Los maoríes sorprenden no solo por su liturgia bélica, mundialmente difundida como haka y que caracteriza al equipo de rugby de ese país. Los All Blacks logran infundir miedo en el equipo contrincante con esa danza ritual donde emiten sonidos guturales, se golpean los miembros y muestran una considerable parte de la lengua. Y aunque el haka es una danza tanto para la guerra como para el armisticio, queda en la atmósfera esa muestra de fuerza y valentía que los deja en un sitial por sobre los demás.
También los maoríes tienen otras tradiciones a las que debiéramos prestar atención por su profundo significado. A la hora de ir a pescar, además de los remeros que escasamente tienen la visión del trozo de mar a sus costados y la espalda de su compañero de enfrente, van otras tres figuras. En la popa, esto en la parte posterior de la embarcación, está quien lleva el timón y, por lo tanto, va dando la dirección. Al medio, está aquél que va dando las indicaciones particulares a los remeros sobre cómo enfrentar al mar, porque es esa fuerza la que permite a la barca desplazarse y desafiar las olas. Pero el más importante, es el que va en la proa, a quien llaman “el soñador”. No se trata de un experto náutico que entregue directrices respecto de las técnicas de pesca ni de cómo aprovechar la fuerza de los vientos. El soñador es aquél que va narrando a sus compañeros la maravilla de lo que se avecina: una pesca generosa que les permitirá regresar pronto a sus hogares y compartir junto a sus familias el regalo que les ha brindado el mar. Nada de gritos de guerra ni demostraciones de fuerza, lo que anima a los remeros maoríes es la ilusión que es capaz de contagiarles el soñador, quien con sus palabras logra dibujar en la imaginación de sus compañeros de faena las imágenes de esas redes rebosantes de peces y , sobre todo, tocar sus corazones con palabras empapadas en la emoción. El soñador es la figura central de la travesía marítima cuando es quien logra insuflar la fuerza en el espíritu que permite continuar aunque el cuerpo ya no tenga fuerzas.
En política, ya se sabe desde antiguo el poder de la palabra. De la potencia de un relato cuando es conmovedor, de esos que erizan los pelos . Ejemplos de estos soñadores hay muchos en la historia de la humanidad y entre los más recientes está el malhadado John F. Kennedy diciendo “I am a berliner”, Martin Luther King emocionado con su “I have a dream” o Salvador Allende, presagiando el día en que “se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre”… frases que han quedado a fuego en la memoria colectiva y que hablan de hombres que tenían sueños y que fueron capaces de verbalizarlos de tal manera que pudieron contagiar a multitudes mucho más amplias que las que los escucharon en vida.
El relato es esencial en la comunicación humana y quien logre tocar el alma del otro con él, habrá obrado un pequeño gran milagro. Un hecho cotidiano que adquiere ribetes taumatúrgicos cuando se trata de multitudes empapadas en una épica que les permite sentirse parte de un todo y a través de esa comunión ser parte de un sueño colectivo.
Estamos escasos de soñadores en Chile, como que también son tiempos difíciles para ellos. Esa disciplina llamada economía se ha adueñado del discurso público con sus guarismos y predicciones que más que pronosticar, directamente inciden como “muertes anunciadas”. Porque la economía es pura emoción, qué duda cabe con la histérica reacción de la Bolsa de Comercio local, un día después de las recientes elecciones presidenciales al constatar que no se cumplía lo que las mentirosas encuestas venían dibujando en la mente del electorado. Las encuestas y encuestadores operaron como “soñadores” sin tener la autorización para ello, abusando de un poder que la misma sociedad les entregó para que, como científicos sociales, sacaran “fotografías instantáneas” de las intenciones de voto. En cambio, se dedicaron de manera maliciosa a crear escenarios ficticios pero convenientes para un sector del espectro político. La Justicia debiera encargarse de ellos…
Pero nuestra genuina necesidad es de verdaderos soñadores, de hombres y mujeres que nos relaten esas ilusiones que nos permitan seguir remando en el día a día. Que nos inviten a imaginar un Chile respetuoso y cariñoso. Un país donde podamos mirarnos a los ojos y no desviar la mirada por el miedo, la rabia o la desconfianza. Sueños que alimenten el espíritu de un país cansado que necesita mucho más que la promesa del dinero.