En mayor o menor medida, en estos más de dos meses de pandemia, nos hemos visto tensionados por el encierro, el claustro, el término de las interacciones físicas, el cambio de rutinas, la soledad y el temor a lo desconocido. Ni la mejor película o serie televisiva podría haber dado cuenta de lo que un virus podía afectar a miles de millones de personas en el mundo.
He reflexionado con los días tratando de conectarme con los cambios que vienen para todos. No será fácil, me digo. Sin embargo, aún me cuesta calibrar el “qué” y el “cómo” tendremos que emprender post pandemia y, aunque no lo imaginen, gran parte de las respuestas han venido desde la discapacidad. ¿Por qué? Porque cada uno de esos cambios o circunstancias que enumeré al inicio de esta columna, las personas con discapacidad las han vivido en alguna etapa de su vida y la han enfrentado con esfuerzo.
Así, el título de esta columna “La libertad está al final del esfuerzo”, frase del neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik, me hizo sentido en esta lógica. El médico, conocido como el padre de la “resiliencia” tras una niñez traumática, fue capaz de enfrentar la adversidad y dar un giro a su vida. Esta misma dinámica es la que han afrontado miles de personas con discapacidad.
¿Qué elementos son lo más importantes para lograr metas? ¿Qué rol cumple el esfuerzo? ¿Hay libertad al final del esfuerzo? Un reconocido estudio mundial del Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations concluyó que sólo un 23% del éxito se debe a nuestras capacidades y el 77% a las aptitudes emocionales que tengamos.
Es cierto que el nivel de esfuerzo y las aptitudes emocionales varían según nuestras circunstancias de vida. Pero, también es cierto que en esta lógica debiéramos aprender de las personas con discapacidad. Ellos se esfuerzan el doble que una persona sin discapacidad para conseguir un trabajo, para ser incluidos en el sistema escolar, para rehabilitarse, etc. Son el vivo ejemplo, que el poder del esfuerzo, de las emociones, el llamado “espíritu de superación” son reales y logran resultados. Ellos no solo tienen barreras físicas a diario, las tienen también desde los prejuicios y la exclusión de las personas. Estas son las barreras más difíciles de derribar.
Ejemplos de esfuerzo hay muchos. Connotados personajes históricos, como Beethoven con su genialidad musical a pesar de su sordera o Stephen Hawking, con una severa discapacidad física y una futurista mirada de las ciencias; o un ejemplo más cercano, la cantidad de medallas que nuestro país ha recibido gracias a los destacados deportistas paraolímpicos chilenos.
En época de coronavirus, cuando debemos reinventar las relaciones y nuestras metas, miren a su familiar, amigo o vecino con discapacidad. Les aseguro que han encontrado un sentido de futuro distinto al nuestro. Necesitan trabajar, sí. Necesitan estudiar, sí. Igual que tu o yo. Sin embargo, el sentido de cada una de esas necesidades tiene otras implicancias, porque alcanzarlas muchas veces ha sido muy difícil.
En época de pandemia, aprendamos de la sabiduría, de la resiliencia de una persona con discapacidad… como país y sociedad, avanzaremos hacia el futuro. La libertad está la final del esfuerzo.
Andrea Zondek es presidenta Fundación TACAL.