Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 11 de mayo de 2024


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Sin agua en la ciudad de Antofagasta

Gonzalo Bacigalupe e Irene Castro Díaz

  Viernes 15 de diciembre 2023 20:22 hrs. 
Antofagasta, 6 de diciembre de 2023
Puntos de abastecimientos luego de una falla electrica provocando masivo corte de agua en la region de Antofagasta.
Efrain Jara/Aton ChileAntofagasta, 6 de diciembre de 2023 Puntos de abastecimientos luego de una falla electrica provocando masivo corte de agua en la region de Antofagasta. Efrain Jara/Aton Chile

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El agua es esencial para la vida y las actividades mineras, un preciado y escaso recurso desde los albores de la minería en el desierto de Atacama. Es en la Región de Antofagasta donde está la riqueza de la cual depende la nación desde el siglo XI, cuando ya el agua era esencial para sostener la explotación de minerales. La escasez de agua para el consumo humano es histórica y no circunstancial. Por décadas, el agua potable, hoy en su mayor parte producto de la desalinización de aguas marinas, ha contenido altos niveles de arsénico y otros químicos altamente tóxicos para la salud de las personas. La producción y distribución del agua pertenecen a una empresa que parece tener un nombre irónico: Aguas de Antofagasta. Agua de la ciudad que es propiedad privada.

En la región, hay muchas familias que viven con sueldos y honorarios altos en relación con el resto del país, pero el costo de la vida es también alto y la desigualdad en Antofagasta se manifiesta. Es en esa ciudad donde se produjo un corte de agua que se extendió por toda la primera semana hábil de diciembre. Una emergencia provocada por la actividad humana, un desastre antrópico en la jerga científica, donde sus consecuencias como en todo desastre no solo no es natural, sino que afecta más a quienes portan más vulnerabilidad en sus familias y comunidades.

Conversamos con Irene esos días acerca de cómo ella vivió esa semana junto a su familia y compañeras de su sindicato. Irene despertó al comenzar ese lunes 4 de diciembre debido a un intenso episodio de colon irritable con vómitos y diarrea. Al jalar la cadena debe haber sido una de las primeras personas en la ciudad en darse cuenta de los problemas de suministro de agua, el estanque tardo mucho en llenar y a eso de las 3:30 AM salía apenas un hilo de agua en el lavamanos. Se estaba cortando el agua. Adolorida y exhausta, de madrugada, Irene atinó a llenar el hervidor de agua en la cocina hasta que finalmente el suministro se cortó completamente. Ya cuando comenzaba a amanecer, solo quedaban disponibles unos bidones de agua guardadas cuando se anunció otro típico corte del agua en la ciudad.

El martes, aún enferma y con una dieta especial, Irene temía ir al baño porque no había mas agua. La empresa dueña del suministro comunicaba que el agua sería repuesta en un día, lo que no ocurrió, el corte no programado se extendería toda la semana hábil con pocas explicaciones y sólo algunos rumores. La hermana de Irene le escribió preocupada desde Villa Alemana, había visto las noticias y las filas para el agua, bromeo con ella “es el fin del mundo”. El comercio en el centro ya estaba cerrado y el agua embotellada quintuplicaba su precio, un bidón que costaba dos mil pesos ahora había subido a diez mil y se agotaba rápidamente.

El miércoles las autoridades declararon emergencia sanitaria. La rutina diaria cambió inmediatamente, había que hacer fila para llenar un par de bidones agua para el aseo personal mínimo de cuatro adultos y dos niñas, sin duchas, cocinar, lavar loza, y reciclar el agua en el baño con el aumento de olores nauseabundos. Irene lleva la ropa para lavar a casa de una hermana en un sector donde todavía había suministro. Sin embargo, en adición a estas tareas domésticas, Irene como dirigente del Sindicato Serviclin de la Clínica Bupa en Antofagasta asiste a reuniones, porque con sus compañeras están en plena negociación con mediación de la Dirección del Trabajo.

