Adiós, querida Tere


“Antes de Perder la Memoria” es título del último libro de Teresa Izquierdo que fuera presentado tan exitosamente poco antes que una inclemente enfermedad nos la arrancara de este mundo. Un texto, sin duda, premonitorio de una de nuestras vidas ejemplares y que tuvimos la fortuna de convocar a nuestra revista Análisis, para reconocernos hace poco que había sido allí donde vivió sus mejores años de juventud y compromiso político. Con su muerte, nuestra querida Tere nos deja un enorme vacío, pero en su agonía y muerte nos dio la oportunidad, también, de apreciar su enorme temple moral. Para enfrentar, incluso, esta última y fatal adversidad de su existencia y estremecernos a todos sus amigos y admiradores.

¡Toda una trayectoria marcada por el dolor y los desencantos! Sin desfallecer ante la temprana pérdida de su compañero héroe, un detenido desaparecido de la Dictadura y, con los años, encarar también el trágico accidente del único hijo de esta relación: Manuelito Ríos Izquierdo. Porque la cárcel, la tortura y el exilio ya no habían logrado derrotarla como nos consta a tantos que admiramos su arrojo para combatir la injusticia y derribar los cercos del odio y la represión.

Quienes fuimos sus cotidianos compañeros, no tenemos duda de que La Tere es un verdadero ícono de nuestra Revista y de todas las vicisitudes que vivimos siempre con ella. Tanto en las múltiples acciones abiertas y clandestinas; señalarle rumbo certero e inclaudicable a nuestro esfuerzo editorial, como para salvar vidas y arriesgarse hasta la temeridad por los ideales que posteriormente fueran burlados por las “política de los acuerdos”, la escandalosa connivencia con los opresores y la sacralización de toda la herencia del régimen de facto en más de veintiséis años de tan desvergozada pos dictadura.

Valiente, obstinada y leal, la Tere se nos hizo siempre ejemplar. Aunque los que la conocimos podemos atestiguar, también, su ternura, su profundo amor al prójimo, como disfrutar de su especialísimo sentido del humor. Prodigándose, siempre, en una bondad que demuestra que en muchos seres humanos es su propia estirpe, sus dones naturales, más que la fe religiosa o las “razones” ideológicas, son las que explican tal fortaleza y consecuencia.

La Tere hoy descansa, por fin, en paz. Somos nosotros los que la lloraremos por el resto de nuestras vidas. Los que la buscaremos en cada afán y viviremos atribulados por su ausencia física. Aunque al mismo tiempo nos empeñemos en seguir siempre en comunión espiritual con ella, con su sabiduría y vivificarnos en su recuerdo. Porque es increíble que en los momentos de su cruel agonía ella se diera el tiempo para dejarnos a todos una encomienda, tan segura, como estaba, de que la enfermedad la abatiría solo en cuestión de días u horas. Animada, por supuesto, en su noble voluntad de seguir viviendo para siempre en las causas que abrazó sin fatiga y que nos ha dejado como legado.

Te queremos mucho, Tere, y llévate la certeza que te cumpliremos.

 





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