Menos ministra Orellana, más Simone De Beauvoir

  • 04-06-2023

¿Qué es ser mujer?

Este fin de semana, la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, nos sorprendió con su respuesta a una diputada que pedía aclarar la adjudicación de cuatro millones, vía concurso, para un proyecto centrado en “ilustrar y difundir de manera didáctica la anatomía genital femenina”. Al respecto, la ministra planteó que de no abordar la promoción de derechos sexuales y reproductivos por la autoridad, “podría ser constitutivo de falta de servicio”. Agregó que “el desconocimiento del clítoris es un problema de salud pública” que involucra a “niñas, adolescentes, mujeres y personas con vulva” y a profesionales de la salud.

Si bien, la ministra tiene razón al señalar que los derechos sexuales y reproductivos son materia importantísima, asombra la ligereza con que este ministerio aborda una problemática de carácter fundamental, que involucra al sujeto femenino en toda su extensión. Hemos extrañado en el ejercicio de la función pública de la ministra una reflexión más profunda acerca de las luchas feministas y, definitivamente, su poca aproximación a un marco teórico que sustente sus políticas de carácter público.

A este respecto, quiero remitirme a una escritora fundamental en estas materias: Simone de Beauvoir, una filósofa existencialista nacida en París en 1908 y que es autora de la obra “El Segundo Sexo”, considerada clave en la historia del feminismo, y donde muestra cómo distintas tradiciones, religiosas, científicas, literarias y culturales, crean una ideología de la inferioridad natural de la mujer.

“El Segundo Sexo” fue publicado en Francia el año 1949 y la recepción que tuvo fue más bien escandalosa, como si se tratase de un libro que viniera a ser disruptivo con el modo de ser que las mujeres tenían en esa época, sobre todo en lo que se refiere a su sexualidad. Es decir, este libro fue recibido primero como una suerte de panfleto de la liberación sexual y no como lo que es: un ensayo filosófico sobre el sentido de lo que significa ser mujer.

Este libro contiene una de las sentencias más conocida de Beauvoir: “No se nace mujer, sino que una se hace mujer”. Con esto, la filósofa quería plantear la idea de que no existe ningún condicionante biológico, ninguna esencia o ideal que dicte cómo debe ser una mujer. Es decir, las mujeres venimos al mundo con un cuerpo determinado y según Simone de Beauvoir, a partir de una idea preconcebida que ella llama “el eterno femenino”: se nos educa y se nos socializa de determinada manera, para que cumplamos cierto rol inferiorizante en la sociedad. Es decir, si la mujer es concebida como un ser inferior al varón, no es porque lo sea por un aspecto biológico o por alguna esencia cumplida.

Este ensayo, que es el más famoso de Simone de Beauvoir, se llama “El Segundo Sexo” porque, justamente presenta la idea de que la mujer es la “otra” del “Sujeto Absoluto”, siendo este sujeto absoluto no un sujeto neutro, sino el sujeto masculino. Beauvoir va a decir que el varón se presenta a la vez como positivo porque es el sexo dominante y también como neutro porque va a ser el sujeto que va a ser la medida de todos los otros sujetos, o sea, se va a presentar como “el universal”. En esta posición de universal es que hetero designar a la mujer como su “otra”, porque lo que va a decir Simone de Beauvoir (hablando desde una raigambre filosófica hegeliana y retomando lo que es la dialéctica del amo y el esclavo) es que el varón va a tomar conciencia propia a través de la designación de la mujer como esta “otra”, y en este ejercicio la mujer no tiene ningún tipo de participación. Ella es mencionada y definida por el varón y queda “otrizada” con respecto a él, sin posibilidad de hacer el retorno a esa subjetividad porque en esa relación no existe reciprocidad alguna.

La propuesta que nos entrega la autora en esta obra, es la posibilidad de la mujer de alzar la voz desde su condición de “Otra”, es decir, de hablar desde el margen. Ella parte el libro nombrándose como mujer y reconociéndose como mujer (esto no lo necesita hacer un varón porque es el sujeto absoluto y siempre habla por todos). Ella, en cambio, señala desde qué lugar habla y señala que, desde ese lugar, debe obtener verdades que no son esas verdades que se presumen absolutas, pero no se relacionan con lo que una mujer experimenta o puede pensar.

Y cuando elabora un programa de liberación, ella dice que son las mismas mujeres las que tienen que emprender el camino de la liberación, ya que la autora, como existencialista, consideraba que ante el advenimiento de la conciencia de la opresión, estaba la responsabilidad por salir de ella. Entonces, dice que las mujeres tenemos que emprender un camino de desligación del varón como esa figura de dominio. Agrega que este cambio se tiene que dar con los varones. Por esto, Simone de Beauvoir es presentada muchas veces como una feminista de la igualdad, en el sentido de que ella dice que para poder revolucionar esta forma de socializar, es necesario que las dos partes, en este caso, varones y mujeres, emprendan un camino revolucionario de la forma de relacionarse socialmente.

A la luz del texto que comentamos, la problemática en el camino de lograr la igualdad entre varones y mujeres es bastante más compleja que como lo presenta el ministerio y, discusiones de este nivel invisibilizan la profunda desigualdad en que viven miles de mujeres, niñas y adolescentes en nuestro país. En Antofagasta, quienes trabajamos en territorios de exclusión, sabemos que una de las principales problemásticas es el caso de las niñas que deben quedarse al cuidado de sus hermanos mientras una madre (por lo general, mono sostenedora) debe trabajar. La niña debe abandonar sus estudios y ser madre a temprana edad, suele convertirse en el único proyecto de vida que se le ofrece.

Finalmente, podemos relevar la importancia de efectuar una revisión, tanto biográfica como histórica, de Simone de Beauvoir quien rompe el hechizo que esconde a la mujer como la “otra” y justifica la dominación de un sexo sobre otro, instándonos a generar una forma de socialización entre varones y mujeres que reconozca esta desigualdad con el fin de construir formas distintas de vinculación más justas, equitativas y liberadoras. Este es el tipo de reflexión que esperamos de quien tiene el poder de dirigir el foco de la verdadera desigualdad y debe, por mandato de la ley, enfocar de modo eficaz las políticas públicas de mayor urgencia.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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