El triunfo obtenido contra San Luis en el Estadio nacional, le dio a la Universidad de Chile los puntos necesarios para coronarse como el campeón del Torneo de Clausura del fútbol chileno. Un camino accidentado, pero que terminó premiando el esfuerzo y el trabajo grupal a lo largo de toda la competencia.
Después de los ciclos técnicos de Sebastián Beccacece y Víctor Hugo Castañeda, en los que el equipo no pudo adquirir un juego sólido ni atractivo, la llegada de Ángel Guillermo Hoyos suponía una reestructuración importante que desembocaría en la obtención de resultados a corto. Los dirigentes de Azul Azul apostaron en grande y hoy, contra todos los pronósticos, cosechan lo sembrado.
Siendo sinceros, la campaña no fue grandiosa ni memorable. La U ganó nueve partidos, empató tres y perdió otros tres encuentros. No ganó ningún clásico en el camino y fue descalificada prontamente en Copa Sudamericana a manos del Corinthians de Brasil. Así, era difícil anticipar la coronación final, pero en el desarrollo del torneo, los otros tampoco fueron regulares y en sus intermitencias fueron perdiendo la ventaja y complicando sus propios trayectos al título. Eso le dio tiempo a los azules para mejorar y poder competir hasta el final.
Sabemos que hoy en la liga chilena puede ganar cualquiera, situación que no es consecuencia de la alta competencia entre los clubes, como presumen algunos, sino del equilibrio que prima en ellos. Y como bien sabemos, ese factor no siempre se nivela al alza. Como comprobación de esto hay que mirar las recientes participaciones internacionales de nuestros equipos, las que han sido derechamente malas y dejan en evidencia el menor nivel de nuestra liga en comparación a otras del continente. Después de la Sudamericana obtenida justamente por los azules en 2011, los equipos chilenos conocen solo de fracasos en torneos de ese carácter.
Pero para ser campeón hay que ser el mejor y el más regular y en eso, aunque cueste creerlo ahora, la U cumplió. Sumó más puntos que todos y también terminó jugando un fútbol equilibrado, con una propuesta clara y con rendimientos individuales que elevaron su nivel y potenciaron la propuesta grupal. En la cancha hubo puntos altos que ayudan a entender el triunfo: Johnny Herrera volvió a ser el arquero que salva partidos; Matías Rodríguez, Gonzalo Jara y Jean Beausejour cumplieron cabalmente con sus pergaminos y subieron inobjetablemente su nivel; el trabajo de Lorenzo Reyes en el medio campo ha sido perfecto a lo largo de todo el torneo y la participación del goleador Felipe Mora, descollante y lo ha elevado a la categoría de ídolo.
Sin embargo, no cabe duda de que las mayores virtudes de la titulación azul han sido la paciencia y el trabajo dedicado. Con jugadores que supieron plegarse a un proyecto y aportar desde todas las posiciones para situar a La U en lo más alto de la tabla. Como ejemplo ahí queda la entrega de David Pizarro que supo aportar desde un protagonismo secundario todo su talento y experiencia. Sin reclamos y sin generar problemas pese a su dilatada y brillante trayectoria. Y en todo esto obviamente que también hay un gran mérito del cuerpo técnico de Hoyos: Saber manejar la ansiedad, aportar las herramientas necesarias para potenciar el juego individual y colectivo, incluirlos a todos, y que el grupo funcionara como un equipo, son logros atribuibles a su propia dedicación y capacidad laboral.
No cabe duda de que se puede mejorar mucho aún pero de esta manera es más fácil imaginar un futuro promisorio. En ese sentido, para la U será importante no dormirse en los mezquinos laureles y seguir fortaleciendo una forma de jugar que ha mejorado y se enriqueció con el paso del tiempo. El desafío internacional sigue siendo el mayor escollo pero da la impresión que con algunos refuerzos este equipo ya no tendrá excusas para mejorar en esa faceta. Hay que recordar que lo que hace grande a las instituciones no es el triunfo aislado sino la consecución de logros frecuentes a lo largo del tiempo, los valores institucionales y su gente.
En esto último, la campaña azul ha reflejado con nitidez el poder del hincha y su participación activa. La Universidad de Chile registró un promedio de 33.466 espectadores para sus partidos de local, el mejor registro en los últimos 36 años. Un buen esfuerzo de las autoridades azules que supieron atraer y privilegiar a sus fanáticos, demostrando que sólo con organización, seguridad y responsabilidad la gente vuelve a los estadios. Tarea cumplida por la U y que queda pendiente para todas las sociedades anónimas deportivas del país, porque el hincha estuvo presente y el apoyo irrestricto en las gradas fue un pilar fundamental para entender la respuesta del equipo dentro de la cancha. Además, creó un marco especial que decoró la campaña completa. Como muestra quedará el recibimiento espectacular que le brindaron al equipo en el último partido y la eufórica celebración tras el triunfo. Las cifras dejan claro que los seguidores azules cumplieron su parte con creces y que, en buena medida, este campeonato también les pertenece.
Y este dato no es menor porque en el fútbol negocio que vivimos y donde únicamente importa el éxito, cada vez hay más torneos y coronaciones que se olvidan con el tiempo y ahuyentan el entusiasmo. Hoy la U es campeona con justicia pero más relevante resulta que se haya hecho realidad ese canto que entonan con algarabía sus fanáticos y que engrandece a la Universidad de Chile completa: “Campeón hay por montones…hinchada hay una sola…”.