Chile vs. Bolivia: Apenas con lo justo

Un triunfo deslucido y fortuito pero tres puntos que permiten pensar en la clasificación y que otorgan tiempo para trabajar y mejorar. Esa es una obligación. Ahora viene Panamá y cómo van las cosas nada puede advertirse fácil.

Un triunfo deslucido y fortuito pero tres puntos que permiten pensar en la clasificación y que otorgan tiempo para trabajar y mejorar. Esa es una obligación. Ahora viene Panamá y cómo van las cosas nada puede advertirse fácil.

La segunda jornada del grupo D enfrentaba en la ciudad de Boston a las selecciones de Chile y Bolivia. Los chilenos llegaban al partido con urgencia de triunfo tras la derrota contra Argentina y la lluvia de cuestionamientos por el bajo nivel mostrado en el debut. El rival, venía de una ajustada derrota contra Panamá. Ambos sin puntos en los bolsillos y muchas obligaciones. La sumatoria definía el escenario y las necesidades. Chile debía buscar el triunfo con ímpetu y Bolivia defendería el empate inicial con fortaleza para obtener un resultado decoroso.

Y exactamente eso es lo que sucedió desde el silbato inicial. Un equipo que buscó asociarse sin acierto y que se desgastaba en la búsqueda de espacios para atacar con profundidad y otro que se defendía hasta con los once jugadores si era necesario. Producto de esa estrategia las labores defensivas en el lado chileno fueron muy pocas y la defensa pudo resolverlas con acierto. Y si bien la inclusión de Pablo Hernández en el medio campo permitió tener una salida más limpia su improvisada posición retrasada lo restó de la construcción ofensiva que es su mayor virtud. En ese escenario Charles Aránguiz y Arturo Vidal debieron asumir ese rol y ambos sucumbieron ante la férrea marca boliviana.  Arriba, los delanteros estuvieron muy aislados, bien marcados y sus intentos chocaron siempre contra la defensa verde. Y como siempre destruir resulta más fácil que crear, el marcador del primer tiempo reflejó el éxito de Bolivia y lo aburrido del partido. Ninguna ocasión de gol, juego interrumpido constantemente y 45 minutos para el olvido.

La segunda mitad mostró una selección chilena más precisa en los pases y con mayor determinación para adelantarse en el campo. Ese único movimiento ofensivo incomodó a su oponente y desequilibró el partido a su favor. La suma de mayor cantidad de atacantes y la pasada ofensiva de los laterales permitía a los volantes pisar el área con sorpresa. En esos momentos Chile mejoró su juego y mostró algunos rasgos conocidos. La modificación surtió efecto y en una buena jugada colectiva, Vidal consiguió la apertura del marcador. Parecía entonces que el partido se abría y que los chilenos encontrarían la tranquilidad. Sin embargo esa sensación duró muy poco porque vino el tremendo tiro libre de Jhasmani Campos y el golazo con el que Bolivia rápidamente encontró el empate. Fue el primer acercamiento ofensivo pero esa jugada aislada les permitió recuperar el ánimo, fortalecer su estrategia defensiva e incluso incrementarla, volviendo estéril los esfuerzos chilenos y llenándolos de nerviosismo e imprecisión. El partido volvió a cerrarse y todo apuntaba al empate.

En la práctica el desarrollo de este partido nos ha permitido comprobar la influencia de la propuesta táctica y la dirección de Juan Antonio Pizzi en la selección. Presencia que va incluso más allá de lo que los mismos jugadores piensan o reconocen. En estos partidos lo que podemos advertir es la implantación de un modelo menos combativo y más moderado. Qué elabora más pero peor, más lento y predecible y evidentemente menos efectivo. Que no encuentra mecanismos ni nombres para simplificar y encontrar el último pase. Contra Bolivia la selección ha tenido realmente pocas opciones de gol y casi todas se han desperdiciado. En todo caso se reconoce esfuerzo y voluntad pero al parecer sin un objetivo claro. Definitivamente falta verticalidad y se extraña la presión alta, la recuperación rápida de la pelota y la profundidad ofensiva de los laterales.

Por otra parte sorprende la incapacidad de diseñar un sistema eficaz contra lo presumible. La apuesta boliviana siempre fue defenderse y lo hizo sin escatimar recursos. Acá no se niega la pobreza estética de la propuesta pero se cuestiona que todos sabíamos que sería esa y pese a ello los chilenos no pudieron encontrar una solución. Es evidente que Chile jugó mejor que su rival, que posee mejores jugadores, que tuvo la pelota en un porcentaje abrumador y que dominó estérilmente el trámite del partido pero eso no es suficiente. También es cierto que en base a lo apostado Bolivia no merecía mejor suerte.

Al final de los descuentos y cuando el partido terminaba. Mientras todos los chilenos hacían cuentas para comprobar la incómoda posición a la que nos relegaba el empate, vino la sanción del discutido penal y el acierto de Vidal para tranquilizar un poco las cosas y mantener viva la ilusión copera. A penas con lo justo. Un triunfo deslucido y fortuito pero tres puntos que permiten pensar en la clasificación y que otorgan tiempo para trabajar y mejorar. Esa es una obligación. Ahora viene Panamá y cómo van las cosas nada puede advertirse fácil.





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