Cuando niña quiero ser feminista

  • 05-12-2019

Las tremendas artistas del Colectivo Las Tesis tienen al mundo entero cantando lo que nos ha costado tanto hacer entender: que la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. Así, tan simple, pero a la vez tan potente y sanador.

Porque resulta que las que tenemos más de cuarenta años crecimos en un mundo donde había que comportarse como señorita, sonreír nomás, porque calladas nos veíamos más bonitas y cruzar los dedos porque algún joven se fijara en nosotras, porque solo así éramos bonitas. Y resulta que no, que no es así.

Entonces, creo que si hubiera tenido los espacios que las feministas nos han ido abriendo, mi tiempo de terapia estaría reducido a la mitad. Porque hoy las chicas, libremente y sin ser insultadas o discriminadas, pueden ser las dueñas de sus cuerpos para usarlos y vestirlos como les da la gana; ser independientes de ir donde quieran a la hora que quieran y pagar sus propias cervezas sin esperar que la salida del sábado sea para “enganchar” a nadie.

Hubiera dado lo que fuera para poder pintarme el pelo de colores a los 17 igual como lo hice a los 36; hubiera dado lo que fuera para usar bikini con la seguridad que me tomó 43 años juntar; hubiera dado todo por hacer o no hacer sexualmente lo que se me venga en gana. Porque claro, ahí está lo que más nos cagó la vida: lo que no hicimos o peor, lo que nos obligaron a hacer. Saber que somos tantas las que callamos este calvario porque “ahí sí que nadie te va a querer” y “te vas a quedar soltera”, como si ser soltera fuera la peste negra (una que hoy disfruto).

Yo no soy feminista, porque hay cosas en mi esencia que me cuesta muchísimo cambiar, pero créanme chicas, que si fuera niña otra vez quisiera ser feminista para vivir en un mundo más libre y seguro.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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