Un partido de entrenamiento: al fútbol que extrañamos no se lo llevó el virus

El fútbol profesional volvió sin público y con reglas extra en Alemania y Costa Rica. Devotos y curiosos han seguido los partidos y muchos se han decepcionado. Pero, ¿es la pandemia del coronavirus la verdadera causa de este hartazgo?

El fútbol profesional volvió sin público y con reglas extra en Alemania y Costa Rica. Devotos y curiosos han seguido los partidos y muchos se han decepcionado. Pero, ¿es la pandemia del coronavirus la verdadera causa de este hartazgo?

Si pudiera entender alemán seguramente me entretendría más con las frases que resuenan detrás de los comentaristas en cada partido de la recientemente reanudada Bundesliga. Aun así, si es que pudiera elegir algo con lo que quedarme, elegiría al fútbol. Llámenme básico, simple, banal, si quieren; aunque lo podría detrás de algunas otras pocas cosas, estaría sin dudas en ese starter pack que llamaría “vida buena”.

Dicho esto, debo confesar con pena que no logro alejar mi mente de los gritos de los jugadores que resuenan como un eco claro, a falta de las vuvuzelas y de ese murmullo de estadio que solo pocos suelen disfrutar. El Leverkusen terminará goleando por 4 a 1 al Werder Bremen, pero al espectáculo le falta más que una goleada o un Aránguiz en cancha para ser interesante.

“Siento que el fútbol en Inglaterra está siendo empujado a regresar demasiado pronto”, declaró el delantero del Derby Country, Wayne Rooney, apenas se supo que la Premier ya tenía fecha de retorno: el 17 de junio. Pero sus palabras no pueden sino dimensionar a los pilares fundamentales que sostienen a este deporte desde su creación. ¿qué pasa con el hincha que quiere reencontrarse con su equipo al menos a través de la pantalla?, ¿a quién responde el futbolista?, ¿quién lo empuja y hacia qué?

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Salgamos jugando, hablemos del hincha. El pase va por cuenta del autor de la exitosa saga futbolera Barrio Bravo, Roberto Meléndez, que dice no extrañar tanto ver fútbol como jugarlo. Pero si para eso aún falta más tiempo, por qué es necesario que el fútbol profesional regrese justo ahora que, por ejemplo, en España, recién la primera semana de junio se contabilizaron 0 muertos por coronavirus.

Sí, es cierto, la pandemia ha hecho estragos en nuestras sacrosantas pirámides de Maslow, pero para Meléndez también nos ha recordado que estos meses, al igual que el fútbol que regresó, son solo una simulación, y que se parecen a cualquier cosa, menos a la vida.

“Se está tendiendo a hacer un discurso de que es lo esencial y que no lo es, olvidándose finalmente de algo que es muy importante, que no solamente estamos acá para sobrevivir sino para tener una buena vida. Al menos esa es la expectativa de la gran mayoría, y dentro de eso, está hacer las cosas que a uno le gustan. Y dentro de eso gritar un gol es una de ellas, al menos en mi caso”, dice.

Pero vamos, seríamos mezquinos si solamente nos quedásemos en este punto, en el fútbol como un placer sencillo de la vida. Qué duda cabe que se trata también de una industria, cuya paralización no solamente afecta al hincha y a los jugadores, sino también a los que están en medio y que se sostienen directa o indirectamente gracias al juego.

Roberto Meléndez.

Roberto Meléndez.

Cristian Cavieres, por ejemplo, relator deportivo de radio ADN, ha vuelto a narrar fútbol después de casi tres meses gracias a una invitación de Red Gol y de La Magia Azul, que transmiten en vivo los encuentros en donde participa el hijo predilecto de la U de Chile, Charles Aránguiz, volante central del Bayer Leverkusen desde el año 2015.

Aunque admite haber recurrido a ese dibujo exagerado al que apelan los narradores ante un panorama con jugadores poco sueltos, con miedo, sin el olfato que te da la constancia de las horas de vuelo, o sentirse más extraño aún al relatar un gol acompañado de las grabaciones de multitud que los directivos alemanes han creído necesarias para matizar el espectáculo, Cavieres se ha sentido feliz, dice, pero no por eso sin dudas.

