Sequía y desertificación, un desafío global

  • 16-06-2020

El 17 de junio está definido como el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, dos conceptos concomitantes, que amenazan vastas áreas del mundo, generando un desafío de carácter global.

La agudización de la sequía y la expansión de la desertificación son fenómenos que revelan las consecuencias de la actividad humana sin sentido de sostenibilidad, como la conversión de terrenos silvestres para la cría de ganado y la agricultura, el pastoreo sin supervisión que causa la degradación y pérdida del suelo, el uso excesivo de fertilizantes químicos y las prácticas agrícolas intensivas, que agotan la fertilidad de la tierra.

Pero, además, en las últimas décadas los procesos de desertificación también se han intensificado por la crisis climática, lo que resulta en una reducción de las precipitaciones, la sequedad, las sequías recurrentes, la deshidratación de lagos y ríos. Obviamente, hay que mencionar que la crisis climática también es el resultado de la intervención humana.

Según cifras de Naciones Unidas, hasta la fecha más de dos mil millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles se han deteriorado en forma irreversible. Al mismo tiempo, se estima que la demanda de áreas agrícolas para el cultivo de alimentos y la producción industrial alcanzará 300 millones de hectáreas adicionales para el año 2030.

Más del 70% de los ecosistemas naturales se han convertido en áreas agrícolas, y este porcentaje podría alcanzar el 90% para el 2050.

Entonces, ¿qué podemos hacer para cambiar esta preocupante situación?

En primer lugar, consumir y producir de manera sostenible, ya que el aumento en el consumo eleva la presión para convertir más tierras en uso agrícola, a expensas de las tierras naturales, al tiempo que deteriora la condición de las tierras agrícolas existentes y las convierte en un desierto.

A nivel personal, podemos reducir el consumo de productos animales, ya que la producción de carne, lácteos y huevos abarca más del 70% del área agrícola mundial, mientras que la demanda de productos animales está en aumento en todo el mundo.

También podemos evitar tirar alimentos y perder alimentos en sus procesos de producción, comercialización y preparación. Según la ONU, la comida perdida equivale a alrededor de 1.400 millones de hectáreas, un área enorme que podría permanecer natural y verde.

A nivel nacional, podemos preservar y proteger los sistemas naturales en los procesos de desarrollo, promover la reforestación, y mantener el equilibrio del pastoreo sostenible. Es importante que regeneremos y rehabilitemos los ecosistemas, evitando dañar la biodiversidad.

Israel es uno de los únicos países del mundo que ha logrado ganarle al desierto. El desierto de Israel no solo no está creciendo, sino que se ha achicado, como resultado de la agricultura avanzada. En Israel, se ha desarrollado una amplia gama de tecnologías, la mayoría de ellas simples y económicas para la agricultura en zonas áridas y semiáridas, como el riego por goteo, el uso de agua salobre para el cultivo de verduras y más.

En Israel, aproximadamente el 90% de las aguas residuales del país se purifica y se reutiliza para la agricultura. De hecho, la agricultura en Israel existe en gran medida gracias a esta agua. Las filtraciones y pérdidas en los sistemas de agua en Israel también son muy pequeñas, ahorrando dinero y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.

Al mismo tiempo, se han desarrollado métodos efectivos para la agricultura de zonas áridas y semiáridas, como asimismo variedades vegetales resistentes a la sequía.

En el famoso Instituto Volcani y otros centros de investigación en Israel, actualmente hay una extensa investigación sobre agricultura resistente a la sequía y al cambio climático, y en ese contexto, por ejemplo, el Volcani ha desarrollado un método para reducir la pérdida de grano en las instalaciones de almacenamiento (silos) a solo un 0,5%, evitando los daños causados por insectos y plagas.

Israel es, de hecho, un país pequeño, pero en los últimos cien años ha adquirido una experiencia considerable en la reforestación de las zonas semiáridas y la preservación de los bosques en condiciones de calor y sequía.

Esta experiencia invaluable de lucha contra la desertificación y la crisis climática ha permitido a expertos israelíes conectarse con colegas en Chile, para trabajar en conjunto en aproximaciones multidisciplinarias al desafío de la desertificación. Así, en los últimos años, académicos israelíes han trabajado con las universidades de Chile, Católica, Arturo Prat, Antofagasta, UCN y otras, para afrontar este desafío global.

Expertos israelíes han participado en instancias como el Congreso de Futuro, exponiendo sobre las distintas políticas publicas y los desarrollos tecnológicos a favor del desarrollo sustentable y el cuidado del agua. Como principio fundamental, se han realizado seminarios sobre innovación agrícola sustentable a lo largo del país, y delegaciones público-privadas de Chile han visitado Israel para conocer de cerca el modelo hídrico y fortalecer los lazos de cooperación. También se han dictado cursos por expertos israelíes a través de la Agencia Israelí de Cooperación Internacional (MASHAV), con el propósito de trasmitir el conocimiento y las buenas practicas a las distintas regiones de Chile.

Como embajada, en los últimos años hemos estado trabajando intensamente con autoridades chilenas para compartir nuestra experiencia en la gestión de recursos hídricos, con un foco especial en las zonas de sequía. Así, en este Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, comprometemos nuestra colaboración con MOP, Comisión Nacional de Riego, Comisión de Recursos Hídricos de la Cámara de Diputados, Intendencias y alcaldías, como también con la sociedad civil, para seguir compartiendo las soluciones que Israel ha desarrollado para ganarle al desierto. Porque el planeta es de todos y debemos protegerlo juntos.

 

La autora es embajadora de Israel en Chile

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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