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G-20 y crisis del Multilateralismo

Columna de opinión por Jaime Delgado U.
Lunes 10 de diciembre 2018 19:39 hrs.


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Hace unas semanas fuimos testigos de la cumbre del G-20, foro de coordinación económica en donde se dan cita los líderes de las mayores economías del planeta. Estas reuniones, que en el pasado reciente eran un punto más dentro de la gobernanza económica y comercial internacional, parecen tener hoy una mayor importancia, dado el declive de las tradicionales organizaciones que marcaban pauta en la determinación de la política económica y comercial mundial.

Dentro de estas organizaciones, destacaba el papel de la Organización Mundial de Comercio (OMC), encargada de estimular y regular un correcto desarrollo del comercio internacional, además del rol rector que cumplía el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) como organismos que estudiaban, recomendaban y financiaban proyectos o Estados que solicitaban su apoyo. Hoy esta estructura, heredada del mundo post II Guerra Mundial y que fue monopolizada luego de la caída del muro de Berlín por la influencia de Washington, parece estar en crisis.

En la actualidad son muchos los gobiernos en el mundo que están poniendo en duda la eficacia de este modelo de gobernanza multilateral. Y los hechos parecen darles la razón. La Ronda de Doha de la OMC ha permanecido estancada desde hace años. El FMI y el BM sufren un claro desprestigio desde la gran crisis económica de 2008, la cual no supieron prever y de la que aún hoy no son capaces de entregar respuestas lo suficientemente sólidas para encauzar al mundo a una recuperación económica sustentable y sostenida en el tiempo.

En este dinámico panorama, foros de líderes, como el G-20, o de carácter regional, como la reciente APEC, cobran nueva relevancia. No es casualidad entonces, que en el marco del reciente encuentro de las veinte economías más industrializadas, se reunieran las delegaciones de EE.UU. y China para tratar la “guerra arancelaria” de la que son protagonistas. En este sentido, es ejemplar cómo las principales potencias económicas del planeta han determinado decidir sus conflictos comerciales de un modo bilateral, dejando a un lado el papel conciliador, mediador o de árbitro que pudiese haber desarrollado la OMC. El mensaje es claro, y Donald Trump lo ha dejado en evidencia en su período como mandatario estadounidense: Nadie más que EE.UU. puede defender sus intereses económicos y comerciales en el mundo.

Desde Chile, esta es una situación a la que se debería prestar mucha atención pues, como economía relativamente pequeña, pero con un gran intercambio comercial con el exterior, buena parte de sus posibilidades para influir en la política económica mundial recaen en su participación y en el respaldo hacia el trabajo que llevaban a cabo los organismos multilaterales recién enunciados. Hoy, frente a este nuevo escenario, en donde se cuestionan alianzas internacionales que parecían inquebrantables, se privilegian estrategias de negociación bilaterales o regionales, y en donde, finalmente, parece que el poder ha vuelto a retomar su protagonismo en el concierto internacional, nuestro país enfrentará el desafío de cautelar lo conseguido en los últimos treinta años de estrategia aperturista, buscando sufrir las menores consecuencias posibles. El ser sede de la próxima cumbre de la APEC es una instancia idónea para medir las capacidades de Chile para navegar en medio de las hoy turbulentas aguas de la política comercial internacional.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.