Señor Director:

Quisiera expresar a través de estas palabras un problema urgente que no requiere sólo de preocuparse sino que ocuparse. La tasa de suicidios infanto-juvenil aumentó significativamente en las últimas dos décadas en el mundo. Chile por su parte, es el país que lidera esta tasa –junto con Corea del Sur- y existen estudios respecto al tema hechos por entidades chilenas. Pero, ¿ha realizado alguna acción nuestro gobierno para remediar este grave hecho que ocurre día a día?

Desde el año 2000 que se han impulsado y promovido “soluciones” (MINSAL) , pero estas no se adecúan a la realidad chilena, no existiendo un seguimiento a largo y mediano plazo de los pacientes.

El presupuesto que se designa en el área de la Salud Mental es insignificante, comparado con los 17 mil millones de pesos  que se invirtieron en el fallido puente Cauca, y con los 30 mil millones que costó el censo del 2012, cuyos resultados no lograron caracterizar la realidad chilena, por mencionar algunos ejemplos que han sido los más conocidos.

Igual de insignificante es el aporte del Gobierno en la difusión de medidas preventivas, la capacitación y especialización que debieran tener los profesionales de los diferentes establecimientos de salud para poder tratar a estos niños y jóvenes.

Como adolescente me alarma pensar que muchos de mis pares atentan contra su propia vida-llegando a ser 250.000 anualmente (OMS, 2012). Muchos de ellos se influencian por juegos propuestos en las redes sociales como “la ballena azul” o por sentirse solos y al no poseer un especialista en que apoyarse (ya sea un psicólogo o psiquiatra) recurren a la única solución que encuentran. El suicidio.

Hago un llamado de alerta y exigencia que sensibilice a los actores que generan las políticas públicas como una prioridad de resguardar a una generación, estando ya dañada y enfocada en quitarse la vida. Sin un tratamiento ni monitoreo ni apoyo continuo ¿En qué condiciones llegará (o no) a conducir el desarrollo de esta sociedad?