemania dirigida por la conservadora canciller Angela Merkel. Y, en menor medida, también Francia, el otro gran socio que junto a los germanos forma el corazón de la Unión Europea. Merkel venía imponiendo a los socios pobres e insolventes de Europa del Sur estrictas medidas de ajuste, guiada por pensamiento tan fríamente racional que nunca se detuvo a pensar en los costos emocionales y humanos de esos paquetes de austeridad. Claro, después de todo, Alemania fue y es el gran motor económico de Europa.

Sin embargo, las políticas que Berlín y, en menor medida París, han tratado de imponer en ese continente son recetas de libro que ni siquiera Washington ha aplicado en sus propios dominios.

Lo que está en juego en Grecia no es sólo la solvencia financiera de un Estado-miembro de la Unión Europea, sino que la existencia misma de esa alianza histórica en el continente más violento en la historia humana. Si Grecia se sale de la Unión y desecha el euro a favor de su antigua moneda, la dracma, podría ser un ejemplo para otras economías que están al borde del abismo, como la de España, Portugal y aun la de Irlanda. Podría ser el comienzo del fin del sueño de una Europa unificada.

Y eso, claro está, no sólo es una mala noticia para ese continente, sino que también para el resto del mundo.