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El modelo chileno no es una fatalidad


Viernes 4 de septiembre 2015 12:45 hrs.


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Señor Director:

El Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, confirma en su último libro lo que para muchos era ya una evidencia, esto es que la agravación de las desigualdades más que ser la consecuencia de la mundialización es el resultado de las decisiones políticas que se toman a nivel de cada país.

Así, para un país como el nuestro, marcado por tan escandalosas y graves desigualdades que no han cesado de acentuarse en estos últimos 42 años, podría resultar aleccionador examinar lo que ocurre hoy en día en otras naciones.

J.Stiglitz señala, entre otros, el caso de la República de Mauricio, 1 millón 300 mil habitantes, territorio insular  en el océano Indico y que fuera hasta 1968 una colonia francesa (con el nombre de Iles Maurice). Este joven Estado, que no disponía de ningún recurso natural, fuera de la caña de azúcar y cuyo P.I.B. por habitante era de apenas 400 dólares, ha conocido una evolución  excepcional.

En efecto, el P.I.B. por habitante sobrepasa hoy en día los 6 mil 700 dólares, los servicios médicos son gratuitos para toda la población y la tasa de crecimiento anual  de la economía es de 3 a 5 por ciento desde hace 30 años. Todo esto sin que el gobierno se haya endeudado excesivamente ni que  haya aumentado los déficits públicos.

Según el economista, la receta de este “milagro  económico” es simple: la República de Mauricio ha concentrado todas sus fuerzas en la educación, asegurando a sus jóvenes la enseñanza gratuita hasta el cuarto año de universidad. Esto le ha permitido al país disponer de una mano de obra calificada para diversificar la economía hacia el turismo, la finanza, la industria textil y las nuevas tecnologías, construyendo una de las sociedades más igualitarias y prósperas del África del Este, aunque no todo sea perfecto sin duda.

Así pues, el modelo impuesto a nuestro país desde 1973 y que se nos quiere presentar como una fatalidad no es otra cosa que el fruto de la política de expoliación y depredación de la oligarquía chilena  y  de sus socios foráneos, que avanzan aplastando todo en su camino. El verdadero desarrollo, inspirado de justicia social y de humanidad, está aún por descubrirse en nuestra  nación que el neoliberalismo salvaje está transformando en un campo de ruinas, con la complicidad de nuestros dirigentes.

José Cañas C.

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