Digamos las cosas como son: es una vergüenza el rol miserable que los medios de comunicación están jugando en la guerra sicológica que EE.UU. libra contra Venezuela.
Esta situación enloda el honor del periodismo y de los propios periodistas utilizados como instrumentos para derrocar por cualquier medio, incluyendo la intervención armada, a un gobierno legítimo y democrático.
Los propietarios de los medios de información han puesto sus poderosas máquinas modeladoras de opinión pública al servicio de una campaña ruin que dirige la batuta norteamericana.
El periodismo se ha convertido en cómplice de una operación de guerra que intenta sumir al pueblo venezolano en el caos y desesperación. La guerra sicológica ha creado el umbral necesario para la intervención armada con que Trump y su pandilla amenaza a diario a Venezuela.
Sin duda hay periodistas que participan en esta siniestra labor con plena conciencia de lo que están haciendo. Ellos son escuderos ideológicos del sistema que los empresarios de la información utilizan para que se encarguen de la tarea sucia. En esta sentina del periodismo –oculta para el público- se amasan las opiniones editoriales y los “reportajes” unilaterales que esquivan la verdad y omiten aspectos esenciales de la realidad. El mensaje –multiplicado por mil canales- que a diario recibe la opinión pública es un amasijo que viola los fundamentos y la ética del periodismo. El pueblo es sometido al bombardeo de la guerra sicológica que se guía por métodos muy diferentes a los del periodismo.
Sin embargo aún estamos a tiempo de rescatar la honra del periodismo. Aunque -por ahora- sea imposible torcer la dictadura de los propietarios de los medios, cuyos intereses están firmemente uncidos a los de las elites nacionales y del imperio, los periodistas que amamos y respetamos nuestra profesión debemos protestar contra esta situación que nos convierte en sumisos esclavos de la mentira.
No se trata que los periodistas defiendan a la revolución bolivariana –que en mi caso sí lo hago-, sino que defiendan los fueros del periodismo. Esto es, el respeto de la verdad como norma inviolable de la profesión. El periodista tiene el deber de investigar la verdad y el derecho de difundir sin mutilaciones el fruto de su trabajo profesional.
El periodismo tiene una función social muy importante que no puede quedar subordinada a los intereses de los empresarios y de los anunciantes de los medios. El código ético del periodismo se guía por principios humanistas y no por intereses mercantiles. Su deber por lo tanto es presentar toda la verdad para que sirva de base a la formación de las grandes corrientes de opinión.
En tal sentido el coraje de Venezuela para enfrentarse al mastodonte norteamericano bien merece el homenaje de la verdad. Y hacerlo tiene que ver con el honor del periodismo.