Señor Director :
En estos días una serie de procesos por asesinato y tortura contra militares de la época de la dictadura han conocido nuevos desarrollos y, a veces, sentencias más o menos definitivas. No se puede dejar pues de reconocer el rigor y el coraje de algunos jueces, aunque no sea ninguna hazaña para nuestro país en el que 46 años después del putsch de las FF.AA. hay todavía tanto criminal que escapa a la justicia o que escapa aún a una verdadera sentencia.
Hay que señalar sin embargo que en lo que respecta al siniestro periodo de la época pinochetista hay una dimensión que ha sido poco tratada y respecto de la cual , creemos, hace falta una verdadera investigación y si es posible, una verdadera sanción . Nos referimos a las denuncias hechas por civiles que acarrearon la detención de militantes y simpatizantes de la Unidad Popular y, a veces, simplemente de quienes se suponían tales.
En efecto, la lista sería larga si hubiera que recordar a los chilenos y a las chilenas que , sobre todo en los primeros meses del golpe de Estado, fueron internados en Comisarias, regimientos y otros lugares de detención (estadios,barcos,etc) y , muy a menudo , no solo maltratados sino que también torturados, como consecuencia de una denuncia ya sea de un colega de trabajo, de un vecino o también de un familiar o de un conocido. De esta manera, en las ciudades y en los campos de Chile todo una serie de connacionales movidos por motivaciones diversas – odio o animadversión política, envidias profesionales, venganzas entre cónyuges o ex-cónyuges,etc- denunciaron a las FF.AA. a otros chilenos o chilenas que ha menudo no habían tenido ninguna responsabilidad importante en el gobierno de Allende y que en todo caso los organismos de represión del régimen no se interesaron en ellos sino después que fueran denunciados por esos colegas, vecinos o parientes.
No es necesario ni siquiera repetirlo : muchas de esas detenciones tuvieron unas consecuencias dolorosas y a veces fatales para las víctimas en circunstancias de que los que estuvieron en el origen de esos actos cobardes ni siquiera fueron, o han sido , molestados.
Desde luego que no se trata de empujar a la venganza pero si de abordar este tema de manera a poder medir su extensión y poner un poco de justicia. Ello nos permitirá sacar a luz un aspecto más de la sombría sociedad de esa época y levantar la autocensura que impide calificar como se debe a los autores de esos actos deleznables.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.