“Siempre está la incertidumbre, ¿y si hay contagios entre jugadores o los dirigentes que están en el estadio? Uno está con el temor de que, a lo mejor, si se genera otro brote, nuevamente la competencia se puede detener y esta vez sea incontrolable el asunto. Pienso que en Europa puede ser más manejable, por la sociedad, por el verano al que están entrando, a diferencia de lo que ocurre en este lado del mundo”, agrega.

Sin dudas y de forma tajante, desde su postura avalada por sus años en el juego, el exfutbolista Carlos Caszely opina que este regreso al fútbol profesional debió darse recién en septiembre, y que en el caso de las clasificatorias sudamericanas a Qatar 2022, éstas deberían postergarse hasta marzo del año siguiente.

Carlos Caszely

Carlos Caszely.

Pero el pensamiento FIFA “es el europeo”, ha dicho hace poco el secretario adjunto de la organización, Gonzalo Belloso, quien agrego, además, la intención clara de que las clasificatorias de la región arranquen con la fecha doble planificada para el mes de septiembre. Eso sí, sin público, sin VAR y con las normas de distanciamiento imposibles de cumplir dentro de la cancha.

Los nostálgicos del fútbol ya nos hemos quejado hasta el hartazgo sobre el VAR (guardando silencio prudente cuando favoreció a nuestros equipos). Ahora lo relegan por el riesgo de contagio en las minúsculas cabinas arbitrales, pero, si nos dieran a elegir el fútbol que queremos ver, ¿elegiríamos esto por sobre un espectáculo sin gente y sin alma?

Caszely es claro nuevamente. “Un partido sin público no puede ser entretenido. El fútbol es especial porque es la forma de desahogarse de las multitudes. Sin público, además, para el jugador también es muy fome. Es un partido de entrenamiento. No te olvides por qué los equipos suben de local y bajan de visita, justamente por el apoyo del público”, recalca.

Ya está, nos calmamos un poco, postergamos el fútbol y lo hacemos regresar sin VAR y con nosotros en las tribunas. ¿Volverá entonces el espectáculo a ser el mismo?, o regresemos más bien a la pregunta que abre esta reflexión, ¿es la pandemia del coronavirus la verdadera causa de esta sensación atorada en la garganta y que no sabemos expulsar por más goleadas que nos entregue la Bundesliga?

Los aún más nostálgicos creen que no. Esteban Catalán, por ejemplo, hincha de Colo-Colo y autor de El gran libro de las camisetas de los mundiales (Planeta, 2019), confinado en Inglaterra, afirma sentir algo parecido.

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“No terminé siquiera de ver el partido del Bayern, aunque poco antes yo decía, si dan un partido de la liga japonesa lo voy a ver, porque necesitaba ver fútbol, pero no pasó nada. El tema es que no creo que sea algo relacionado particularmente con el virus. El virus lo hace ver más claro, pero yo he hablado varias veces con amigos sobre esta sensación. Ya no me gusta tanto el fútbol”, confiesa.

Yo no alcancé a ver el fútbol en esos años en los que Catalán dice haberlo disfrutado. Guardo apenas en mi memoria la desazón de un experimentado Rivaldo y un nobel Ronaldo -que no volvería jamás- en la final de Francia 98. Eran los años en los que en el fútbol, dice, se intensificaba una mercantilización sin retorno que lo dejaría sin alma, que engrosaría las facturas de sus protagonistas, a costa de la orfandad de sus seguidores.

Como van las cosas en la liga alemana, es una apuesta segura y sin pocos réditos decir que el Bayern, al igual que los siete años anteriores, la volverá a ganar. Lo mismo pasará con la Juventus en Italia, y con alguna incomodidad del “Atleti”, la presea española se disputará, como una historia ya escrita, entre el Real Madrid y el Barcelona.

Aun así, y pese a no haber anotado ni un gol en la secundaria en arcos incluso con arqueros ya rendidos, sigo extrañando al fútbol, y lo elegiría por sobre un sinfín de otras frivolidades. Los extremadamente nostálgicos lo elegiríamos igual. Es una nostalgia absurda, en todo caso, y que el virus no es capaz de llevarse. El fútbol ha muerto, de alguna forma, pero esa nostalgia por esperar una resurrección milagrosa y ese instante de aquello que no ha sucedido aún nos hace anhelarlo todavía más.

*La foto de portada es de Peter Erdahl.





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