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Fernanda Maciel: cuando una mujer pobre es asesinada

Columna de opinión por Patricio López P.
Martes 25 de junio 2019 13:13 hrs.


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Cuando una mujer pobre es asesinada por lo general su vida y su muerte pasan desapercibidas para la sociedad. Salvo para la familia, su nombre queda en el desconocimiento absoluto. No hay conmoción pública y no hay medios de comunicación, salvo que la historia se convierta en una excusa perfecta para el morbo y el espectáculo, con lo cual concurre por un lado la falta de escrúpulos de algunas decisiones mediáticas y, por el otro, un público que no ha sido educado para algo tan importante como la lectura crítica de los medios de comunicación. Cuando estas inercias confluyen, entonces el nombre de la mujer pobre asesinada prolifera por todas partes y acumula horas en los canales y atrae gente excéntrica con cualidades paranormales.

Es lo que sucedió con la desaparición de Fernanda Maciel.

La Fiscalía confirmó esta madrugada el hallazgo de los restos que corresponden a la joven, quien permanecía extraviada desde hace 16 meses, enterrados en una bodega a metros del lugar donde fue vista por última vez en Conchalí. Por esta razón fue detenido un antiguo sospechoso. Cuando ella desapareció, se empezó a fraguar una conmoción pública que se transformó luego en una vergonzosa cadena nacional permanente: conductores de matinales transformados en súbitos Sherlock Holmes dando sus apreciaciones para resolver el misterio; personajes penosos que lucraron sin escrúpulos con la muerte de la joven en nombre de sus supuestas cualidades paranormales que sacaban a pasear a periodistas por basureros, ríos y sitios eriazos, concentrados porque ahí, ahí, estaba la energía de Fernanda y seguramente habría una pista para ayudar a la investigación. Los canales competían y le dedicaban media hora, una hora, dos horas a estas delirantes e irrespetuosas tesis, al punto que cada uno tenía sus videntes con contrato de exclusividad que estrujaron sus espurios 15 minutos de fama.

Recordamos que hace algunas semanas y a través de una declaración oficial, el Colegio de Periodistas lamentó la farandulización en los medios de comunicación en torno al homicidio de Nibaldo Villegas y al femicidio de Estefanía Martínez, pues se nos presentaban los casos de violencia sin contextualización y convirtiéndolos en un “espectáculo” que trivializa la violencia. En su texto, la Orden instó a quienes trabajamos en los medios a generar coberturas éticas. Lo lamentable es que la ética y la prudencia sí se ponen en práctica cuando se trata de personas y familias que pertenecen a los estratos altos de la sociedad, pero no cuando provienen de los sectores populares.

Lo increíble es que mientras los videntes sacaban a pasear a los móviles de los matinales, los aparatos policiales también les daban crédito y consideraban líneas de investigación a partir de estos delirios. Poco importaba lo que la familia de la joven dijo desde el principio: que por favor buscaran en la bodega que quedaba a 40 metros de la casa, que ahí a Fernanda se le había visto por última vez. Incluso supuestamente se inspeccionó el lugar, pero aparentemente se hizo tan mal que no la encontraron, hasta anoche. Dicen que la inminente llegada del FBI estadounidense volvió eficientes de pronto a los aparatos investigativos criollos.

Esta mañana, cuando ha terminado la angustia de la familia y al menos se han podido encontrar los restos de Fernanda Maciel, es la primera vez que en nuestro medio hablamos de ella. Y probablemente será la última. Esperamos que con el desenlace doloroso de la investigación y ojalá con el esclarecimiento y sanción del autor del crimen se termine con este acoso mediático irrespetuoso y morboso. Que se le dedique esas decenas de horas en los medios a otros asuntos relevantes para la sociedad en vez de los videntes, como los proyectos de ley, los puntos de vista de las autoridades o de los actores sociales movilizados.

Que la memoria de Fernanda Maciel y su familia puedan descansar en paz.

 

Envíanos tu carta al director a: patriciolopez@u.uchile.cl

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.