Señor Director:
Hace ya algunos años, en 1987, en Paysandú, Uruguay, el destacado pensador de esa nacionalidad, Eduardo Galeano, usó el término “democradura” para aludir a los regímenes gubernativos que exhiben una cara democrática, pero cuyos usos son dictatoriales, y/o autoritarios y/o autojustificados, para poder cometer abusos contra la soberanía del pueblo.
En la primera parte del interesante artículo, publicado por ustedes el día viernes 29 de enero de 2016, bajo el título “De Jefferson a Macri: Dos siglos de intervención imperial”, y redactado por el señor Sergio Rodríguez G., se inicia ese texto, recordando el famoso “Grito de Libertad” de Thomas Jefferson; quien, como sabemos, es considerado por los norteamericanos como uno de los más destacados “Padres de la Patria” de ese país.
Al iniciar este comentario en torno a este importante aporte a las narraciones históricas de las Américas, deseo comentarle lo irónico que es el hecho que el Señor Jefferson, mientras lanzaba su proclama de “Libertad”, ni siquiera pensó en ese concepto tomando en consideración su propia condición de dueño de una gran cantidad de esclavos africanos de su propiedad.
Ese señor, a quien me atrevo a calificar como el primer “Visionario Imperial Norteamericano”, habló de su independencia ante el hecho de ser, hasta ese momento, nacional de una colonia británica, pero no del de darle libertad a sus esclavos importados desde África, que eran sus trabajadores agrícolas y otros que, incluso, cumplían labores domésticas en su hogar.
Mi calificación, en ese caso, alude al hecho que se trata de una primera y clara actitud imperial; que, usando un pseudo idioma democrático, – al que por cierto, califico de “democaduro” – deja de lado aspectos de su propia realidad que al sumarse, permiten definir su actividad política, social y económica, como propia de quienes se rigen y mandan, dentro de un Imperio, tal como ha sucedido con todos los Imperios en la historia de la humanidad; incluso hasta con los más pretendidamente libertarios.
Es así como desde esa primera declaración la presencia norteamericana en nuestro continente y su historia, ha estado siempre, hasta el día de hoy, marcada por su intervencionismo abierto, las más de las veces, y encubierto, en otras…al menos para muchos… (recordemos el informe de la Comisión Senatorial del Congreso de EE.UU. que presidió Frank Church, llamado en inglés “Covert Action in Chile…”)…precisamente lo que es propio de una “democradura”.
La descripción que hace de la historia de esas actividades norteamericanas en el continente americano el artículo del sr. Rodríguez, es fiel y apasionante, al menos para nosotros quienes hemos vivido toda una vida esa actitud.
Nací en 1936, y al ser congraciado con una beca de estudios universitarios por los jesuitas, para cursar estudios en la “School of Foreign Service” de la Universidad de Georgetown, en la capital imperial, Washington DC., tuve la oportunidad de conformar, junto a otros latinoamericanos y a un centenar de “war veterans” norteamericanos de Corea, – variopintos de piel, pero claros en sus definiciones anti-bélicas y anti-imperialistas- , un movimiento contrario a la invasión de los soldaditos entrenados por la CIA para derrocar al Gobierno Guatemalteco de Jacobo Arbenz, y entronizar en su lugar, al invasor y dictador Castillo Armas, un secuaz incondicional del imperio.
Invitamos al embajador del dictador Castillo, a darnos una conferencia sobre su país, y al terminar, le hicimos una encerrona por varias horas, en las que hasta lloriqueó, reconociendo el apoyo de la CIA para los soldaditos de su Gobierno, confesándonos con detalles dolorosos para nosotros, cómo se había gestado la invasión del dictador guatemalteco.
Lo soltamos, por lástima, y porque teníamos otras cosas que hacer, pero eso nos unió mucho a todos dentro de esos dos sectores de estudiantes universitarios durante mis estudios universitarios en ese país. Además, me permitió viajar – después de 3 años y medio de regreso a Chile, y entrar a la Universidad de Chile -, con una clara visión anti-imperial, madurada en la capital del imperio.
El relato del sr. Rodríguez, llega hasta la Guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay, pero promete, por su visión histórica, unas segundas partes de mucho interés, y precisamente duras para considerar a la democradura de EE.UU.
Al agradecer a la Radio U. de Chile y a Ud., por darnos la oportunidad de acceder a esta versión histórica tan valiosa para la formación de nuestra opinión pública, en especial de nuestra juventud, le rogaría hacer llegar al autor de la primera parte de estos considerandos de historia del continente, la expresión de nuestro interés, y el deseo que siga adelante en esta entrega de material docente de tan destacada calidad,
Atentamente,
Raúl Elgueta González
Abogado de derechos humanos y
Consejero del Servicio Exterior de Chile
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