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El calentamiento social

Columna de opinión por Cristóbal Vera T.
Martes 14 de enero 2020 16:56 hrs.


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No se puede luchar contra el cambio climático si no se lucha al mismo tiempo por la justicia social. No hay una lucha antes que la otra porque ambas están profundamente ligadas.

Las consecuencias del cambio climático y de la sobre explotación de recursos harán agravar y agudizar más las inequidades de la sociedades.

Durante 2 siglos se ha instaurado un modelo económico que nunca contempló límites. Se basa en una creencia que podemos extraer recursos naturales de manera indefinida y por lo tanto tener un crecimiento indefinido, siempre se podrá crecer. La primera mala noticia es que los mercados no pueden aumentar la cantidad de petróleo disponible, modificar el diámetro de la tierra o los límites de la atmósfera, son las leyes físicas las que deciden. La segunda mala noticia es que todos nos tenemos que “poner a régimen” o al menos si queremos una tierra que permita vivir hoy en día a 7 mil millones de personas y en 2050 a 10 mil millones de personas. No hacerlo, es dejar el camino libre a otros modos más desagradables de control de la población que puedan permitir a sólo un cierto puñado de personas vivir con mayores privilegios, la hambruna o la guerra.

No deja de ser curioso que la chispa que hizo estallar los movimientos sociales en Chile, Ecuador, Haití o incluso los chalecos amarillos en Francia haya tenido que ver con el petróleo. El alza de 30 pesos en Chile del metro o de 3 céntimos de euros del impuesto al litro de gasolina en Francia tuvieron relación directa con el alza en el precio del recurso fósil, en Ecuador fue la eliminación de sus subsidios y en Haití graves problemas en su abastecimiento. Es importante recordar que el petróleo jugó un papel principal en las causas de la gran crisis económica de 2008.

Por otro lado, está bastante documentado que la sequía que afectó Siria, Israel, Palestina y parte de Egipto durante los años 2006 y 2010 fue uno de los desencadenantes del levantamiento en Siria para dar origen a la guerra civil en 2011 marcada por un mal gobierno además de políticas agrícolas y ambientales insostenibles.

Las energías fósiles y en particular el petróleo, han sido nuestra droga. Siguen siendo el 80% de nuestra fuente energética a nivel mundial y como cualquier droga tiene efectos positivos en el corto plazo. Nos ha permitido ir más lejos, más rápido, alimentar a más gente por menos y construir el mundo globalizado actual que tenemos. El petróleo es el recurso que mantiene conectado al mundo al ser la energía por excelencia de los transportes. Una vez adictos, comienzan los efectos molestos, las consecuencias del abuso y si además añadimos el hecho que la droga ha comenzado a acabarse podríamos rápidamente encontrarnos en una gran crisis. Esto se conoce, pero el punto esencial es que lo más afectados serán los más pobres.

No sólo comenzaremos a tener mayores dificultades al acceso, sino que además los efectos desagradables asociados a los gases de efecto invernadero ya han comenzado a acelerarse, sequías, huracanes, olas de calor, aumento del nivel del mar, escasez de agua potable, incendios y un largo etcétera.

Más allá de los acontecimientos o factores que dan inicio a movimientos para una mayor justicia social, son señales de consecuencias más profundas que comenzamos a evidenciar cada vez más, ligadas al mismo modelo que ha generado sociedades desiguales y que ha sobreexplotado los recursos naturales y que tendrán efectos catalíticos en la inestabilidad social. Estas consecuencias son y serán agravantes en los estallidos sociales o peor, en colapsos totales. El calentamiento social es entender el nexo entre el cambio climático y la justicia social, no se pueden disociar ni tratar cada uno de manera aislada. Es cómo los terremotos, hay lugares donde existe mayor probabilidad que puedan ocurrir pero no se puede predecir exactamente dónde, o que tan fuerte será o si ocurrirá este año, en 10 años o en 25 años. Lo que sí se puede decir es que cuando más se tiende a resistir, más violento será.

Habrá que tomar medidas que beneficien el planeta y a los más necesitados. El esfuerzo y las acciones para luchar contra el cambio climático deben hacerse teniendo como principios la justicia y la igualdad. Esto no es evidente y requiere un estudio caso a caso. Por ejemplo lo sucedido en Francia con los chalecos amarillos, que comenzó con la subida del impuesto sobre el carbono, que es un impuesto medioambiental que desalienta las emisiones contaminantes haciendo pagar más en función de las emisiones. Esta medida no fue acompañada con medidas que permitan mejorar los transportes públicos además de afectar directamente el presupuesto de gente que no tiene otra opción que usar el auto para ir a trabajar, especialmente la gente de regiones y ciudades pequeñas.

Por supuesto quién se ve más impactada, es la gente con menos recursos. Se sumó al descontento que el impuesto no aplica a los aviones, que dicho sea de paso, contaminan más y es la gente más rica que lo utiliza más o el hecho que se aprobara una reforma para disminuir el impuesto a la fortuna, en montos comparables a lo que se esperaba recaudar con la subida del impuesto del carbono. Todo esto despertó la rabia por la injusticia de la medida. Una medida que por principio medioambiental es correcta pero que debe poner atención en cómo es implementada.

No hay soluciones milagrosas, lo que si podemos afirmar es que debemos realizar una repartición equitativa de los recursos y beneficios como también de las externalidades negativas. Cambiar la lógica de la extracción y ganancia a corto plazo para unos pocos por una que piense a largo plazo invirtiendo en la sociedad y pensando para el bien del planeta. Requiere por supuesto de una nueva organización a nivel del país que hará frente a una economía que tarde o temprano se contractará. No se contractará porque el mercado lo diga, se contractará porque habrán menos recursos para más gente. La economía deberá avanzar más lenta y mejor repartida, articulando lo social y lo ecológico para cambiar nuestro modo de vida. Entre más esperaremos, más probable que nos desestabilicemos y surja un voto populista, aprovechando un error en la atribución de las causas.

Un nuevo pacto social debe pensar a largo plazo y para el bien del planeta. Un pacto que sea coherente con un futuro que será cada vez más complicado, que nos permita estar mejor preparados, resilientes y tenga como principios la justicia social y ambiental. Hemos avanzado rápido pero avanzar rápido no nos llevará necesariamente más lejos.

El autor es Ingeniero Civil Mecánico  de la Universidad de Chile y Master Ecole Polytechnique, Francia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.