Las opiniones del ahora exencargado del gobierno para la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, se leyeron muy insensibles. Escinden lo antidemocrático del origen con lo que vino después como si fueran dos cosas distintas. Golpe y dictadura son una misma cosa porque el golpe se prepara y ejecuta para posibilitar el quiebre democrático. Por eso ‘El Nunca Más’ debe ser aplicado sin balbuceos, demoras, vacilaciones ni titubeos que minimicen la desdicha. Las palabras no debieran contribuir a diseminar un discurso que busca y ha buscado justamente limpiar una tragedia.

Que la renuncia de Fernández estuvo organizada por el Partido Comunista ‘y sus satélites’, que los defensores de los derechos humanos actúan como una ‘familia en el sentido siciliano del término’, que la reacción de algunos es una sobreinterpretación a lo que dijo y que se trata de una confusión o miopía de quién es el verdadero adversario. Todo eso y más nos tocó escuchar o leer por estos días. Uno. Las organizaciones de DDHH no son todas comunistas. Dos. El PC fue uno de los principales conglomerados que fue perseguido, asesinados sus militantes, exiliados y luego proscrito su partido. Dicho eso, ¿tienen un rol importante en la historia? Al margen de lo que vaya a hacer el gobierno, preocupa que, a dos meses, la conmemoración de los 50 años se transforme en una gran cartelera cultural con batucada y cintas de colores, obras de teatro, danza y música por montón más que en un acto político que ponga en el centro el quiebre democrático, la condena a quienes participaron de su transgresión, las víctimas y sus familias, y la defensa de los derechos humanos. El ejecutivo tiene una tarea tremenda. Tremenda.