En la antesala de este 1° de mayo, día de los y las Trabajadoras del Mundo, se produjo un bullado viaje a China por parte del presidente de la República, en el marco de una visita oficial de Estado. Sebastián Piñera solamente viajó con sus hijos, lo cual marca una clara ruptura con la tradición diplomática nacional, y también da cuenta de un confuso rol del empresario/jefe de Estado.
También participó de esta gira Andrónico Luksic, quien se encuentra a la cabeza de uno de los grupos económicos más grandes de Chile y América Latina. De acuerdo a la revista Forbes, la familia Luksic (a través de Iris Fontbona) posee la mayor fortuna de nacional, ubicándose en el puesto 74 de este ranking mundial con un capital de US$15 mil 400 millones de dólares. Esto hace que su participación sea de carácter estratégico.
El pasado sábado 27 de abril, Andrónico Luksic da una entrevista al diario La Tercera, en el marco de la mencionada visita, la cual aterriza en un terreno fértil para la coyuntura política, y para el análisis necesario sobre un modelo de más larga duración, que permite entender la historia económica del país, y sobre todo, la transformación de la promesa ideológica del emprendedor al del trabajador consumidor/propietario. Luksic le habla a la izquierda, pero también a la posibilidad de constitución identitaria de las clases trabajadoras, en tres temas relevantes: China, reforma tributaria y desigualdad.
“Me gusta China, le tengo cariño a China”
El empresario plantea tendencias democráticas divergentes entre China y Venezuela. Mientras en China aumenta, en Venezuela disminuye. Tales tendencias democráticas no son aclaradas, aunque se nos dan pistas: “Yo el año 84 llegué acá y lo único que había era una bicicleta, mire hoy día”. En cambio, “Venezuela viene disminuyendo en democracia, al contrario de China, que se abre y genera libertades, a lo mejor no todas las que quisiera a sus habitantes, pero genera bienestar, le genera prosperidad”. En la misma entrevista cuando habla de libertad en China refiere a comercio, y cuando habla de prosperidad apunta al acceso de bienes básicos, como el agua potable y el alcantarillado y también de bienes de consumo intermedios y tecnología.
En su concepción, sería más democrático aquel régimen que permite el mayor acceso a bienes básicos para los más pobres, e intermedios para aquellos que tienen más recursos. La promesa es así: el aumento del acceso a los bienes que los empresarios nos venden, sería señal de democracia y libertad. Veamos como sigue esta promesa en la entrevista.
“El crecimiento es lo único que nos permite progresar, avanzar a un país mejor, a mejores sueldos, a mejores rentas”
La estructura tributaria es, para el empresario, una forma de dar o quitar incentivos a la inversión, y no una forma de recaudación pública dado el derecho legítimo de la ciudadanía no empresarial de cobrar sobre las ganancias que los empresarios tienen. No le concede una importancia redistributiva ni tampoco función pública, pues el único objetivo hacia el cual todos debemos navegar es permitir que los empresarios inviertan.
Por eso, la mayor libertad de China es un ejemplo a seguir. Dado que este país viene bajando los impuestos a las empresas, estaríamos a contracorriente de la modernización (y del aumento de libertad) si aumentamos impuestos. Les compraríamos menos a los empresarios, lo cual nos haría un país menos democrático, según señala.
Pero lo relevante, es cómo se hacían las cosas cuando a este país le iba bien: “Yo soy partidario absolutamente de que esto tiene que ser un sistema integrado. No hay que olvidarse de que por 20 años este es el sistema que nos llevó y crecimos desde el año 90 en adelante, cuando entramos en democracia”. Por eso, tenía necesariamente que apelar a esa promesa que se ha cumplido en Chile, la promesa de acceso a bienes y de mayor tecnología, y como corolario, más democracia, aunque como siempre ocurre, nos sigue faltando para lograrlo como corresponde.
“No le busquemos cinco patas al gato”
Esta analogía que establece entre aumento de acceso=libertad=democracia, se reafirma con el ejemplo de una potencia mundial que lo impulsa. El relato de los 20 años de progreso en Chile y las reformas necesarias para no interrumpir tal progreso. Sin embargo, la gran crítica a tal noción proviene de la enorme desigualdad que afecta al país, donde el 1% acumula el 33% de los ingresos anuales del país según el Banco Mundial, la cifra más alta a nivel global con igual metodología de medición. Por ello el empresario, nuevamente, vuelve la mirada al mundo: “Creo que está concentrado en el 1%, no tengo idea en cuánto está concentrado. Pero mire, hay gente rica en Chile, hay gente rica y pobre en Argentina, Perú, Brasil, China, Estados Unidos y en todos lados.”
Por lo tanto, la desigualdad es natural. Pero no es cualquier desigualdad, ya que es el 1%, por lo tanto, es acumulación y concentración de la riqueza y los ingresos. Es natural que se acumule riqueza, es cuestión de tiempo aminorarla, pero no acabarla. Por eso no le busquemos las cinco patas al gato, no encontraremos explicación a algo que es parte de la historia de nuestros tiempos y natural como el mismo progreso. Y ya que existe tal desigualdad natural, lo que se puede aspirar es a disminuirla ¿cómo? “creciendo, creciendo. Necesitamos crecer más, el país requiere crecer más.”
El canto de sirenas establece una grieta, si antes todos podríamos emprender para lograr ser empresarios, hoy Luksic no establece la promesa de “emprender”, sino de trabajar para el empresario que invierte. Las oportunidades que observa el empresario, no son de aumento de personas que ahorran y que deberían transformarse en inversores, sino que deben consumir lo que vende un empresario y hacerlo según los ingresos que pueda producir al trabajar para un empresario. La historia de éxito de Chile ha sufrido modificaciones. Ya no pervive tanto el optimismo del emprendedor, como el trabajador consumidor.
Este 1° de mayo, el empresario/presidente y el empresario/acumulador, han puesto en duda la democracia de quienes viven del trabajo. La democracia no se trataría de decidir soberanamente sobre aspectos tan delicados como el trabajo de producción y reproducción al cual están sometidas las mayorías. Tales mayorías tendrán que esperar a ser propietarias, asistidas por el Estado con mínimos que les permitan consumir o endeudarse y aspirar a elegir empresarios/presidentes que entiendan la ley natural del progreso: “Es cierto que nos falta mucho, hay gente que no tiene todavía los beneficios que debería tener, falta. Eso solamente se hace con crecimiento, tienen que entenderlo. Chile, la gente ya lo entendió, por eso salió el presidente Piñera. Los que tienen que entenderlo ahora son los parlamentarios de oposición.”
En la historia del capitalismo tal promesa ha sido repetida sin cesar, la promesa del progreso, como un permanente ir aumentando el acceso a bienes que nos venden los empresarios, luego de superar las necesidades básicas. Ya no hay vuelta atrás con cualquier otra forma de organizar socialmente la vida colectiva, pues ésta nos llevará al retroceso histórico y a la falta de bienestar y libertad. Ayer el ejemplo de progreso, libertad y bienestar fue Holanda, Reino Unido y Estados Unidos.
Sin embargo, el 1° de mayo recordamos la resistencia a las promesas siempre postergada de bienestar y progreso, por una visión que pone el acento en las necesidades colectivas de las mayorías y donde la democracia no ha sido reducida a comprar más a empresarios, ni trabajar más para ellos, para poder nuevamente comprar más. Ha sido resistida como parte de la soberanía sobre la vida en sus más amplios aspectos y no sólo en el consumo circular como roedor sobre una rueda. Nos bajamos de la rueda y dejamos con tres patas al gato.