Hace algunos días conocimos las destempladas declaraciones emitidas por la corista de la dictadura de Augusto Pinochet, Patricia Maldonado, contra la senadora electa Fabiola Campillay. Con despiadada burla se refirió en un programa que realiza junto a la actriz Catalina Pulido a la trabajadora que un día salió con destino a su fábrica donde nunca más pudo regresar porque un policía la dejó ciega al dispararle en el rostro con una escopeta una bomba lacrimógena.
“¡¿Qué va a hacer ahí esa pobre mujer?!”, exclama al borde del grito la Maldonado que hace algunas décadas avivaba la noche de torturadores como Álvaro Corvalán Castilla mientras los mortales y corrientes chilenos permanecían encerrados obligatoriamente por el toque de queda del que abusó la dictadura cívico-militar que aún ella misma defiende.
Pulido y la otra invitada al espacio, vocera del comando de José Antonio Kast, se ríen a carcajadas sin reparar que se trata de una víctima de una violación grave a los derechos humanos, sin cuestionar un ápice la desbocada performance de Patricia Maldonado.
Ya antes la doctora María Luisa Cordero, electa diputada por el distrito 10, sostuvo en su conocido tono pontificador que “los jóvenes de hoy son todos unos egocéntricos al pedo”. Y claro, le debe molestar la determinación de esta generación por exigir sus derechos, por reclamar por lo que no está bien, por protestar a viva voz desde la “Revolución Pingüina” de 2006 a octubre de 2019 por cambios que hagan a Chile un país vivible para todos y no para una elite a la que le rinde tributos la médico psiquiatra que recordemos fue expulsada del Colmed por entregar licencias médicas fraudulentas.
Pero hay más: Cordero señala que se debe permitir el voto solo de quienes tienen “suficiente formación”. En redes sociales, también había afirmado que su voto valía más que el de su empleada doméstica. El tema fue comentado con ella en el programa Pecados Digitales de Mega a fines de noviembre, donde le preguntaron por el punto. “Sigo pensando igual”, precisó, para luego agregar que “yo siento mucho que la Bertita no haya llegado a aprender las cosas que he aprendido yo, entonces uno sufre que personas que no tengan la suficiente formación sean capaces de elegir los políticos que tenemos”.
Como puntualiza en una columna de opinión aquí mismo en el Diario Universidad de Chile el sociólogo Felipe Portales, esta mirada era defendida ya en 1925 por el periódico El Mercurio donde en una editorial del 8 de junio precisa que “hay que buscar el medio de contrabalancear la influencia de la masa analfabeta e inculta, que vende actualmente su voto, mediante otra mayor influencia de los elementos conscientes”, destacando a los “jefes de familias numerosas” o a quienes “contribuyen con la riqueza pública” y el “jefe de negocios importantes”, los que a su juicio “deben tener un mayor número de votos que el resto de los ciudadanos”.
Lo de Cordero vendría a ser entonces como una forma de reflotar una idea antigua de los sectores conservadores que siempre han visto con malos ojos la participación de las masas molestas que siempre enarbolan solo reclamos y protestas.
La guinda del pastel la coloca otro diputado electo, ex militante de los republicanos, Johannes Kaiser, quien cada vez que aparece en un video o transmisión en redes lo hace para demostrar el rostro de la intolerancia y la falta de tino en un Chile que ya no acepta manifestaciones misóginas y que tengan como objetivo atacar a las diversidades sexuales.
El listado de salidas de madre de Kaiser es largo. Tanto que le valieron primero que el propio Kast le pidiera que dejara su partido y luego señalara que no se fijaron bien en todos los antecedentes y que se había relevado su presencia como youtuber para postularlo al Parlamento… ¿En serio así elige a sus candidatos el Partido Republicano?
Kaiser hizo apología de la violación de mujeres, que los ejecutados de Pisagua en dictadura estaban “bien muertos” y ahora hizo burla de que otra diputada de los republicanos que asumirá el 11 de marzo del próximo año, Gloria Naveillán, deberá compartir baño con la primera diputada transgénero en la historia de Chile, Emilia Schneider.
La democracia y la libertad de opinión no pueden estar presionadas a extender sus márgenes por este tipo de expresiones que se alejan de la convivencia que tanto ha costado construir en el país. De otra forma cabría preguntarse, ¿hasta dónde estaremos dispuestos como sociedad a aceptar este circo de los absurdos?