Diversidad cultural y discriminación lingüística  

  • 09-11-2016

El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en su décimo tercer artículo establece que la educación  “debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos”. Por su parte, la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural afirma que la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

La interculturalidad apunta a la práctica y promoción de aquellos principios fundantes, inherentes a los derechos humanos, como lo son el respeto por la dignidad humana y la no discriminación. Así también queda establecido en el artículo cuarto de la mentada declaración de la UNESCO, cuando se refiere a los derechos humanos como garantes de la diversidad cultural, señalando que su defensa es un imperativo ético. Del mismo modo, una educación intercultural accesible a toda la población contribuye a reforzar el respeto de los derechos humanos. Estamos, por ende, ante una relación dialéctica, bidireccional, entre formación intercultural y derechos humanos.

La interculturalidad supone un vínculo, un intercambio, entre culturas basado en el respeto, en la libertad e igualdad. Desde esta perspectiva, el contacto entre diversas culturas no podría sino enriquecer los valores y costumbres de las naciones, erigiéndose como una fuente de creatividad y un factor de desarrollo.

El lenguaje es principio, fundamento y quehacer de las culturas; constituye la esencia del ser humano, del desarrollo de su erudición e identidad. El lenguaje no solo estructura nuestro pensamiento, sino también nuestras acciones. Mediante el uso del lenguaje construimos realidades. Construimos vínculos, modos de relacionarnos. Entender un fenómeno en ciertos términos, lo que se manifiesta en el uso metafórico de la lengua, implica, entonces, una serie de consideraciones; una serie de efectos en los que vale la pena, de cuando en cuando, detenerse.

Es común entender el contacto entre lenguas y culturas como un conflicto de poder. Son expresiones metafóricas que se hallan tan enraizadas en nuestro pensamiento que suelen pasar desapercibidas. Esta comprensión se ratifica en el uso de palabras que remiten al mismo campo semántico: cuando hablamos de lenguas en contacto, muchas veces nos referimos a lenguas dominantes, hegemónicas y conquistadoras; a lenguas sometidas, atrincheradas y amenazadas.  Entender el contacto lingüístico en términos de un conflicto, incluso de una guerra, afecta el modo en que esta relación acontece. En el lenguaje se hacen patentes las relaciones de dominación y control que ejercen su influencia en los encuentros entre culturas. Nuestro accionar está en sintonía con nuestro pensamiento.

A lo largo de nuestra historia, hemos presenciado la agonía y muerte de lenguas y culturas. Actualmente, una importante cantidad de lenguas indígenas se encuentran en el ocaso de su existencia, producto de una discriminación que las excluye y aísla. Una discriminación indirecta, tangencial, en tanto resulta de su obliteración, de su borradura; de su exclusión en los medios masivos de comunicación, en la enseñanza oficial impartida en las escuelas, en los tres poderes del Estado, en los centros de salud, en el mundo de los negocios, de la ciencia y la tecnología. Por otro lado, sabemos que el lenguaje es en sí mismo un sistema dinámico, vital. Sabemos también que toda vida trae consigo procesos de destrucción, fragmentación y descomposición.

Esta complejidad nos permite, al menos, plantear algunas interrogantes. Entendiendo que la muerte de una lengua significa la muerte de una visión particular del mundo, ¿Se puede perder la lengua y no el sentido de pertenencia a una comunidad? ¿Qué señalan los instrumentos internacionales de derechos humanos respecto de la preservación de las lenguas originarias? ¿Qué mecanismos existen para proteger aquellos idiomas y culturas que corren el peligro de desaparecer? ¿Cómo favorecer la interculturalidad en este mundo globalizado de las comunicaciones? ¿Qué estrategias se pueden emplear para, en favor de la diversidad cultural, sortear esta noción utilitaria de las lenguas, que desdeña aquellas que no se usan en el mundo occidental de los negocios, de la academia, de la ciencia y la tecnología? Incluso del español se escucha decir que no es útil para beber directamente de las fuentes de conocimiento (1)

¿Cómo direccionar las prácticas pedagógicas hacia el verdadero respeto de la diversidad cultural?

Siempre podemos poner a prueba nuestra capacidad de empatizar con el otro ¿Qué sentiría usted, lector, si no pudiese usar su lengua en todos los ámbitos de la vida pública y social en su propio territorio? Esa es la realidad de muchos hablantes, que ven relegadas a la esfera de lo privado su lenguaje, expresión y praxis de su cosmogonía.

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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