Señor director :
En los grandes países desarrollados el sistema capitalista está asociado con el progreso de la tecnología más sofisticada, con el mejoramiento material de las condiciones de vida de una gran parte de sus poblaciones, pero también con la acumulación de un gran poder bélico que sirve para agredir al resto del mundo.
En nuestro país, en cambio, situado en la periferia del mundo económico el sistema capitalista se presenta con todas las características que lo hacen dañino para el ser humano y para su entorno. Dañino para el ser humano pues en la lógica de este sistema lo que prima es el interés individual y lo que se sacrifica es el interés colectivo, social. Dañino para nuestro entorno pues la búsqueda del máximo de ganancia convierte a los empresarios en depredadores de nuestro medio ambiente sin que les importe ni la suerte de los que viven hoy día ni la de los que vivirán en un futuro próximo o lejano.
Desde hace cuarenta años nuestro país conoce una forma de capitalismo desenfrenado y este neoliberalismo salvaje constituye una lección resumida de todos los males que puede arrastrar este sistema. Todas las prácticas más bárbaras de la explotación que el sistema capitalista conoció en su primera etapa europea las hemos estado viviendo a diario en los campos y en las ciudades chilenas. Los acuerdos de los grandes grupos económicos para eliminar la competencia y fijar precios abusivos en los medicamentos, la alimentación, los artículos de higiene , etc; etc, se acompañan de la sobreexplotación de sus operarios, seguros como están esos empresarios monopolistas de contar con el ejército de reserva que forman los cientos de miles de cesantes y de trabajadores precarios, chilenos y extranjeros, dispuestos a trabajar por las migas de pan que caen del banquete de los afortunados.
Otrora, antes de que la dictadura militar entregara por entero nuestro país al gran capital usurario y explotador, el Estado chileno había logrado poner algunos pocos límites a la voracidad de los que se alimentan con el esfuerzo de nuestros trabajadores. Hoy el Estado ha cambiado completamente de lado e incluso los que ayer decían representar al país , en particular la Concertación y la Nueva Mayoría, se han alineado con los intereses de los que devoran las vidas de nuestro pueblo y sus recursos para su propios y egoístas beneficios.
Transformar nuestro país con una nueva Constitución supone por lo tanto acompañar este cambio de un reemplazo del capitalismo por un sistema que respete al ser humano, que salvaguarde los intereses de los más modestos y de los más frágiles y que preserve nuestro territorio retirándolo definitivamente de las manos de quienes lo explotan en su provecho personal y de quienes teniendo la obligación de defenderlo han renunciado a hacerlo.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.