Los rumores acerca de continuar sin agua hasta la semana siguiente atemorizan a las familias, mientras hay lugares de mayor ingreso económico donde el agua no se corta. Ese día el Gobierno envía aviones Hércules de la FACH con agua para mitigar el impacto de la emergencia. Aguas de Antofagasta culpa a una empresa externa de servicios transitorios por el origen del problema que ocasionó el corte y comunica que ya está reponiendo el servicio, pero en su casa y en los sectores afectados no hay agua. La información es contradictoria porque hay sectores donde se avisaba que el suministro tendría continuidad, pero al tercer día se termina. Más aún, como es lo normal en situaciones de crisis, el impacto es desigual e injusto. En barrios de sector sur de la ciudad, donde hay condominios pudientes y casas con piscina, el suministro de agua potable es normal, sin cortes.

El jueves la reunión de negociación sindical es presencial y cambia a un lugar sin acceso a baños. Irene intenta controlar la necesidad de utilizar el baño y cocina una dieta blanda tratando de no ensuciar la loza. El viernes es feriado e Irene planifica ir a la casa de su hermana a lavar ropa y bañarse.

Mientras el desastre está en pleno desarrollo, su sindicato negocia un contrato colectivo para los próximos dos años, exigiendo salarios dignos y mejores condiciones de trabajo. En la reunión de negociación, la presidenta del sindicato comentó a la comisión de la empresa que los asociados y trabajadores de la salud privada estaban demostrando un tremendo compromiso al seguir cumpliendo turnos durante la emergencia. En respuesta, el abogado radicado en Santiago desdeña la situación y plantea que “eso no tiene nada que ver con el tema que estamos tratando”. Al abogado de la empresa parece no interesarle la calidad de vida ni las condiciones de las trabajadoras de la clínica privada más grande de la ciudad de Antofagasta.

Decir que es decepcionante, frustrante, y desoladora la situación de estas trabajadoras y dirigentes de la salud que no solo cuidan a pacientes, pero también a sus familias en un contexto de emergencia es una obviedad, sin embargo, es necesario al menos el dejarlo registrado en un texto. Es una historia que es fácil invisibilizar pero que refleja tantas de nuestras precariedades y desigualdades, al momento de cuidar a las poblaciones que más apoyo y protección necesitan cuando se trata de derechos como el acceso al agua potable. Una falla eléctrica que deja sin suministro de agua a gran parte de una ciudad es producto de la falta de planes de mitigación y prevención, de la necesaria redundancia para no depender de una fuente de agua potable. Esta emergencia ejemplifica muy bien las abstractas discusiones sobre la subsidiariedad en la constitución. Demuestra nuestro permanente centralismo, la descalificación y falta de valoración del trabajo del cuidado profesional y familiar, las desigualdades de ingreso, y todo aquello que parece lejano a la mayor parte de la elite empresarial y política.

La emergencia se olvidará pronto, pero no nos olvidemos una vez más que son ciudades como Antofagasta las portadoras de vulnerabilidad e injusticia ambiental de las cuales depende el bienestar del país completo. No basta recuperar el suministro del agua potable y continuar alimentando la precarización de esta y otras ciudades, donde la escasez de agua está directamente relacionada con la extracción de la riqueza mineral que ha sustentado al país por siglo y medio.

No es simplemente la escasez hídrica del desierto, es un desastre del cual Chile no se hace cargo a pesar de depender de ello. Lo mismo se repite en la precariedad laboral del personal de salud de la zona en una descarada explotación de quienes se hacen cargo del cuidado de pacientes.

 

Gonzalo Bacigalupe, profesor de la Universidad de Massachusetts Boston e Investigador Asociado de CreaSur, UdC.

Irene Castro Díaz, dirigente del Sindicato Serviclin de la Clínica Bupa Antofagasta.

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